El religioso colombiano que eligió a un laico como su director espiritual Angirú: Compañero del alma

Amado de Jesús Pérez Zapata
Amado de Jesús Pérez Zapata

"Los que criticaron (algunos lo hacen todavía), al padre Amado por tener un director espiritual laico eran sus propios hermanos sacerdotes"

"Angirú. Esta bella palabra define lo que hacemos. Así nos saludamos, así nos despedimos. Procede de la lengua guaraní: Anga: alma – Irú: compañero. Compañero del alma"

"¡La vida de un sacerdote abierta de par en par ante un laico! para mucho es impensable y hasta escandaloso"

"Acompañar espiritualmente al padre Amado desde mi precariedad, nos ha hecho entender que ambos somos sanadores heridos"

Esta fue la frase que le dijeron al padre Amado Pérez cuando se enteraron que un laico era su director espiritual. San Pedro de los Milagros, Antioquia, Colombia. Sin lugar a dudas, un paraíso terrenal. Yo, Luis Fernando González Gaviria, un simple profesor de teología de 36 años, casado y con una hija; él, un sacerdote de 62 años, con una vida ministerial fecunda, de esas que son Evangelio cotidiano para todos. Lo normal es que la dirección fuera al revés: la vida trasegada, la experiencia, las alegrías y las frustraciones, en fin, esos parámetros que se inventan los seres humanos para no dejarse sorprender por el acontecer de Dios en diversas edades.

La palabra siempre será partera de las experiencias profundas de la vida, es vincular, es nuestra. Como dice Octavio Paz: “sin ella no seríamos hombres”. Fue a través de la palabra como coincidimos el padre Amado y yo. En la tarde, todavía lo recuerdo, siempre se sienta a confesar en el mismo lugar. La gente sabe que está ahí, dispuesto para el que llega. Lo esperé para confesarme, fue un diálogo agradable, liberador, sanador. Fue revelación para ambos. Él siempre tiene presente que este espacio no es una “aduana inquisitoria”, es un encuentro de profunda misericordia capaz de reconstruir y abrazar.

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Dirección espiritual

“Yo quiero que me dirijas espiritualmente”, eso me dijo días después. Yo me reí y le puse los reparos naturales; él, de un humor fino, siguió con la petición argumentándola con palabras del Papa Francisco, me leyó:

La dirección espiritual no es un carisma clerical, es un carisma bautismal. Los sacerdotes que hacen dirección espiritual tienen el carisma no porque sean sacerdotes, sino porque son laicos, porque están bautizados. Algunos movimientos quizás tengan una sabia laica. Digo esto porque no es un carisma sacerdotal. Puede ser un sacerdote, pero no es exclusivamente de sacerdotes. Y ser director espiritual requiere una gran unción. Por lo tanto, a su pregunta, le diría: en primer lugar, tenga la certeza de que debo estar acompañado, siempre. Porque la persona que no está acompañada en la vida genera “hongos” en el alma, los hongos que luego te molestan. Enfermedades, soledad sucia, tantas cosas malas. Necesito que me acompañen. Aclara las cosas. Buscar emociones espirituales, que alguien me ayude a entenderlas, qué quiere el Señor con esto, dónde está la tentación (Octubre de 2022).

Así empezó todo, sin protocolos y rúbricas castrantes, simplemente dejando que el Espíritu nos empujara hacia lo nuevo (Cfr. Mc 1,12). La vida necesita ser acompañada, en la dinámica del vínculo se amplían los horizontes y se va entendiendo que el otro es presencia reveladora de Dios en las fatigas de cada día. Dios siempre es nuevo y rompe los esquemas prefijados que nos imponemos en esta hora de la historia, aquí recuerdo aquellas fuertes palabras de Jesús: “Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos ¡No entran ni dejan entrar a los que lo intentan! (Mt 23,13). Esto no cabe en la cabeza de algunos presbíteros, esos mismos que se burlaron y criticaron al padre Amado. La necedad de la posesión de Dios sigue estando vigente, apropiarse de la acción del Abbá es la mejor manera para truncar su experiencia.

 Nuestros encuentros son simples: en un café, en un restaurante, en una silla del parque, caminando... Todos estos espacios son sagrados, están atravesados de rostros y realidades de hombres y mujeres que llevan a Dios en lo cotidiano. ¡La vida de un sacerdote abierta de par en par ante un laico! para mucho es impensable y hasta escandaloso, quizá este sea el mayor signo profético de nuestra fe, provocar escándalo al dejar que Dios rompa los esquemas enfermizos en los que los hemos metido. En cada encuentro vamos naciendo de nuevo, como aquella noche entre Jesús y Nicodemo (Cfr. Jn 3,3), el padre Amado por arriesgarse conmigo y yo por dejarme sorprender de Dios. 

La resonancia es distinta, lo narrado en nuestros encuentros es acogido con una sensibilidad liberadora, allí está un ser humano, esa siempre es la consigna al vernos, un ser humano. Sin juicios, sin moral estrecha y carcelera, sin la paranoia institucional y clerical. La vida se va abriendo en cada palabra para ser compartida y asumida. Autores, libros, películas, series, todo va sirviendo para discernir la existencia y dejar que lo profundamente humano emerja con libertad y naturalidad. Más allá de todo esto, nuestros diálogos son fecundos porque están amparados por el Evangelio de Jesús, allí siempre estará la manera más realista y sensata de confrontarnos y tejer nuevos horizontes para ser más sanos y felices.

Luis Fernando González Gaviria
Luis Fernando González Gaviria

Acompañar espiritualmente al padre Amado desde mi precariedad, nos ha hecho entender que ambos somos sanadores heridos. Incluso, nuestras insuficiencias son reveladoras, puertas abiertas al misterio de la humanidad preñada por Dios. Así, la Revelación de Dios es un decir-se con rostro y gesto. Su Palabra es carne e historia, acontecimiento de sí entregado en lenguaje débil (Cfr. Dei Verbum 2). El hablar de Dios es ante todo cercanía, por tanto, “también la palabra que viene te toca. Saber escuchar es dejarse tocar. Y solo habrá habla verdadera cuando hayamos escuchado. La palabra que viene entra por el oído como por la porosidad de la piel. La palabra que viene y te toca no te hace callar; no te condena al mutismo, sino al contrario, te hace responsable; es decir, pide que respondas. La palabra que viene no se impone a la tuya: te da la tuya” (Josep María Esquirol – Humano, más humano, p. 58).

Escuchar, un verbo que he ido aprendiendo a conjugar con sensibilidad en cada encuentro. Es la vida que se expone tejida de alegrías, risas, nostalgias, frustraciones y heridas. Un ser humano, un sacerdote que habla y me permite ver la finitud como el corazón mismo de la existencia humana. Me llegan las palabras de Joan-Carles Mèlich: “vivir es interpretar, es asumir la precariedad, la fragilidad, la vulnerabilidad, es asumir un cierto riesgo, una cierta aventura, una cierta inseguridad. Si el ser humano vive en un mundo interpretado es porque le resulta ineludible la finitud, su condición espacio-temporal” (Filosofía de la finitud, p. 45). No dirijo, acompaño en el camino y juntos interpretamos los acontecimientos que llegan

Angirú. Esta bella palabra define lo que hacemos. Así nos saludamos, así nos despedimos. Procede de la lengua guaraní: Anga: alma – Irú: compañero. Compañero del alma. El verdadero acompañamiento espiritual provoca la vida desde el interior para habitar la realidad con mirada limpia y actitud libre. Los que criticaron (algunos lo hacen todavía), al padre Amado por tener un director espiritual laico eran sus propios hermanos sacerdotes. Vale la pena hacer una aclaración: ¡yo no soy presbítero, pero si soy sacerdote! al menos es lo que todavía resuena con fuerza como eco de mi bautismo, ¿Por qué los presiden la fe olvidan con facilidad algo tan simple? 

Angirú

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