Pecados contra la Santísma Trinidad Antonio Aradillas: "Unidad sin Trinidad no es vida. Y menos, cristiana"

Un alegato a la vida
Un alegato a la vida

Hoy se celebra la festividad de la Santísima Trinidad, dogma fundamental de nuestra fe que es formulado misteriosamente como "Una, pero Tres Personas substancialmente distintas"

José María Castillo, teólogo por vocación, estudios y sobre todo "por la gracia de Dios", sintetiza magistralmente lo que para él es, significa, representa y exige la festividad

“Dios, el Padre, nos ha querido tanto, que nos mandó a su Hijo (Jesús) para que, por la fuerza del Espíritu Santo, podamos alcanzar nuestra propia humanidad"

Todos-todos-somos Padre, Hijo y Espíritu. Todos somos UNO, pero a la vez, todos somos MUCHOS. Es decir, plurales. La pluralidad no contradice a la unidad

Sin esta concepción de la "Unidad Trinitaria" no hay posibilidad alguna de Iglesia, dado que esta es convivencia, asamblea, reunión, unión y, en definitiva, Comunión

Sí, desdichadamente, se peca mucho contra la Santísima Trinidad

Que yo recuerde, y con respeto absoluto al llamado sigilo sacramental, jamás se confesó algún penitente de haber cometido un leve o grave pecado contra la Santísima Trinidad “dogma fundamental de nuestra fe, formulado misteriosamente como “Una, pero Tres Personas substancialmente distintas”. El concilio que definiera tal verdad fue el de Calcedonia (a.381), en la actual Estambul, presidido por el emperador Teodosio I.

No me llego a explicar si es que a mis penitentes no se les catequizó acerca de la Santísima Trinidad y si se podía pecar contra las tres, o al menos contra algunas de las Divinas Personas, o si el hecho de haber sido presidido el Concilio por un emperador y no por el papa o el obispo, impedía o dificultaba la comisión de un pecado de tal gravedad e importancia en la Iglesia. Quiero creer que otros penitentes, con benevolencia o con santa humildad y humanidad, interpretarían al pie de la letra las palabras transcritas por el evangelistas san Juan que refieren que “Dios no mandó al mundo a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él”.

De la mano magistral de nuestro con-bloguero José María Castillo, teólogo por vocación, estudios y sobre todo “por la gracia de Dios”, sintetiza así lo que para él es, significa, representa y exige la festividad de la Santísima Trinidad, que hoy celebra la liturgia:

“Dios, el Padre, nos ha querido tanto, que nos mandó a su Hijo (Jesús) para que, por la fuerza del Espíritu Santo, podamos alcanzar nuestra propia humanidad, ser buenos y honrados de verdad, perder el miedo a la bondad y a la ternura. Porque solo eso es lo que puede arreglar este mundo tan desquiciado …Necesitamos a Dios. Necesitamos a ese Dios”.

¿Es posible hacer un resumen más certeramente catequístico, bíblico, ascético, católico y apostólico, que el así redactado por el teólogo de RD? Con la concepción de un misterio, insondable por definición, prevalencia y naturaleza como este, ¿alguien puede dudar de su fiel ortodoxia y de su presencia y actividad en la Iglesia, y de la capacidad de salvación, de redención y de vida, de que ella -la Iglesia- es portadora y administradora?

Santisima Trinidad. Peter Paul Rubens
Santisima Trinidad. Peter Paul Rubens

La única exención que explicara el hecho tan frecuente de que la Santísima Trinidad resultara ser para la mayoría de los cristianos, referencia tan lejana, inocua y poco o nada representativa de religiosidad tanto jerárquica como popular, sería la ignorancia, que y de por sí, y felizmente, jamás “y por los siglos de los siglos”, podrá ser y considerarse como “santa”. La desdeñosa aportación de aquello de que “doctores tiene la Iglesia…” apenas si sirve para otra cosa que para que algunos “teólogos” de oficio, distraigan sus ocios predilectamente con eco-silogismos, inexplicables e indeclinables, además de terrenales, y no con los sobrenaturales. Están de más las bases que sustentan y sostienen tantos y tales argumentos tenidos como teológicos, por lo que a una de cuyas primeras conclusiones a las que hay que llegar es a la de que Dios no es Dios, ni su Hijo es y se llama Jesús, y ni el Espíritu Santo es Espíritu y, por supuesto, Santo por antonomasia.

La festividad de la Santísima Trinidad, además de la importancia litúrgica y pastoral que tiene, constituye un alegato de vida, -revisión de vida- elementalmente cristiana. Todos-todos-somos Padre, Hijo y Espíritu. Todos somos UNO, pero a la vez, todos somos MUCHOS. Es decir, plurales. La pluralidad no contradice a la unidad. Los dos conceptos, y sus respectivas incidencias en las creencias, testimonios y vivencias, son complementarios.

Sin esta concepción de la “Unidad Trinitaria” no hay posibilidad alguna de Iglesia, dado que esta es convivencia, asamblea, reunión, unión y, en definitiva, Comunión. “Unidad” sin “Trinidad” no es vida. Y menos, cristiana. Es tránsito, tráfico, episodio coincidencia, o espectáculo de alegría o tristeza, según.

Sí, desdichadamente, se pecamucho contra la Santísima Trinidad y más desdichadamente aún, tales pecados no se les confiesan a los “ministros de Dios” ubicados y expuestos en sus respectivos cubículos, hoy también purificados de envenenados y envenenadores “coronavirus”.

Con ocasión de la festividad de la Santísima Trinidad, es de obligada referencia aludir en la historia de la Iglesia, a la primera Orden Religiosa, no monástica, que en la misma se erigiera precisamente con el nombre de los “Trinitarios”. Su fundador fue san Juan de Mata (a.1154-1213), de origen provenzal, aprobada por el papa Inocencio III el 17 de octubre de 1198.

De tal Orden Religiosa, y en su diversidad de renovaciones, se deja bien patente que “es la primera institución oficial dedicada en la Iglesia al servicio de la redención de cautivos con las manos desarmadas, es decir, sin más armaduras que la misericordia y con la única intención y propósito, de devolver la esperanza a los hermanos en la fe que sufrían el yugo de la cautividad”. La patrona de la Orden fue y es Nuestra Señora de los Remedios, o del Buen Remedio, y en su escudo, Cristo, el Pantocrátor, aparece con dos cautivos a sus lados, uno blanco y negro el otro –infieles y musulmanes- en actitud de ser intercambiados y liberados, por igual, tomados de la mano de Jesús, también él “Rescatado”. Los conventos- residencias los pp. Mercedarios suelen conocerse como “Casas de la Santísima Trinidad y de los cautivos”.

Redención, cautivos, misericordia, pobres, remedios y el Remedio, Santísima Trinidad, unidad, pluralidad, convivencia bondad, ternura, acogida, confesión, pecado, refugio, emigración, estos y tantos otros elementos se actualizan –deberían actualizarse- con mayor compromiso, dogmas de fe y urgencia, en los alrededores festivos de la celebración litúrgica de la Santísima Trinidad, como otros tantos elementos cuyo examen de conciencia, aprecio o menosprecio, aportan evidencias claras de nuestro ser, o no ser, “trinitarios”, es decir, radicalmente cristianos…

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