"Los jóvenes se siguen inscribiendo en las cofradías-hermandades" Antonio Aradillas: "Los cofrades-cofrades hacen y son pueblo. El pueblo de Dios"

Cofrades de la Eucaristía. Zaragoza
Cofrades de la Eucaristía. Zaragoza

Reflexionar acerca de cofradías, hermandades, “desfiles procesionales”, solemnidades, tradiciones populares y hasta de gastronomías, es provechoso para el cuerpo y para el espíritu

No hay censo, los cofrades-hermanos lo son porque así lo siguen queriendo, sin más requisito. Sus riquezas son sus piropos, “glorias”, vítores, saetas y “alabanzas”

En general, los cofrades- cofrades hacen y son pueblo. El pueblo de Dios. Con identidad propia y evangélica. Pobres. Necesitados de ayudas humanas y divinas

Tanto o más hermanos y cofrades en estos días “coranovíricos” del enclaustrado retiro de la Semana Santa -“Semana Mayor” por antonomasia, tanto civil como religiosamente-, reflexionar acerca decofradías, hermandades, “desfiles procesionales”, solemnidades, tradiciones populares y hasta de gastronomías, es provechoso para el cuerpo y para el espíritu.

Es precisamente este “misterio” el que en parte obliga a recordar el número de Hermandades-Cofradías registradas oficialmente en España, en los Boletines Oficiales de sus respectivas diócesis. No hay censo alguno de ellas. Se asegura que son unas 8.500, y que, entre todas, sobrepasan con creces los dos millones de cofrades. Por citar un ejemplo, en Sevilla-capital y provincia- procesionan por sus calles y plazas unos 600,000 cofrades. Hay cofradías que cuentan con unos doce mil afiliados. En ocasiones, uno de cada tres habitantes, y aún antes de ser bautizado, es ya hermano o cofrade.

Emerge la apreciación de que, por encima de cualquier contingencia, los cofrades-hermanos lo son porque así lo siguen queriendo, sin más requisito de cualquier otro tipo relacionado con que si son o están divorciados, si son ricos o pobres, si de un partido político, de otro o de ninguno, de izquierdas o de derechas, o si son o no “practicantes”. Pagan su cuota anual, asisten y participan en determinados actos de obligado cumplimiento, visten el hábito que iguala a todos los miembros de las cofradías como otros tantos hermanos, desapareciendo automáticamente las clases sociales, con inclusión de los aristócratas, que suelen inscribirse en las tradicionales, pomposas e ilustrísimas Órdenes de los Caballeros de Malta, Calatrava, Alcántara, Santiago, Montesa y otras. Pero eso es cosa distinta, que aquí y ahora no nos corresponde tratar.

En general, los cofrades- cofrades hacen y son pueblo. El pueblo de Dios. Con identidad propia y evangélica. Pobres. Necesitados de ayudas humanas y divinas. Asisten –participan- en las procesiones –nada de “desfiles procesionales”-, de sus cofradías –penitenciales, sacramentales o de gloria-, con su hachón encendido, o en calidad de carguero, bancero, costalero, portador, andero, trabador, cargador, hombre de trono u horquillero

¿Son ricas o pobres las cofradías, con sus coronas, y abalorios, vestiduras y bordados? De sus riquezas hay que asegurar que, en general, son las propias y específicas de los pobres. Son sus piropos, “glorias”, vítores, saetas y “alabanzas”. Son expresiones ciertas y veraces de amor y devoción de quienes se sacrificaron, privándose de gustos, caprichos y hasta de atender a necesidades, con el fin de testimoniarle a Dios, a la Virgen y a los santos, el amor que experimentan y sienten.

¿Son, y ejercen, solo o fundamentalmente los cofrades- hermanos en las procesiones de la “Semana Mayor”?. No. A lo largo del año tienen reuniones, con especial mención para las dedicadas a su formación cristiana y a obras sociales. Con sus aportaciones económicas,–“bolsas de caridad”-, es posible dotar de becas a estudiantes y atender obras de asistencia a pobres y a enfermos, además de organizar y sufragar los actos de devoción y de culto.

¿Relaciones con la Iglesia oficial y su jerarquía? No siempre son tan santas y santificadas como debieran y quisieran algunos. A la mayoría de los miembros de la jerarquía eclesiástica, les cuesta mucho prescindir de sus posiciones del “ordeno y mando”, con olvido consciente, o inconsciente, de que en estas parcelas de la religiosidad popular, todos –ellos también-, somos co-frades, es decir, simple y llanamente nada menos que “hermanos”. Todas las hermandades-cofradías disponen de un “padre espiritual”, “pudiente”, capellán, director espiritual o consiliario, que nombra el obispo, pero que deberían ser los cofrades y hermanos sus electores.

¿Votar? Sí, votar. Al igual que en la Iglesia como institución, la democracia está sin estrenar todavía, en algunas de las cofradías- hermandades de tan larga tradición e historia. Los “cargos” serán elegidos por los adscritos a ellas, comenzando por el “Hermano Mayor”. Su misma denominación entraña una idea de Iglesia ejemplarmente evangélica y cristiana. Pese a no pocos intentos de “clericalización” de las hermandades, hasta el presente, tal comportamiento “secular” ha sido, y es, fundamental, hasta para explicar su continuidad y florecimiento.

¿Florecimiento? Sí. Los jóvenes se siguen inscribiendo en las cofradías- hermandades – sociales por naturaleza-, en mayor proporción y devoción que lo hacen en congregaciones, actos de piedad y religión, que puedan expresar su compromiso con lo espiritual y lo divino.

Respecto a la presidencia de las autoridades políticas, religiosas y civiles en sus distintos grados y niveles en las procesiones –“marchas”, comienza a advertirse que esto no es ya del agrado de la mayoría… No se quieren distinciones, condecoraciones e insignias. El hábito –la capucha y el capirote-, son muestras inequívocas, e inconfundibles notas de fraternidad y “sororidad”, y del sentido y contenido de la religiosidad que define a estas colectividades de por sí religiosas.

Los pasos que se dan en estas direcciones de “Iglesia en salida” deberían acelerarse aún más, hasta resultar normal que también las mujeres se hagan sitio en las cofradías- hermandades, sin discriminación alguna. Hasta tiempos recientes, su presencia era impensable. Ahora, y posiblemente que con mayor asiduidad que en el resto de la Iglesia, la mujer es tratada en igualdad de condiciones y de responsabilidades “semanasanteras”, que el hombre.

Referente a la relación de la religiosidad popular y la Semana Santa, importa hacer notar que las cofradías- hermandades -“escuelas de conversión”- son expresiones fieles, veraces y testimoniales de la misma. En el contexto de la actualidad pastoral es de justicia señalar que tales expresiones han de ser distintas en unas zonas y en ciudades de España, que en otras. El pueblo- pueblo se manifiesta, muestra, confiesa y proclama tal y como es, por lo que está de más cuestionar si, por ejemplo, las procesiones castellano.-leonesas son más o menos piadosas que lo sean las de Andalucía, Murcia o Aragón, con sus resonantes tambores.

Da la impresión, y es de lamentar que, tanto el planteamiento ritual de la Semana Santa, como las advocaciones de la Virgen, son otros tantos monumentos al victimismo y a la magnificación del dolor, pese a que sin resurrección, la fe es inane e ineficaz. Son muchas las advocaciones “dolorosas” como Desamparados, Madre del Mayor Dolor, Angustias, Macarenas, Socorro, Soledad, de las Siete Espadas.. y tantas las que reflejan la realidad de la vida del pueblo cristiano, que no era, y es, otra que la representada en las figuras de la viuda, de la ausencia, del abandono y de la indefensión.

La Esperanza tiene también nombre y atributos de Virgen y Madre. Lo debe tener, y lo tiene además, en el esquema “semanasantero” actual de los “coronavirus”, del paro, del pavor, de los miedos y de las actuaciones y ocurrencias de cuantos políticos dirigen nuestros destinos en la actualidad.

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