Por fin, esta es la buena noticia Antonio Aradillas: "Juan Pablo I resucitará gracias al papa Francisco"

Juan Pablo I
Juan Pablo I

La creación de la "Fundación Vaticana Juan Pablo I" es catalogada entre las de mayor relevancia en la historia del pontificado en los últimos tiempos eclesiásticos y de la historia universal

Por fin se ha ido imponiendo el criterio de que las cosas exigen ser iluminadas, descubiertas, sabidas y conocidas sus causas, en profundidad y sin conmiseración y "prudencia" alguna, y menos si quedan resquicios para la impudicicia…

Se trata de conocer la VERDAD que, en eclesiástico, habrá siempre de expresarse con todos sus letras en caracteres mayúsculos

Es indigno –y más que sospechoso-, vivir en la inopia y sin noticias veraces relativas a un personaje como el papa Albino Luciani, quien una noche desapareció del mundo y posteriormente fuera elegido su sucesor, sin que ni en el cielo ni en la tierra aconteciera absolutamente nada…

Las noticias referidas a la Iglesia, dentro y fuera de España, apenas si pueden ser más tristes y desoladoras. En la primera, y en tantas otras páginas, secciones y espacios informativos, con titulares contundentes o agazapados entre líneas asépticas e incoloras, con documentación gráfica o sin ella, las informaciones “religiosas” campean por sus prados hasta con libidinosa soltura. De vez en cuando, y de la mano de “Cáritas”, las noticias se compensan de alguna manera y en muchos se encienden faros de esperanza de que todavía no está todo perdido y de que hay, o puede haber, soluciones humanas y divinas.

Lamentablemente tales noticias benéficas y caritativas, son “flor de un día”, porque a algunos de los obispos se les ocurrió hacer declaraciones extemporáneas y manifiestamente mejorables, de forma natural y abundante, por ejemplo, con reflexiones ascéticas y místicas, con las que de nuevo, los titulares periodísticos vuelven a despegar, aunque sea con olor decidido a incienso…

Pero en esta ocasión informativa, me resulta realmente reconfortante y cristiano pregonar la noticia –“evangelio” o “buena noticia”- de la reciente constitución por el papa Francisco de la “Fundación Vaticana Juan Pablo I”, con el fin de “poner en valor y conservar y estudiar el patrimonio cultural y religioso” del papa, de apellido Lucini y de nombre de pila Albino, en los 33 brevísimos días misteriosos que estuvo al frente de la Iglesia, comprendidos entre el 26 de agosto al 28 de septiembre del Año del Señor 1978. El responsable de la referida Fundación es el efectivo cardenal Parolín, por lo que la “cosa” parece ir en serio.

Tal noticia es catalogada como entre las de mayor relevancia en la historia del pontificado en los últimos tiempos eclesiásticos y de la historia universal, con incidencias tanto en la vida pública y civil, como en la religiosa. Elegido papa, y apenas transcurrido un mes, en tan copiosos, pero breves, días, tuvo leve ocasión de expresar algunos de los capítulos de la renovación de la Iglesia que más apestaban a podrido, comenzando por la tan enojosa y palpitante tarea de la Curia romana y, sin más, se murió “en extrañas circunstancias” y sin que se pudiera saber por qué y con qué diagnóstico médico, dado el vigilante silencio existente en las estancias vaticanas y alrededores, en las que sagradamente está terminantemente prohibido efectuarle la autopsia al cadáver del papa.

Entonces, “a posteriori” y desde diversidad de perspectivas, estudios honestos y documentados, y multitud de valoraciones, por fin se ha ido imponiendo el criterio de que las cosas –todas las cosas- y más las de tan colosal envergadura en todos los sentidos, exigen ser iluminadas, descubiertas, sabidas y conocidas sus causas, en profundidad y sin conmiseración y “prudencia” alguna, y menos si quedan resquicios para la impudicicia… En este caso, los resquicios eran y siguen siendo, muchos y graves y todos ellos acorazados con llaves, sigilos, -sacramentales o no, capas magnas, anatemas y abundancia de miedos en esta vida y también en la otra y al margen de principios tan elementales y elocuentes como el de que “es indigno y sospechoso vivir en la inopia” , por sagrada que esta sea presentada.

Por fin, y gracias sean dadas a Dios y al denodado papa Francisco por abrir los ventanales de los dicasterios y así, y dentro de lo que cabe, ventilar las cloacas romanas, es más que probable que la verdad, fruto de la transparencia, pretenda irrumpir de entre las charcas enlodadas de las cuentas corrientes e intereses bancarios y otros de cualquier signo anti-evangélico y anti- cristiano.

No se trata de que canonicen, o no, al papa Juan Pablo I. No lo precisa. Lo canonizó ya una gran parte del pueblo. Las canonizaciones se han devaluado de por sí en proporciones impensables, sobre todo cuando el “canonizador” dejó de ser el pueblo- pueblo. y las administró, y cobró por ellas, la Curia romana, con su beatería y funcionariado al servicio de las “clases pudientes” o de grupos agradecidos, pero pagadores. En este contexto, lo de “cueva de ladrones” franciscano, carece de novedad o exageración sudamericana…

Se trata de conocer la VERDAD que, en eclesiástico, habrá siempre de expresarse con todos sus letras en caracteres mayúsculos. Escoltada la Verdad, con ejércitos de mentiras, la procesión resultante, por muchos ritos y ceremonias que la cortejen, ni es ni será jamás patrimonio ni humano ni cristiano. De no permitir efectuar determinados estudios y publicar las consecuencias y los resultados, sería de elogiar que movimientos religiosos no se ahorraran esfuerzos por conseguir llegar a la meta, sea la que sea.

Es indigno –y más que sospechoso-, vivir en la inopia y sin noticias veraces, relativas a un personaje como el papa Albino Luciani, "el de la sonrisa", por más señas, quien una noche desapareció del mundo de los vivientes, y posteriormente, y con todos los requisitos canónicos, fuera elegido su sucesor, sin que ni en el cielo ni en la tierra aconteciera absolutamente nada…

Pero, por fin, y esta es la buena noticia, Juan Pablo I resucitará, también en este caso, gracias a la ayuda del papa Francisco, tan afín a él.

Volver arriba