¿Es posible 'descanonizar' a un Papa? Antonio Aradillas: "Juan-Pablo II ¿santo triunfante?"

Continúan los preparativos para la canonización
Continúan los preparativos para la canonización Agencias

No está de más reconocer  que estar al frente  de la Iglesia, con plenitud de poderes humanos y divinos a su disposición, durante 27 años, resulta ser excesivo hasta para los más santos, ya en el siglo XXI

Tengo la seguridad de que, con la misma consideración, atención y respeto  con que se aceptan noticias  referidas a Juan Pablo II , tales como las relacionadas con la posible promoción para declararlo oficialmente co- patrono de Europa y Doctor de la Iglesia Universal,  y haber iniciado en tiempos más recientes  el proceso de beatificación de sus padres Karol y Emilia, también sean aceptadas y juzgadas  otras informaciones  que manifiesten su rechazo  o, al menos, no  les sean tan favorables para “la vida y milagros” de quien ocupó  el lugar 264  en la historia de los Romanos Pontífices. En la Iglesia, al igual  que en la Casa el Padre hay muchas moradas,  los pensamientos son también múltiples, variados y hasta contrarios entre sí. Es fruto  y feliz consecuencia  de la libertad  que, por la condición de personas,  y más por la de cristianos,  habrá de caracterizarnos permanentemente.

Así  como para muchos  sobran razones  para que hubiera sido este papa  canonizado aún antes  de su muerte, haciendo célebre  la frase de “¡santo súbito¡”, es decir ¡santo YA¡” y por encima de todo y de todos,  los  criterios de otros, tan cristianos y piadosos  también como los primeros,  no son  coincidentes, sino todo lo contrario. Tanto en los procesos de beatificación  como en los de canonización  de Juan Pablo II, el “papa triunfante”, sobraron muchas prisas hasta registrarse alguna irregularidad canónica  respecto al número de  milagros exigidos.

Comportamientos, estilos pontificios, su Curia Romana  cuyos miembros fueron elegidos y mantenidos en sus cargos  por él y con su aprobación, no pocos gestos  nada pastorales, ausencia de autoridad y de magisterio  en determinados casos en los que, por ejemplo, en relación con la pederastia,  campeó a sus anchas, el autoritarismo ejercido con parte del clero, la amistad con dictadores y con dictaduras,  la espectacularidad de sus viajes y concentraciones masivas mitigan los grados de la santidad verdadera. También la mitiga el acentuado anti- Vaticano II  que permitió e impulsó a que el estilo de religiosidad  y de cristianismo  no fuera precisamente el del evangelio y el que demandan hoy los tiempos eclesiales y la Iglesia post-conciliar,  sino el de las ceremonias y los ritos.

El papa Juan Pablo II.
El papa Juan Pablo II. EFE/Archivo

Exactamente, y en concreto, en el nombramiento de los Nuncios y de los obispos,  en el favoritismo –desarrollo, crecimiento, auge e influenza  de movimientos “religiosos”, como el Opus Dei  y otros, les da la impresión  a no pocos expertos en la materia de que “la elevación al honor de los altares”- no le estuviera reservado con tantas prisas y tanta diligencia.

Los teólogos que no pensaron como Juan Pablo II, o como su guionista dogmático, que habría de sucederle  en el trono pontifico con el nombre de Benedicto XVI, siguen dando fe, contra toda esperanza,  de que el reconocimiento “oficial” de su santidad  no debiera estado tan cerca  y tan “¡ya¡”. Un gran listado de teólogos fueron tachados a perpetuidad, y aún condenados y exiliados  de sus respectivas cátedras  de universidades, seminarios, noviciados y colegios “religiosos”, por no pensar y enseñar  en conformidad con los “Nihil obstat” de los correspondientes  censores curiales.  ^Por su obstinada    intransigencia con las  “secularizaciones” sacerdotales, y las nulidades –“anulaciones” matrimoniales, muchos de estos “mártires” de la burocracia tampoco hubieran  estimulado su elevación a los altares.

En este contexto también hay que situar  su acendrada misoginia  pontificia, respecto a la integración  de la mujer  en el organigrama  eclesiástico hasta sus últimas consecuencias, con las limitaciones “dogmáticas” a la participación femenina  en actividades y ministerios sacramentales. El cultivo de la endogamia  eclesiástica acrecentando  el santoral con los nombres de los papas  antecesores suyos,  obliga a muchos a creer que  los papas, por papas,  han de ser todos  ellos oficialmente “santos” o, al menos, “beatos”, con la excepción del bendito papa Juan Pablo I.

Wojtyla y Wizinski
Wojtyla y Wizinski

No está de más reconocer  que estar al frente  de la Iglesia, con plenitud de poderes humanos y divinos a su disposición, durante 27 años, resulta ser excesivo hasta para los más santos, ya en el siglo XXI. Y es que hay que renovarse y renovar el aparato de la Curia. Sin renovación  no se es santo, ni se puede contribuir a que haya santos de verdad.

Estos y tantos otros argumentos documentados  por historiadores, y vividos  por teólogos y moralistas “mártires”, llegan a convencer a muchos de que al diccionario de la RAE  le falta acoger en sus doctas páginas  el término “descanonizar”, aplicable a Juan Pablo II, a otros y a otras, cuyos nombres siguen estando  registrados en el Santoral o Año Cristiano, con todos los honores, misas, triduos o novenas.

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