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'Capas magnas' imperiales vs 'vaqueros femeninos'
En relación con el término “obispo” los lectores de RD lo saben todo o casi todo. Lo bueno y lo que no es tan bueno. Lo que rezan los manuales de Teología y de Derecho Canónico y lo que igualmente refieren los medios de comunicación, tal vez demasiadamente empeñados algunos en insistir en determinadas facetas de sus respectivas “vidas y milagros” no siempre pastorales. Ayuda también a informarse sobre los obispos, lo que, allegados o no, saben de primera mano y sin necesidad de intermediarios. En relación con el término “sastre”, me limito a transcribir la definición de los diccionarios: ”persona que se dedica profesionalmente al corte y confección de vestidos y trajes” .
La noticia, una vez más, la protagoniza el obispo de San Sebastián, -Donosti- , Mons. Don José Ignacio Munilla, quien, tal y como refieren los “noticiarios” con los correspondientes detalles, se ha decidido a emitir su juicio sobre los vestidos de las mujeres, afirmando que las prendas –pantalones “vaqueros”- que usan, constituyen un flagrante “regreso a los tiempos de las cavernas”, con críticas generales a la vestimenta femenina, sin ahorrase advertir que el “progresismos -es de suponer que el de la moda- es un virus. (Mentar la palabra “virus”, con el prefijo de “corona” o sin él,- me parece un atrevimiento excesivo y audaz, en tiempos de tan “viru”lencia pandemia, como los que padecemos hombres y mujeres en la actualidad mundial)
Con palabras “munillanas” como las aludidas, y comportamientos pastorales similares a los que él y otros obispos mantienen y encarnan en sus respectivos “talleres” ético morales, y pastorales hoy en la Iglesia, el futuro de la institución, por mucho que se pretenda “franciscanear” desde esferas pontificias, causa miedo y estupor entre propios y extraños. ¿Pero de qué cualificación dogmática es merecedora la opinión de que en la selección – nombramiento, que no elección, participa el Espíritu Santo? ¿Acaso no se sabe de sobra quien o quienes, cómo, por qué y para qué nombran, “desnombran”-trasladan- la mayoría de los componentes de las CEE, tanto española, como extranjeras?
¡Por favor, señores sastres, o aspirantes a sastres “episcopales! No olviden que las mujeres -nuestras mujeres- saben vestirse, o “desvestirse” para muchos de ustedes, como Dios manda, el tiempo lo permite y a su gusto y no al de los clérigos, quienes probablemente las revestirían a todas ellas de monjas de clausura, con cofias y hábitos talares…
Y ahora, una pregunta indiscreta: ¿Les facilitaron los señores obispos ya a las mujeres católicas, apostólicas y romanas,” de toda la vida”, que desvelaran y manifestaran en público qué opinan ellas respecto a las mitras, los báculos, los anillos, y otros abalorios y “ornamentos sagrados“ -también los trajes de calle- con los que se presentan nuestros obispos, no solo en los actos de culto, sino también en los que carecen de culto y hasta de cultura ciudadana? ¿Hasta en lo que respecta a los pantalones “vaqueros” y a cualquier otra prenda femenina, han de seguir adoctrinando los obispos “Munillas” ”que en el mundo son y han sido”?.
¿Pensaron que aún a tales “cielos” y alturas alcanzará su jurisdicción episcopal y ético-moral, además estética, sin ahorrarse el calificativo de “palabra de Dios”? ¿Tuvo en cuenta el señor Munilla que lo de la época de las “cavernas ”es tanto o más aplicable a las “capas magnas” imperiales del mismo y de sus colegas, que lo de los “pobrecitos y humildosos pantalones vaqueros?
A título personal no tengo rubor en confesar que en mis tiempos “coadjutoreales” alguna familia “cristina de toda la vida” ,”munillana” como entonces mandaban los cánones, de la localidad, me invitaban a su casa en las vísperas de las fiestas patronales del pueblo con el “santo y sano” propósito de recabar mi juicio pastoral sobre la “moralidad” de los vestidos que sus hijas habrían de lucir en tales festejos…
A la religión, y menos a la cristiana, no podrán definirla “en jamás de los jamases” unos centímetros de más o de menos, por muy episcopales que sean. Obispos protagonistas de todo y en todo, hasta en las sastrerías femeninas, no tienen futuro. Con que ellos, los propios obispos, sepan vestirse a sí mismos, y como personas “normales”, sin “munillanas” sonrisas, están y estaremos -todos y todas- suficientemente servidos.
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