El aire de la renovación conciliar no circula por España Antonio Aradillas: "Señor Nuncio, sea menos 'palaciego' y más 'laico'. Su tarea será ardua, pero urgente"'

Cardenal Ricardo Blázquez y Mons. Bernardito Auza
Cardenal Ricardo Blázquez y Mons. Bernardito Auza

Aunque con excesiva tardanza fue substituido el Nuncio anterior y no pocas catedrales de España presagiaron que sus respectivos obispos “ante” y “anti” conciliares habrían de dejar sus sedes lo antes posible

Transcurridos bastante más de los “cien” días protocolarios establecidos por los cánones y la decencia profesional, todo sigue exactamente lo mismo

¿Tantos y tan graves son los obstáculos que les salen al paso al “Señor Nuncio de SS. en España”?

El término “palaciego” se corresponde aquí con el dicho popular de que “las cosas de palacio van –han de ir- , por definición y siempre, despacio”, que exactamente es lo que sigue aconteciendo en la Nunciatura, palacio por antonomasia y más si se considera sucursal y dependencia de los ostentosos en los que se asienta la Curia Romana.

Aunque con excesiva tardanza fue substituido el Nuncio anterior y no pocas catedrales de España echaron al vuelo sus carillones y en sus preciados y vetustos órganos se ensayaron partituras “pastorales”, presagiando que sus respectivos obispos “ante” y “anti” conciliares habrían de dejar sus sedes lo antes posible y en conformidad con los adoctrinamientos y ejemplos del papa Francisco, de quien se aseguraba que el nuevo Nuncio es uno de sus más estimados meritorios.

Pero, así las cosas, y transcurridos bastante más de los “cien” días protocolarios establecidos por los cánones y la decencia profesional, todo sigue exactamente lo mismo. Diríase que peor, dado que las esperanzas dejan de serlo cuando se rebasa con creces el ritmo de su consecución que se estimó procedente. Desesperanza y desesperación van de la mano y frustran a perpetuidad a sus poseedores. Si el ámbito en el que se desarrolla tal contingencia es el pastoral- religioso, la gravedad es insoslayable.

¿Tantos y tan graves son los obstáculos que les salen al paso al “Señor Nuncio de SS. en España” como para que todavía -¡y de qué modo¡- la figura de su predecesor, sintiéndose algunos de sus adalides, aún ya jubilados, con virtud –fortaleza para convencer a otros “hermanos en el episcopado”, a movimientos “religiosos” y a laicos y laicas? ¿Acaso el “coronavirus” también podrá limitar o impedir en España los procesos de renovación conciliar que demandan los tiempos y que “franciscanamente” se mecen y acarician en otros países?

A muchos cristianos con residencia en pueblos y ciudades pertenecientes a ciertas demarcaciones administrativas diocesanas de España, les resulta increíble, digno de conmiseración y de pena, que el frente de ellas sigan “ministeriando” prelados nombrados a dedo, sin más intervención del Espíritu Santo que la que ritualmente puedan simbolizar el báculo, la mitra y el “Nos por la gracia de Dios”.

Conscientes de que políticamente ya no hay obstáculos de ninguna clase, tal y como aconteció en los tiempos del Nacional Catolicismo –aunque todavía no extinto- para nombrar obispos 'pastores', las causas de la mediocridad de parte del colectivo episcopal hay que buscarlas en latitudes distintas… ¿Tienen razón quienes apuntan que, a pesar de la “eclesialidad” de las ternas de “episcopables” enviadas a los correspondientes dicasterios romanos, a estos no les llegó aún el aire de la renovación conciliar, poco o nada alentado por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, con lo que resulta impensable que en la Conferencia Episcopal Española –CEE- puedan ser admitidos algún día nombres y comportamientos tales como los de Casaldáliga, por citar uno convertido soberanamente en evangelizadora noticia, además de otros echados de menos por el pueblo de Dios?

Los obispos no pueden seguir siendo nombrados por Roma, es decir, por su Curia, o lo que es lo mismo, y hablando en “román paladino”, por los enchufados dignatarios de siempre, con sobrenombres de consultores “religiosos”, todos ellos ya monseñores y con firmes promesas de ser nombrados –que no elegidos- para tal o cual sede episcopal de sus países. Razones de tipo social, de estilo y talante tradicional “religioso” “pre” o “anti” Vaticano II, amén de otros intereses, sin excluir los económicos, prevalecen no infrecuentemente sobre las contenidas en los evangelios y las practicadas por la Iglesia-Iglesia al servicio del pueblo y como acto supremo al Dios que se llama Jesús.

La urgente, y siempre pendiente renovación de la Iglesia, depende en gran proporción y medida de los obispos que “pastoreen” sus diócesis respectivas. Hasta que el sistema de su nombramiento no se reforme, convertido en elección por parte del pueblo, de los sacerdotes y aún de los mismos obispos, al menos de sus respectivas “provincias eclesiásticas”, a la Iglesia jerárquicamente le faltará por recorrer largos e inhóspitos caminos para su reforma-renovación.

No es admisible a estas alturas pastorales, de relaciones ecuménicas y de ciertas concesiones y promesas de participación activa de laicos y laicas, llegar a ser nombrados obispos por razones fundamentalmente burocráticas y además con expresa mención para el Espíritu Santo.

Su tarea-ministerio, señor Nuncio, es –será- ardua y difícil en España. Pero urgente. Su “franciscanismo”, del que no dudamos, le ayudará a afrontarla. Pero, por favor, cambie cuanto antes sus asesores y sea menos “palaciego” y más “laico”.

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