¿Un atrevimiento, esta relación? Antonio Aradillas: "En el día de la 'Purísima' y de la 'Fiel Infantería'"

El milagro de Empel
El milagro de Empel

La relación existente entre la devoción a la Inmaculada por parte de la Infantería española, viene de muy lejos

Se fraguó con ocasión del hecho ocurrido en tierras de Flandes, el día 7 de septiembre del año 1585, concretamente en la isla de Bommel, en el encuentro de los ríos Mosa y Waal, donde una derrota anunciada se convirtió en victoria cristiana

Pero La Virgen no es otra que la Inmaculada. Es la Virgen sin maquillaje, dulzonerías, acaramelamientos y cosméticos… No es la Virgen de tantas homilías clericales o episcopales

"Y la Infantería es la "Infantería". Es decir, equiparación y exaltación de lo femenino, capacidad de servicio, orden, pacificadores, presencia activa para ayudar a los pobres y a los más necesitados, disciplina, estrategia, valor"

En los tiempos en los que vivimos, con la que está cayendo y caerá, relacionar la festividad de la “Limpia, sin mancha e Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, con la “Fiel Infantería”, para muchos no dejará de ser un atrevimiento heroico, mientras que para otros no pasará de ser un puñado de añorantes y piadosos recuerdos, irreversiblemente gloriosos y pretéritos.

De todas maneras, la historia es siempre la historia, al igual que las leyendas son las leyendas y para la interpretación de una y otras podrán ser de utilidad estas y otras reflexiones.

El hecho de la relación existente entre la devoción a la Inmaculada por parte de la Infantería española, viene de muy lejos. Es fama que ya en la batalla de las Navas de Tolosa, (a.1212), decisiva para la causa cristiana en la historia-cruzada de la Reconquista, el poderoso ejército, comandado por don Rodrigo Jiménez de Rada, 56 arzobispo de Toledo, "Primado de España", estaba presidido en tan gloriosa ocasión por un estandarte en el que figuraba la imagen de la Santísima Virgen.

No obstante, la formulación oficial de tal fiesta, patronazgo y advocación militar, se fraguó con ocasión del hecho ocurrido en tierras de Flandes, el día 7 de septiembre del año 1585,, y más concretamente en la isla de Bommel, en el encuentro de los ríos Mosa y Waal. El Tercio español conocido como el “Tercio Viejo”, formado en su mayoría por soldados procedentes de Zamora, lo mandaba el Maestre de Campo, Arias de Bobadilla, y el número de infantes rondaba los 5.000. Las tropas protestante, al mando del almirante Conde de Holak, habían conseguido acorralar a los españoles, exigiéndoles su rendición, “la que solo firmaríamos después de que todos hayamos sido vencidos y muertos”, en unánime y valiente expresión de soldados y jefes. Abiertas ya las compuertas de los dos ríos, para consumar arrasar la isla, se produjo el milagro. Las aguas de ambos se helaron y en la costa había sido encontrado un madero, enrollado al cual se hallaba un lienzo con la imagen de la Inmaculada… La derrota anunciada se convirtió en victoria cristiana y el ejército protestante sufrió innumerables y aterradoras bajas mortales. Narran las crónicas que unas dos mil.

Milagro de Empel
Milagro de Empel

Reconocida, invocada y venerada por el ejército de tierra, y por los Caballeros de las Órdenes Militares – Santiago, Montesa, Calatrava y Alcántara-., la declaración oficial de la “Purísima e Inmaculada Concepción como Patrona de la Infantería”, no llegó hasta la Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, publicada en “La Gaceta de Madrid”, el día 12 de noviembre de 1892, a solicitud del General Azcárraga, entonces Ministro de la Guerra.

La Virgen no es otra que la Inmaculada. Es decir, por más señas. la pintada una y otra vez por Bartolomé Estaban Murillo: Virgen, madre, -Sagrada Familia, Esposa, con el Niño Jesús y su primo san Juanito, el hijo de Isabel. Es la Virgen sin maquillaje, dulzonerías, acaramelamientos y cosméticos… No es la Virgen de tantas homilías clericales o episcopales. Es la Virgen del “Magníficat”, cuyas palabras e intenciones recoge san Lucas en los versículos 46-56 del capítulo primero de su evangelio, con el texto siguiente:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a los fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón; derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, -como lo había prometido a nuestros padres- a favor de su descendencia por siempre”.

Inmaculada de Murillo

Y la Infantería –soldados y jefes- es la “Infantería”. Lo que, entre otras cosas, quiere decir, y más hoy, equiparación y exaltación de lo femenino, capacidad de servicio, orden, pacificadores, presencia activa para ayudar a los pobres y a los más necesitados, disciplina, estrategia, valor –“ que se da por supuesto”-. Nada de “mandaos”, “de baratos serviciarios de jefes y jefas,” de “mindundis” y “aprovechateguis”… De izquierdas, de derechas, o del centro, o lisa y llanamente apolíticos y además, y sobre todo, devotos del equipo de fútbol de la región o de los pueblos de donde proceden. De analfabetos, nada de nada. Cualquiera de ellos, con escarapelas y entorchados, o sin ellos, luce títulos universitarios u homologables. Alegres, bromistas y católicos, protestantes, budistas o agnósticos, cuestión que jamás originará discusiones, guerras o guerrillas en los tiempos de ocio.

Esta es la Virgen, según los santos evangelios, y estos son los “infantes” enrolados hoy en la “fiel Infantería”, cuya festividad conmemoramos, y cuyos desfiles más frecuentes y aplaudidos no son solo los procesionales, sino aquellos en los que han de hacerse activamente presentes en incendios, inundaciones y en cuantas calamidades ajenas han de intervenir, afrontando con generosidad toda clase de riesgos

San Lucas –“pintor por más señas”- refiere que “María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa”, no en calidad de recluta ni de “licenciada”, sino por aquello de que su hijo que habría de nacer era y es nada menos que Jesús…

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