Antonio Aradillas: "Revestidos de vanidades, 'de raro' y con palio... Esto es ya demasiado"
"Plantados en la Edad Media, al abrigo de 'dogmas' cuestionados y cuestionables"
"¿Acaso para ser, y representar a Jesús, es necesario vestirse de esta manera?"
"Vestido –'revestido'- 'de raro', no es posible ni presentar ni representar a Dios en Jesús, ni tampoco, y menos 'religiosamente', al pueblo". La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía
Los capisayos internos y externos, pastorales, canónicos y presentados algunos hasta con ribetes y connotaciones teológicas, no hacen obispos a los obispos de hoy
La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía a un pueblo desencantado de que el ritmo eclesiástico tiene poco, o nada, que ver con el ciudadano y con el "andar por casa"…
La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía. Muchos pensábamos que el Concilio Vaticano II y las instigaciones del papa Francisco acelerarían su inicio y desarrollo con presteza y como respuestas a las demandas de nuestros tiempos y al verdadero sentir de la Iglesia… Pero por lo que se ve, se sigue enseñando y ejerciendo en la liturgia y en su contenido, esta se plantó en la Edad Media y en los tiempos y modos de los Caballeros Templarios, al abrigo de “dogmas” cuestionados y cuestionables, con algún que otro remiendo vernáculo que ´”costó Dios y ayuda” interpolar, para engatusar –“ganar la voluntad con engaños y mentiras”- al pueblo fiel, desencantado de que el ritmo eclesiástico tiene poco, o nada, que ver con el ciudadano y con el “andar por casa”…
No obstante, a los verdaderos usuarios y administradores del “tiempo y de la esencia” del cristianismo, del sentido común y hasta del buen gusto, que son los laicos y las laicas, les sobran razones para convencerse de que, así las cosas, cada día y en cada acontecimiento “religioso”, les resulta difícil –imposible- creer en la fe y en sus consecuencias, en consonancia aproximada con los evangelios.
Centrando una vez más el tema en los “ornamentos religiosos” y en el trato oficial jerárquico que se mantiene en la Iglesia al dictado de cánones que se dicen sagrados, y siguiendo las tradiciones más santas y antiguas, vuelvo a refrendar y a corroborar la idea de que a las misas, tal y como son celebradas en la actualidad, les sobran mucho aditamentos. Al menos tantos como les faltan para ser misas y para que así las reconozcan , aprecien y sientan quienes “asisten” a ellas, ajenos a poca –muy poca, o nula- participación.
¿Por qué tendrá que vestirse –“revestirse”- tan “de raro” quien preside tan sagrada ceremonia, a la que con dificultad y evangelio Jesús y sus Apóstoles apenas si hoy reconocerían y aceptarían?. ¿Acaso para ser, y representar a Jesús, es necesario vestirse de esta manera?. ¿Es que a los “fieles” tal lenguaje, gestos, ceremonias y ritos son los únicos que les convencen, entienden , santifican, mantienen, acrecientan y difunden la fe, esencia del hecho cristiano y de sus ulteriores consecuencias? ¿Es que constituye pecado, desacraliza y profana otros tipo o forma de celebración de la misa, distinto al que siguen encarnando los cánones en la actualidad?.¿Hay acaso escándalo, pecado y anatema en la sola y escueta formulación de esta pregunta, sin otra intención que la de ser educado en la fe, con positivo desmarque de aquello de que “doctores tiene la Iglesia”…?
Vestido –“revestido”- “de raro”, no es posible ni presentar ni representar a Dios en Jesús, ni tampoco, y menos “religiosamente”, al pueblo. La religión es vida y la normalidad es lo que le reconfiere a esta sus más preciosas y preciadas notas, características y hasta su propia razón de ser. Los comediantes ejercen su cometido, noble y digno de admiración y reconocimiento, pero en los teatros y escenarios preparados para tales menesteres. Religión y teatro, aunque las apariencias lo proclamen con alevosía o indiferencia, no constituirán meta de aspiraciones y programas pastorales.
La liturgia constituirá de por sí Iglesia. Es su palabra y su ejemplo. Es catecismo y epítome de doctrina cristiana. Verse obligado a aplicarle a la liturgia, sobre todo a la sacramental, el epíteto de escandalosa, ficticia o hipócrita, equivaldría a tener que reconocer su incapacidad de adoctrinamiento de “Camino, Verdad y Vida”, que encarnó y encarna Jesús…
Andar y vivir “de raro” no es modo y manera de vivir en cristiano. Es misterio -¡otro más!-y espectáculo. Todo lo contrario a lo adoctrinado, vivido y ejemplarizado por Jesús, ajeno a leyes e intenciones veterotestamentarias al servicio de los “mandamases” -Sumos Sacerdotes o aspirantes a serlo- con consciente y ulceroso desprecio para el pueblo…
Revestirse “de raro” y comportase así en la vida episcopal, social y religiosa, precisa de revisión- renovación conciliar, de gusto y de cultura. Los capisayos internos y externos, pastorales, canónicos y presentados algunos hasta con ribetes y connotaciones teológicas, no hacen obispos a los obispos de hoy. San Pablo se arrepentiría de habernos legado- ¡palabra de honor¡- el dicho de que “desear ser obispo es bueno para sí y para la comunidad”.
El “traje de faena” no admite excepciones en la eclesiología, es decir, en la concepción y en la vida y ejercicio de la Iglesia y menos “en el nombre de Dios”. No son los “ornamentos”, por sagrados que se cumplimenten, confeccionen y luzcan, lo que definirán a la jerarquía y a sus miembros más “preclaros” en razón al estamento y al color del orden que alcanzaron… Ni las soberbias, ni las vanidades, ni la falta de ponderación y cultura son elementos de Iglesia.
La sencillez, la humildad, la humanidad … es lo que hace ser y ejercer de obispos a los obispos, aunque siempre con las consabidas excepciones registradas en España desde Cádiz a San Sebastián, pasando por otras demarcaciones diocesanas, algunos de cuyos “poseedores” de sus sedes están sobrados de “razones” como para engrosar la cofradía de cesantes- cesantes y “emeritísimos”, pero con todas sus consecuencias.
Y en este contexto teológico- litúrgico, despojado de evangelio y evangelios, de verdad que resulta soberanamente difícil atrapar, enmarcar y explicar recientes ceremonias arzobispales toledanas, “primadas”, con ocasión de la imposición de un palio, en presencia de lo más “granado” de las “autoridades políticas, militares y religiosas” de la Comunidad Autónoma y más… Pero, por favor, al menos, en otras ocasiones similares, eliminen del susodicho palio, signos tales como el de los clavos de la Crucifixión del Jesús… Esto es ya demasiado…