"Plantados en la Edad Media, al abrigo de 'dogmas' cuestionados y cuestionables" Antonio Aradillas: "Revestidos de vanidades, 'de raro' y con palio... Esto es ya demasiado"

Gran alegoría de la vanidad. Pieter Boel
Gran alegoría de la vanidad. Pieter Boel

"¿Acaso para ser, y representar a Jesús, es necesario vestirse de esta manera?"

"Vestido –'revestido'- 'de raro', no es posible ni presentar ni representar a Dios en Jesús, ni tampoco, y menos 'religiosamente', al pueblo". La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía

Los capisayos internos y externos, pastorales, canónicos y presentados algunos hasta con ribetes y connotaciones teológicas, no hacen obispos a los obispos de hoy

La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía a un pueblo desencantado de que el ritmo eclesiástico tiene poco, o nada, que ver con el ciudadano y con el "andar por casa"…

La reforma de la liturgia en la Iglesia se está haciendo esperar en demasía. Muchos pensábamos que el Concilio Vaticano II y las instigaciones del papa Francisco acelerarían su inicio y desarrollo con presteza y como respuestas a las demandas de nuestros tiempos y al verdadero sentir de la Iglesia… Pero por lo que se ve, se sigue enseñando y ejerciendo en la liturgia y en su contenido, esta se plantó en la Edad Media y en los tiempos y modos de los Caballeros Templarios, al abrigo de “dogmas” cuestionados y cuestionables, con algún que otro remiendo vernáculo que ´”costó Dios y ayuda” interpolar, para engatusar –“ganar la voluntad con engaños y mentiras”- al pueblo fiel, desencantado de que el ritmo eclesiástico tiene poco, o nada, que ver con el ciudadano y con el “andar por casa”…

No obstante, a los verdaderos usuarios y administradores del “tiempo y de la esencia” del cristianismo, del sentido común y hasta del buen gusto, que son los laicos y las laicas, les sobran razones para convencerse de que, así las cosas, cada día y en cada acontecimiento “religioso”, les resulta difícil –imposible- creer en la fe y en sus consecuencias, en consonancia aproximada con los evangelios.

Centrando una vez más el tema en los “ornamentos religiosos” y en el trato oficial jerárquico que se mantiene en la Iglesia al dictado de cánones que se dicen sagrados, y siguiendo las tradiciones más santas y antiguas, vuelvo a refrendar y a corroborar la idea de que a las misas, tal y como son celebradas en la actualidad, les sobran mucho aditamentos. Al menos tantos como les faltan para ser misas y para que así las reconozcan , aprecien y sientan quienes “asisten” a ellas, ajenos a poca –muy poca, o nula- participación.

¿Por qué tendrá que vestirse –“revestirse”- tan “de raro” quien preside tan sagrada ceremonia, a la que con dificultad y evangelio Jesús y sus Apóstoles apenas si hoy reconocerían y aceptarían?. ¿Acaso para ser, y representar a Jesús, es necesario vestirse de esta manera?. ¿Es que a los “fieles” tal lenguaje, gestos, ceremonias y ritos son los únicos que les convencen, entienden , santifican, mantienen, acrecientan y difunden la fe, esencia del hecho cristiano y de sus ulteriores consecuencias? ¿Es que constituye pecado, desacraliza y profana otros tipo o forma de celebración de la misa, distinto al que siguen encarnando los cánones en la actualidad?.¿Hay acaso escándalo, pecado y anatema en la sola y escueta formulación de esta pregunta, sin otra intención que la de ser educado en la fe, con positivo desmarque de aquello de que “doctores tiene la Iglesia”…?

Palio arzobispal

Vestido –“revestido”- “de raro”, no es posible ni presentar ni representar a Dios en Jesús, ni tampoco, y menos “religiosamente”, al pueblo. La religión es vida y la normalidad es lo que le reconfiere a esta sus más preciosas y preciadas notas, características y hasta su propia razón de ser. Los comediantes ejercen su cometido, noble y digno de admiración y reconocimiento, pero en los teatros y escenarios preparados para tales menesteres. Religión y teatro, aunque las apariencias lo proclamen con alevosía o indiferencia, no constituirán meta de aspiraciones y programas pastorales.

La liturgia constituirá de por sí Iglesia. Es su palabra y su ejemplo. Es catecismo y epítome de doctrina cristiana. Verse obligado a aplicarle a la liturgia, sobre todo a la sacramental, el epíteto de escandalosa, ficticia o hipócrita, equivaldría a tener que reconocer su incapacidad de adoctrinamiento de “Camino, Verdad y Vida”, que encarnó y encarna Jesús…

Andar y vivir “de raro” no es modo y manera de vivir en cristiano. Es misterio -¡otro más!-y espectáculo. Todo lo contrario a lo adoctrinado, vivido y ejemplarizado por Jesús, ajeno a leyes e intenciones veterotestamentarias al servicio de los “mandamases” -Sumos Sacerdotes o aspirantes a serlo- con consciente y ulceroso desprecio para el pueblo…

Revestirse “de raro” y comportase así en la vida episcopal, social y religiosa, precisa de revisión- renovación conciliar, de gusto y de cultura. Los capisayos internos y externos, pastorales, canónicos y presentados algunos hasta con ribetes y connotaciones teológicas, no hacen obispos a los obispos de hoy. San Pablo se arrepentiría de habernos legado- ¡palabra de honor¡- el dicho de que “desear ser obispo es bueno para sí y para la comunidad”.

El “traje de faena” no admite excepciones en la eclesiología, es decir, en la concepción y en la vida y ejercicio de la Iglesia y menos “en el nombre de Dios”. No son los “ornamentos”, por sagrados que se cumplimenten, confeccionen y luzcan, lo que definirán a la jerarquía y a sus miembros más “preclaros” en razón al estamento y al color del orden que alcanzaron… Ni las soberbias, ni las vanidades, ni la falta de ponderación y cultura son elementos de Iglesia.

La sencillez, la humildad, la humanidad … es lo que hace ser y ejercer de obispos a los obispos, aunque siempre con las consabidas excepciones registradas en España desde Cádiz a San Sebastián, pasando por otras demarcaciones diocesanas, algunos de cuyos “poseedores” de sus sedes están sobrados de “razones” como para engrosar la cofradía de cesantes- cesantes y “emeritísimos”, pero con todas sus consecuencias.

Y en este contexto teológico- litúrgico, despojado de evangelio y evangelios, de verdad que resulta soberanamente difícil atrapar, enmarcar y explicar recientes ceremonias arzobispales toledanas, “primadas”, con ocasión de la imposición de un palio, en presencia de lo más “granado” de las “autoridades políticas, militares y religiosas” de la Comunidad Autónoma y más… Pero, por favor, al menos, en otras ocasiones similares, eliminen del susodicho palio, signos tales como el de los clavos de la Crucifixión del Jesús… Esto es ya demasiado…

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