"La 'monserga' del Nuncio ante el cuerpo diplomático, un dicurso que ya no se estila" Antonio Aradillas: "El Nuncio y la democracia"

Discurso del Nuncio ante el cuerpo diplomático
Discurso del Nuncio ante el cuerpo diplomático

"Habría que invocar hasta la exageración, usos, costumbres y tradiciones eclesiásticas, no siempre evangélicas ni mucho menos, para justificar la existencia de los Nuncios"

"Además de la predicación oficial de la que es portador ¿el Nuncio es ejemplar de quienes jerárquicamente actúan en su nombre?"

"¿Qué es eso de 'unidad', cuando dentro de la propia Iglesia ella brilla por su ausencia, dando pasos tan cortos y, en ocasiones, aún en direcciones opuestas, en la sagrada tarea-ministerio del ecumenismo?"

"¿Cuántos 'cien días' más tienen aún que transcurrir en España para que los frutos 'franciscanos' se cosechen en el episcopado, después del desolador panorama pastoral que nos legaron sus antecesores?"

Con la correspondiente dosis de prosopopeya cuasi-litúrgica, tal y como mandan los cánones y lo exige el protocolo, con mascarilla en esta ocasión, el Nuncio de SS. en España, en calidad de decano del Cuerpo Diplomático, el único vestido “de raro” en el grupo, presente ante los Reyes Felipe y Letizia, pronunció unas palabras de las que, entre otros párrafos, subrayo el siguiente:

“Todo progreso está ligado a valores ético-morales que vertebra a la sociedad. La división no vale como solución por superar la crisis generada por la pandemia. El pueblo español se caracteriza por su vocación y por la voluntad de responder a su vocación y compromiso europeo. España sabrá salir de esta “zozobra”.

Con respeto y comprensión civil y eclesiástica, me permito sugerirle al señor Nuncio -embajador, representante oficial del Vaticano y de Nuestra Santa Madre la Iglesia, que este tipo de comunicación y discurso ya no se estilan. Están de más. No dicen nada. Absolutamente nada. Vacíos de contenido, le sobran gestos y palabrerías. Como representante, aunque sea “oficial” de la Iglesia, es decir, de Jesús, su encaje en la pastoral impartida y predicada por el papa Francisco, muy dificultosamente tiene cabida, a no ser que el término “diplomacia” lo despojásemos de otras acepciones y lo dejáramos vestido solo de los propios de “habilidad, sagacidad y disimulo”.

Y es que la figura, misión, distinción, atributos, y esencia del concepto “Nuncio”, en singular y en plural, precisa de urgente, seria y cristiana reflexión. Está ya superado, desde su práctica desaparición de los antes todopoderosos Estados Pontificios, tan ricos, armados y dispuestos a defender sus intereses y los de sus representantes, por supuesto que también “manu militari”, no ahorrándose anatemas y condenas en esta vida y en la otra, o lo que es lo mismo, eternamente.

Habría que invocar hasta la exageración, usos, costumbres y tradiciones eclesiásticas, no siempre evangélicas ni mucho menos, para justificar la existencia de los Nuncios, comenzando por los palacios en los que residen, por las tareas que les son encomendadas, o que ellos mismos se inventan y asumen, y que no infrecuentemente se hacen hasta escandalosas noticias en los medios de comunicación, nacionales e internacionales, y en contra de la propia Iglesia.

Por lo que respecta, por ejemplo, a España, huelga referir que su Iglesia es, y está como está, precisamente a consecuencia de cómo fueron y actuaron sus Nuncios, con el impreciso asentimiento del papa respectivo, más de los miembros de la Curia, a la que no solamente lamentos, sino descalificaciones muy graves, junto con penitenciales avisos, no tiene más remedio que propinarle el papa sin excluir las áreas de la administración de la Justicia que se imparte en los Sagrados Tribunales, respecto al matrimonio y a otros menesteres sacramentales o de los otros.

Enrique Rosich, misioneros comboniano en Chad, con el Nuncio Aúza
Enrique Rosich, misioneros comboniano en Chad, con el Nuncio Aúza

Todo el Cuerpo Diplomático, los Reyes de España y los posteriores lectores de los discursos del Nuncio, saben -sabemos- ue “todo progreso está ligado a valores ético-morales … Pero, además de la predicación oficial de la que es portador ¿el Nuncio es ejemplar de quienes jerárquicamente actúan en su nombre? ¿Qué es eso de “unidad”, cuando dentro de la propia Iglesia ella brilla por su ausencia, dando pasos tan cortos y, en ocasiones, aún en direcciones opuestas, en la sagrada tarea-ministerio del ecumenismo?

Lo de “pueblo español, probado espíritu de superación, voluntad de compromiso, concierto europeo…”, y demás lugares comunes, no pasan de ser catalogados como otras tantas monsergas en el lenguaje popular que, si en el diplomático desentonan y escandalizan a algunos, a los cristianos les sorprende su carencia de evangelio.

Por cierto, ¿cuántos “cien días” más tienen aún que transcurrir en España para que los frutos “franciscanos” se cosechen en el episcopado, después del desolador panorama pastoral que nos legaron sus antecesores, poco adictos y escasamente devotos del Concilio Vaticano II, sin el que la Iglesia dejaría de ser Iglesia, tal y como el mismo papa acaba de reconocer y adoctrinarnos? ¿Qué ejemplo de democracia cristiana puede encarnar el Nuncio, por mucho que así lo evangelice en los países que represente al Vaticano?

Volver arriba