Pan y lavatorio de pies. Servir y compartir Antonio Aradillas: "Este Jueves es y sabe a pan. Pan de Eucaristía"

El pan de la vida
El pan de la vida

El pan es en la mayoría de los pueblos, el más importante de sus alimentos. En el antiguo Egipto se conocieron y registraron unas 40 clases de pan

Junto con el vino, el "pan de vida" de la Eucaristía se convierte en alimento del alma con la soberana y adoctrinadora advertencia de que "no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"

Aquí y ahora es imprescindible actualizar y revivir la escena del lavatorio de los pies con toda la carga de humanidad, humildad, gloria y servicio, que en tal menester nos legara Jesús

Jesús, y como anticipo inmediato para ser y partirse como Pan, se preparó y preparó a los suyos, nada menos que lavándoles los pies… Se trataba del más humilde y humillante de los oficios domésticos

Andar paulinamente "tras las huellas" de alguien, cuyo lavado de pies fue practicado por el mismo Jesús a sus apóstoles y seguidores, equivale a reproducir su propia misión y ministerio hasta sus últimas consecuencias

Para muchos, el Jueves de la Semana Santa de los “coronavirus” habría de escribirse, vivirse y testimoniarse con todas y cada una de sus letras mayúsculas, con referencias al PAN y al LAVATORIO de los pies.

Y es que este Jueves es y sabe a pan. Pan de Eucaristía. Pan que se parte y comparte por todos y para todos, y para su redención liberadora, integral e integradora. Candeal. Pan cuyo repartidor es el mismo Jesús, quien a su vez, tiene y es, de por sí, e infinitamente PAN, cuya entrega y donación se perpetua en la celebración-concelebración de la santa misa.

El pan es en la mayoría de los pueblos, el más importante de sus alimentos. En el antiguo Egipto se conocieron y registraron unas 40 clases de pan. “Pan y cerveza” alcanzaron la categoría de ofrendas a los muertos, como alimento básico para el “Más Allá”. El pan jamás se cortaba o se recortaba. Se partía. Y, en el sentido metafórico, “partir el pan” significaba “comer en común”. Los “Doce panes de la proposición” en el templo de Jerusalén, del Antiguo Testamento, son símbolos también del alimento espiritual. “Al partir el pan”, se conocían de verdad quienes eran amigos.

En el Nuevo Testamento hay multitud de referencias al pan, que milagrosamente alimentó a la multitud, y del que más milagrosamente aún sobraron unas doce cestas. Junto con el vino, el “pan de vida” de la Eucaristía se convierte en alimento del alma con la soberana y adoctrinadora advertencia de que “no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

El pan, ni es ni sabe a pan, si no se comparte. El pan ácimo no tiene levadura. Esta lo torna bastante más en pan. Al pan, más que como masa mezclada con agua, le confiere plena y vigorosa consistencia y virtud alimenticia, cuando, con convicción carismática, es mezclada con lágrimas. La sensibilidad popular le dedica al pan frases tan nobles, elocuentes, testamentarias y adoctrinadoras como “pan y circo”, “ser pan comido”, “llamar pan al pan y vino al vino”, “con su pan se lo coma”, “más bueno que el pan”…, haciéndolo depositario de besos, si se cae de las manos y trazando sobre él la señal de la cruz, siempre tratado como algo sagrado. No en balde, el pan –manjar de vida- era el nombre del dios griego de los pastores originarios de los montes de La Arcadia.

“El camino que va desde el grano de trigo que se hunde en el oscuro surco del campo, desde el suave verdor y el mar de doradas espigas cimbreantes, pasando por el trabajo de la siega, de la trilla, el proceso de la molienda, de la criba, de la preparación de la masa, del paso por el calor incandescente del horno y finalmente el reparto común en la mesa de la familia, cada proceso de elaboración de este manjar está pletórico de simbolismos y habla del camino recorrido por la cultura humana y divina”.

Mosaico cristiano

Y el camino-camino es de por sí “semanasantero”. Muy del Jueves Santo. Sustantivamente Eucarístico. Con las ceremonias y procesiones y sin unas y otras. Diríase que en estos tiempos “coronavíricos”, también y sobre todo, “se hace camino al andar”, y al espíritu le sobran los pies para hacerlo con puntualidad y en compañía.

Y aquí y ahora, en la primera Eucaristía –Santa Cena- celebrada y concelebrada por Jesús y los suyos –cuyo número coincide salvadoramente con la humanidad entera- , es imprescindible actualizar y revivir la escena del lavatorio de los pies con toda la carga de humanidad, humildad, gloria y servicio, que en tal menester nos legara Jesús.

Jesús -el del “Camino, la Verdad y la Vida”- , y como anticipo inmediato para ser y partirse como Pan, se preparó y preparó a los suyos, nada menos que lavándoles los pies… Se trataba del más humilde y humillante de los oficios domésticos. Era tarea exclusiva de los esclavos, al servicio de sus dueños y señores, definidos legal y socialmente, por la incapacidad para jamás decir “no”, y con conciencia de su pertenencia otro y no a sí mismos. Más cercanos a la idea de “objeto o cosa”, que a la persona.

Jesús fue y actuó como esclavo. (“Siervo de los siervos de Dios”, como lema del escudo heráldico y de armas, de los miembros de su jerarquía, es por cierto lo que a no pocos les queda del sublime adoctrinamiento de Jesús en relación con el servicio y los servidores). Sin servicio no hay Eucaristía. La vida, y más la cristiana, no sirve ni es vida, si no se sirve con ella. Servicio y Eucaristía -“partir y compartir el Pan” es una sola cosa y esta y no otra es la “misión”, ministerio y misterio- de la santa misa.

Andar paulinamente “tras las huellas” de alguien, cuyo lavado de pies fue practicado por el mismo Jesús a sus apóstoles y seguidores, equivale a reproducir su propia misión y ministerio hasta sus últimas consecuencias “semansantareas”, tanto las espectaculares litúrgicas y procesionales, como las que “por orden superior” y “coronavíricas”, se nos ha sido impuesto celebrar en los recintos domésticos, es decir, en las “casas” de nuestras “iglesias” familiares, tan devotas y religiosas unas como las otras.

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