La idea de Cristo sobre la autoridad. Reflexiones sinodales (I) ¿Autoridad? Sí, pero...

"¡No tiemble! Soy tu párroco. Te diré si hace frío o calor"
"¡No tiemble! Soy tu párroco. Te diré si hace frío o calor" Tom Adcock

Es útil reflexionar sobre la relación entre nuestra personalidad y nuestra autoridad. La sociología nos dice que cualquier comunidad o grupo tiende a guiarse por los llamados "líderes naturales"

No cabe duda de que, en la historia de la Iglesia, los sucesores de los apóstoles a menudo se equivocaron en el ejercicio de su autoridad. Es necesario reformar el gobierno de la Iglesia. Sin embargo, al hacerlo no debe perderse ni minimizarse la verdadera autoridad de los líderes eclesiásticos. Esto requiere un examen cuidadoso

Hubo un tiempo en los Países Bajos en que los sacerdotes de las parroquias locales debían dar clases de catecismo en los institutos católicos.

Recuerdo la agonía que sufrió un colega mío que acababa de ordenarse para la diócesis de s'-Hertogenbosch. Había sido destinado a la parroquia de Mill, un gran pueblo predominantemente católico de la provincia de Brabante. Yo también trabajé en esa parroquia durante unas semanas para sustituir a un sacerdote que estaba de vacaciones. Por eso pude ser testigo directo de sus luchas. Era el final del verano de 1962.

Íbamos juntos en bicicleta al instituto para dar clases de religión. Dábamos clase en aulas contiguas. Si no recuerdo mal, los alumnos del nivel dos le correspondían a él, y los del nivel tres a mí.

Mientras me dirigía a los alumnos, algunos del fondo no paraban de hablar entre ellos. Golpeé con el puño el atril del profesor y les grité. Inmediatamente se pusieron en fila. Pero pronto oí ruidos en el aula de mi colega. Había risas y oí choques. Así que abandoné temporalmente mi aula y miré por una ventana lateral lo que ocurría al lado. Un caos. Alumnos de pie en sus asientos gritándose y tirando libros. Mi colega, indefenso en su atril frente a la clase, levantaba los brazos sin ningún efecto. Créanme, ¡es verdad!

Cuando vi al director salir corriendo de su despacho para restablecer el orden, volví rápidamente a mi clase. Al final de la clase me encontré con el director, que me dijo que el otro sacerdote ya había vuelto al presbiterio.

"¿Qué ha pasado?", le pregunté.

"Bueno", dijo encogiéndose de hombros. "Tu amigo no tiene lo que hay que tener. No se hace cargo. No es un líder natural. Los chicos lo notan y se aprovechan...".

Liderazgo, natural y por encargo

Es útil reflexionar sobre la relación entre nuestra personalidad y nuestra autoridad. La sociología nos dice que cualquier comunidad o grupo tiende a guiarse por los llamados "líderes naturales". Se trata de personas que poseen las cualidades necesarias para inspirar y dirigir a los demás. Entre esas cualidades podemos contar: la capacidad de mantener buenas relaciones humanas; un talento especial en las habilidades que exige el grupo; madurez de carácter; y sentido de la responsabilidad. Mientras que otros pueden intentar hacerse respetar en vano, los líderes naturales serán reconocidos y aceptados espontáneamente por el grupo.

Sin duda alguna, el propio Jesús era un líder natural. Pero actuó porque se lo habían encargado. Proclamó un mensaje en virtud de la autoridad que se le había conferido. Sus contemporáneos se dieron cuenta de que no hablaba como los escribas. "Habéis oído que se dijo..., pero yo os digo..." (Mateo 5,21.27.31.33.38.43). Se sabía asignado a su tarea por Dios. La autoridad de Jesús se manifestaba también en sus curaciones milagrosas y en su poder para perdonar los pecados. Enfrentado a los sacerdotes en el templo, Jesús insistió en poseer autoridad para expulsar a los mercaderes. Jesús envió a sus apóstoles a todo el mundo con la conciencia: "A mí se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra" (Mateo 28,18). Pero, ¿y los apóstoles? ¿Fueron elegidos por Jesús porque tenían cualidades sociales propicias para que fueran aceptados como líderes naturales?

Sabemos que Jesús seleccionó a los apóstoles con mucho cuidado. Antes de llamar a los doce, Jesús oró toda la noche. Eligió sólo a aquellos "que él mismo había elegido". Estudiando los evangelios, encontramos muchos indicios que muestran que Jesús no sólo los seleccionó sobre una base espiritual, sino también teniendo en cuenta sus talentos naturales. Sin duda, en la selección de los apóstoles por parte de Jesús se presuponía cierto grado de liderazgo natural. Pero la autoridad que Jesús otorgó no puede juzgarse como una extensión de tales disposiciones naturales. Jesús dio algo asombrosamente nuevo y completamente diferente.

El tipo de autoridad que dio Jesús

No cabe duda de que, en la historia de la Iglesia, los sucesores de los apóstoles a menudo se equivocaron en el ejercicio de su autoridad. Es necesario reformar el gobierno de la Iglesia. Sin embargo, al hacerlo no debe perderse ni minimizarse la verdadera autoridad de los líderes eclesiásticos. Esto requiere un examen cuidadoso.

Pregunta

Cuando debatimos la naturaleza de la autoridad en la Iglesia, ¿no deberíamos preguntarnos qué tenía en mente Jesús? ¿Se corresponde el modo en que se gobierna la Iglesia en nuestros días con lo que quería Jesús?

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*Texto: John Wijngaards; viñeta: Tom Adcock.
Publicado en colaboración con el Instituto Wijngaards de Investigación Católica.

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