"Es conveniente reflexionar acerca del 'después' del papa Francisco" Cardenales papables en cuaresma-cuarentena

Colegio cardenalicio
Colegio cardenalicio

"Cualquier noticia referente a la salud del papa Francisco, les suponen a muchos verdaderas conmociones"

"Del Colegio Cardenalicio ya existente, y del que aún pueda aumentarse, ha de surgir el nombre de quien, en su día, haya de substituir al papa Francisco"

"El horizonte que vislumbrarán los papables, los no papables, el 'pueblo fiel' y gran parte del resto del mundo, es poco proclive a felices pronósticos"

"No pocos cardenales electores actuales lo fueron gracias a Juan Pablo II y a Benedicto XVI… La vuelta a las misas en latín y de espaldas al pueblo, no es descartable, por lo que ya, y con cierta urgencia, se precisan más cardenales rebautizados en Asís, al igual que Francisco"

"El Colegio Cardenalicio -¿cuándo ha de llegar su reforma?-, que ha de elegir al sucesor de Francisco, a muchos, cristianos o no, no les parece fiable"

Cualquier noticia referente a la salud del papa Francisco, aunque sea revestida de diagnósticos clementes y de los más optimistas presagios, les suponen a muchos verdaderas conmociones.Y es que Francisco es, hace y actúa de Francisco -el de Asís-, con méritos incuestionables, y más tal y como están hoy los tiempos no solamente los litúrgicos.

La penúltima de estas noticias “franciscanas” ha sido su indisposición para participaren los actos programados en la ciudad italiana de Florencia.

Y en este contexto me limito a redactar las consideraciones siguientes:

Del Colegio Cardenalicio ya existente, y del que aún pueda aumentarse, ha de surgir el nombre de quien, en su día, haya de substituir al papa Francisco. La vida tiene sus leyes, al igual que la Iglesia sus instituciones y organismos, y más concreta y excepcionalmente, las relacionadas con la elección del papa , en cuya misión perduran los parcos indicios de democracia que tienen cabida canónica en su Código.

Y, de vez en vez, no solo es conveniente, sino esencial, tomarle el pulso a la vida eclesiástica y reflexionar acerca del “después” del papa Francisco. Los tiempos y tantas otras circunstancias así lo demandan previsoramente, dando por supuesta la acción del Espíritu, a la vez que motivos también terrenales, por mucho que se les pretenda “sobrenaturalizar”.

Y hay cardenales papables y otros no, o no tan papables, si bien ni de unos ni de otros acierten los pronósticos, aunque los mediaticen importantes órganos de la comunicación, previo el examen de cuantas circunstancias político-religiosas lo expliquen, con aproximada certeza, a favor o en contra.

No sería procedente olvidarse de que la situación en la que hoy vive la Iglesia, con mención respecto al substituto al papa, es difícilmente homologable con la de otras anteriores. No cabe olvidarse tampoco de que el horizonte que vislumbrarán los papables, los no papables, el “pueblo fiel” y gran parte del resto del mundo, es poco proclive a felices pronósticos alentadores y optimistas en general, sino todo lo contrario.

Lo de “Iglesia una, santa, católica, apostólica y romana”, pasó a mejor vida, previas las interpretaciones y vivencias teológicas, bíblicas y ético-morales, si se les presta la debida atención a cuanto es y rodea a la propia Iglesia, con nombres, apellidos, comportamientos y silencios de representantes de mayor relieve, importancia y significación.

Precisamente de los cardenales con fama y aureolas de papables, que merecieron “condecoración”” y reconocimiento tan “justificado” y plausible, huelga referir que la ruptura del “franciscanismo” conciliar, que representa e intenta vivir y hacer perdurable el papa Bergoglio, le supondría a la Iglesia nada menos que la convicción de encontrarse a las puertas de la declaración de un cisma. Este se da ya en la práctica, en no pocas áreas, aunque, una vez más, son las apariencias las que mandan y deciden.

Las nostalgias y autoritarismos, al igual que el abominable desprecio a las exigencias de los tiempos nuevos y de quienes los viven, ni son ni hacen Iglesia, y a lo más que conseguirán llegar será a hurtarle el sobrenombre de Jesús a lo que seguirán llamando Iglesia. Estos no “se salieron” de ella, pero ella -la Iglesia- sí que “se salió de ellos”Diagnóstico tan abrumador y veraz afecta a buena parte del “Alto y Bajo Clero”, con inclusión de los acólitos, si bien con no excesivo número de laicos y laicas, entre otras razones, porque para los anti-papa Francisco, los laicos y, sobre todo las laicas, no cuentan como miembros responsables y activos de institución tan sagrada, precisamente por estar haciendo todo lo posible y algo más, por conservar su condición de “machista”, aun aportando para ello, falaces y retorcidos argumentos bíblicos y patrísticos.

No tardará mucho -es ley de vida- que el papa Francisco sea substituido por otro, no sobrando razones para imaginar que, tal y como se ponen las cosas, al nombre pontifical que elija le exornen los imperiales y regios números romanos de toda la vida, con muy raras excepciones, como en el evangélico caso de Pedro.

No pocos cardenales electores actuales lo fueron gracias a Juan Pablo II y a Benedicto XVI. También al papa Francisco, aunque “ con reserva” y limitaciones. Los cardenales fueron y son los “alter ego” de los papas. Estos son los responsables únicos de sus nombramientos. Los cardenales son lo que son sus “procreadores”- promotores. Son ya papas “in fieri”.

Es posible que no les falten razones de queja a muchos cristianos convencidos de que la renovación del Colegio Cardenalicio no fue todavía lo “franciscana” que pudiera ya haber sido, por lo que, por ejemplo, la vuelta a las misas en latín y de espaldas al pueblo, no es descartable, sino hasta virtuoso, “evangelizador”, misterioso y sagrado. Cunde últimamente la impresión que a las nostalgias y a los autoritarismos, eclesiales y eclesiásticos, se les entreabren en demasía las puertas, con satisfacción y con gozo pascuales, por lo que ya, y con cierta urgencia, se precisan más cardenales rebautizados en Asís, al igual que Francisco.

Villas palaciegas

El Colegio Cardenalicio -¿cuándo ha de llegar su reforma?- , que ha de elegir al sucesor de Francisco, a muchos, cristianos o no, no les parece fiable. La impresión de que el conservadurismo y las añoranzas “juan paulinas” (dos) y las “benedictinas” (diez y seis) podrían “orientar” al Espíritu Santo en direcciones opuestas a las “franciscanas”, es patente. Según estas direcciones, las cosas hay que dejarlas tal y como estaban y así no sufrir quebranto alguno el nombre de la Iglesia, aunque las “procesiones”, de todo tipo y condición, “vayan por dentro”, sin ocurrírseles pensar que, después de internet, toda intimidad podrá ser predicable en las plazas y lugares abiertos, tanto o más sagrados que los sempiterna y misteriosamente cerrados.

Acudo con relativa frecuencia al periodista e historiador Vicens Lozano para que me sirva de guía “vaticanista” en su libro “Intrigas y poder”, y en las páginas 263 y ss., precisamente dedicadas a los “palacios de los Cardenales” en los que residen sus “Eminencias Reverendísimas -algunos que han de ser electores del papa Francisco-, que me reafirman en la idea de que el cambio-la Cuaresma penitencial- está todavía lejos, muy lejos…

A cualquiera le ruborizará la lectura de tan solo este párrafo de las declaraciones, en mayo del 2014, de un “cardenal italiano indignado”: 
“ Los príncipes de la Iglesia somos príncipes y no se pueden cambiar los derechos seculares derivados de nuestra misión transcendental. La historia y la tradición nos avalan. Toda la vida ha sido así y seguirá siendo así. ¿Quién es Bergoglio para faltarnos al respeto y poner en duda nuestra condición?

Con referencias a las villas palaciegas en las que viven una decena de cardenales en Roma, nuestro amigo el autor del citado libro refiere haberlos visitado y entrevistado “en residencias inmensas y palacios, la más grande de ellas, de mil doscientos metros cuadrados, aunque la mayoría ronda los ochocientos. El alquiler les sale gratis, solo pagan agua, luz, gas y una parte de calefacción. Disponen de personal de servicio que sufraga la Santa Sede, formado por monjas domésticas (criadas) , secretarios, asistentes y chóferes y a todo esto se le añade la potestad de ir a los almacenes de los Museos Vaticanos y seleccionar las obras de arte de grandes maestros pintores y escultores que no se exponen por falta de espacio en las salas de exhibición. El Museo se encarga de trasladarlas a las residencias de los purpurados donde podrán lucirlas ante los invitados. De esta manera he podido admirar creaciones de Caravaggio, Tiziano, Rubens, Tintoretto… , vetadas a los ojos de muchos mortales”.

Del capítulo de las fiestas que en tales “templos” palaciegos cardenalicios se celebran, hoy por hoy, me limito a copiar estas palabras del cronista:
“Recuerdo un par de suntuosas fiestas en la época del pontificado de Benedicto XVI, con motivo de cumpleaños de cardenales que comenzaban a las doce del mediodía y terminaban cuando salía el sol. Formaban parte del programa cuartetos de música de cámara y comidas con caviar y mariscadas, todo ello regado con los mejores vinos y champanes franceses … Desde la llegada del papa Francisco las cosas serían diferentes…

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