Meditación para el tercer día de la Novena de Navidad Contemplemos la cuna que Él se escogió

NIño Jesús en la cuna
NIño Jesús en la cuna

"Navidad hoy solo es posible si descubrimos que esta pobreza se hace cuna para el Salvador. Nace en medio de los más pobres y en medio en la madre tierra, maltratada por hijos que solo han pensado en explotarla"

"La inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión trascendente"

"Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos"

"Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2, 12) (Cfr. QA 75-76; LS 93-95)

Es hora de hablar de una Espiritualidad Integral, es decir de la espiritualidad que integra todas las realidades humanas. Una novena de Navidad no considera solo la noche en Belén, sino que es una contemplación de toda la Realidad: Dios que se hace Hombre, el Hombre que es Divinizado por la presencia del Salvador entre nosotros, y el Cosmos que no solo sirve como escenario de este amoroso intercambio, sino que participa activamente, porque Dios se hace hombre, cuyo cuerpo está hecho de los elementos del Cosmos. Así, el Cosmos es también la cuna del Salvador.

Sin embargo, la situación actual de deterioro planetario y de pobreza de tantos pueblos, como los amazónicos, nos hacen caer en la cuenta que una Navidad hoy, solo es posible si descubrimos que esta pobreza se hace cuna para el Salvador. Nace en medio de los más pobres y en medio en la madre tierra, maltratada por hijos que solo han pensado en explotarla. Es hora de anunciar la Buena Nueva, con más vigor, hasta los confines del orbe.

El anuncio de la Buena Noticia del Salvador, dada la situación de pobreza y abandono de tantos habitantes de la Amazonia, necesariamente tendrá que tener un perfume marcadamente social y caracterizarse por una firme defensa de los derechos humanos, haciendo brillar ese rostro de Cristo que «ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres». Porque «desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana», y esto implica para las comunidades cristianas un claro compromiso con el Reino de justicia en la promoción de los descartados.

Papa, en la Amazonía
Papa, en la Amazonía

Al mismo tiempo, la inculturación del Evangelio en la Amazonia debe integrar mejor lo social con lo espiritual, de manera que los más pobres no necesiten ir a buscar fuera de la Iglesia una espiritualidad que responda a los anhelos de su dimensión trascendente. Por lo tanto, no se trata de una religiosidad alienante e individualista que acalle los reclamos sociales por una vida más digna, pero tampoco se trata de mutilar la dimensión trascendente y espiritual como si al ser humano le bastara el desarrollo material. Esto nos convoca no sólo a combinar las dos cosas, sino a conectarlas íntimamente. Así brillará la verdadera hermosura del Evangelio, que es plenamente humanizadora, que dignifica íntegramente a las personas y a los pueblos, que colma el corazón y la vida entera. Es el anuncio de una Espiritualidad Integral.

Un contemplativo, entonces, no solo atiende el llamado del Maestro a contemplar la creación, ni solo se queda llorando el sufrimiento de la tierra y de los pobres, sino que se descubre impulsado al anuncio del Salvador integrando la vida social, las culturas, las búsquedas de los hombres y mujeres, a quienes muchas veces se les niega un pedazo de tierra y hasta su propia dignidad.

¿Qué significa el mandamiento «no matarás» cuando «un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir»?

Amazonía
Amazonía

Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. La Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha dado.

El rico y el pobre tienen igual dignidad, porque «a los dos los hizo el Señor» (Pr 22,2); «Él mismo hizo a pequeños y a grandes» (Sb 6,7) y «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Entonces «Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial. Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización».

Celebramos nuestra Novena Contemplativa de Navidad en la Creación, con la certeza de saber que cada práctica contemplativa se convierte en un abrir los ojos ante la Realidad que siempre nos habla de la tierra y de los pobres.

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