Sor Lucía Caram, de nuevo en las fronteras de Ucrania Corredor humanitario 36: "Nosotros no callamos. No podemos. No debemos"

Sor Lucía Caram, en Ucrania
Sor Lucía Caram, en Ucrania

"En Ucrania, una vez más, por la ruta del Corredor Humanitario 36. El asfalto vibra bajo las ruedas de nuestros vehículos cargados de vida: ambulancias que serán refugio rodante para heridos, medicamentos que aliviarán el dolor, alimentos que sostendrán la esperanza"

El país arde.

No hay fronteras en los ataques. No hay líneas rojas. No hay respeto por la vida.

La guerra lo devora todo: las ciudades, los campos, los hospitales, los hogares… los sueños.

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En Ucrania, una vez más, por la ruta del Corredor Humanitario 36.

El asfalto vibra bajo las ruedas de nuestros vehículos cargados de vida: ambulancias que serán refugio rodante para heridos, medicamentos que aliviarán el dolor, alimentos que sostendrán la esperanza.

Sor Lucía, en Ucrania
Sor Lucía, en Ucrania

Pero el camino no es solo geográfico. Es un camino interior, de fe, de compasión y de resistencia.

Las heridas de la guerra desangran un país que no se rinde. Sus hombres, sus mujeres, sus niños, no se resignan a ser víctimas. Quieren vivir. Y vivir con dignidad.

Cada kilómetro que avanzamos es una plegaria, un acto de resistencia contra la indiferencia. Porque el mayor crimen de esta guerra no son solo las bombas, sino el silencio del mundo que mira y calla

El humo de los incendios borra los límites en el mapa. Hoy ninguna ciudad es segura.

Cada kilómetro que avanzamos es una plegaria, un acto de resistencia contra la indiferencia. Porque el mayor crimen de esta guerra no son solo las bombas, sino el silencio del mundo que mira y calla.

Nosotros no callamos. No podemos. No debemos.

Cada ambulancia que entregamos, cada paquete de ayuda que ponemos en manos temblorosas, es un grito: la vida vale más que el odio. La humanidad es más fuerte que la barbarie.

Sor Lucía
Sor Lucía

Seguimos adelante. Aunque la noche sea oscura. Aunque el miedo se cruce en nuestro camino.

Porque sabemos que del otro lado de la frontera alguien nos espera. Y ese alguien es siempre un hermano.

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