“Ver”, “juzgar” y “actuar” Crónica de una muerte

Antonio Aradillas
Antonio Aradillas

Por muchas prisas que se tengan en la vida, no será jamás ni sensato ni justo apretar el acelerador del coche hasta alcanzar, o rebasar, los 237 kilómetros/hora, con señales viarias que lo prohíben terminantemente

El tema es de por sí vidrioso, pero no tanto como para que sobre el mismo se tenga que estar obligado a correr infranqueables y tupidos velos de conmiseración y de pena, que impida “ver”, “juzgar” y “actuar” como corresponde y es propio de nuestra condición de personas, por supuesto, conscientes y adultas..

Y en estos instantes, el tema se conoce, se lamenta y se llora con cuantos ríos de lágrimas se han derramado y derraman, con ocasión de la trágica muerte de un deportista, de nombre José Antonio y de apellido Reyes, celebérrimo en todo cuanto se relaciona con marcar goles, dotado además de grandes dosis de simpatía al relacionarse con seguidores, forofos y aún indiferentes.

En primer término y por encima de todo, mi más sentido pésame a su familia, y oraciones en sufragio por su alma y de quien le acompañaba en tan dramático accidente de tráfico.

Destacado soberanamente este sentimiento mío y de tantos otros, con especial inclusión de los lectores de RD., deportistas en activo o en pasivo, no rehúyo efectuar algunas consideraciones, con la más que aproximada seguridad de ser interpretado con corrección y pedagogía.

Por muchas prisas que se tengan en la vida, no será jamás ni sensato ni justo apretar el acelerador del coche hasta alcanzar, o rebasar, los 237 kilómetros/hora, con señales viarias que lo prohíben terminantemente.

Por muy futbolista que se sea, y así lo reconozcan admiradores, admiradoras y los comentaristas de turno, tampoco parece recomendable y honesto disponer de una colección de 16 coches - deportivos de alta gama, precio, aprecio y consumo, y de espíritu y disposición para “lucirlos”, cuando procede, que será siempre o casi siempre.

Fútbol

Con la capacidad “ejemplarizante” con la que, al menos en teoría, y por ser deportista y joven, pretenden convertirse, ser y actuar a los privilegiados por la diosa Fortuna, parece un deber ineludible, ético- moral, no perder de vista esta situación social, alcanzada además con los sacrificios, disciplinas y esfuerzos a los que tuvo que someterse para conseguir triunfar en la vida.

Ni siquiera a los deportistas de elite se les permitir jugar sin contar con el equipo y al margen de las normas y de los reglamentos interpretados por los árbitros. Para ellos, y como deportistas, unos y otras habrán de ser siempre de obligado cumplimiento.

Esto no obstante, es de lamentar que haya tantos deportistas de elite precisamente, incumplidores de lo social y cívicamente establecido para el resto de los mortales, valiéndose de argucias y privilegios, de los que a veces se encargan de recortar las Delegaciones de Hacienda y los tribunales de justicia en asuntos privados o públicos del peor caletre. En la moderna “religión” futbolera, propia y específica de la bárbara incultura romana del “panis et circenses”, los protagonistas del balompié ejercen de ministros sagrados con toda clase de emolumentos, emociones, banderas, banderolas y aún rezos y promesas…

Eso sí, que quede bien claro, que las corrupciones – fichajes, compra-ventas de goles, negocios, recomendaciones…-, se cosechan en los campos de futbol exactamente igual, y aún con generosidad mayor, que en otros recintos deportivos, bancarios, políticos o sociales…

¡Que Dios tenga en su gloria a quienes tuvieron prisas excesivas y desordenadas en llegar cuanto antes a ninguna parte, tal vez por aquello de que ni el dinero ni la fama lo es todo, y porque además, es indispensable contar con la preparación adecuada lo mismo para correr, que para detenerse a tiempo…¡

Los “valores” deportivos, tal y como hoy se cultivan, aprecian, predican y difunden, jamás sustituirán a los ético morales de toda la vida…

Religión 'futbolera'

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