"Ni el Ayuntamiento, ni el Opus Dei pretenden tomar medidas" Juan Cuatrecasas: "Es una perversión ética, moral y desde luego muy poco cristiana y humanista"

Juan Cuatrecasas
Juan Cuatrecasas

"La hipocresía es el colmo de todas las maldades, algo que el Opus Dei y sus satélites mediáticos no paran de acreditar, día a día, mes a mes, año a año, hasta levantar el peso de la tapa de su cloaca, por un chorro de catarata que no es de agua, sino más bien de lodo, barro y fluidos residuales"

"Viéndoles revolcarse en la indecente conducta de re victimización de niños y niñas, algunos y algunas, hoy adultos y adultas, que sufrieron en sus carnes actos sexuales y de maltrato a manos de perversos adultos, en pleno proceso de forja de sus personalidades, les dibujo con esa fe sin sonrisa, con el corazón podrido, con la lacerante moral putrefacta de quien según se incorpora de la cama, todas las mañanas, lo primero que piensa es como hacer sufrir al prójimo"

Entre las medidas constitucionales de protección a la infancia y la adolescencia, además de la letra del artículo 39, infancia y familia, existe una figura de alto rango institucional dentro de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. El Defensor del Pueblo es, en efecto, el designado, en virtud de lo establecido en el artículo 54 de la Constitución Española, como alto comisionado de las Cortes Generales para la defensa de los derechos recogidos en el Título I de la Constitución, encuadrándose el artículo 39 de nuestra magna carta, dentro del mencionado título.

Ángel Gabilondo y su equipo de trabajo recibieron una encomienda del Congreso de Diputados, inmensa representación del arco parlamentario, con la única excepción de Vox, en aras de practicar una investigación multidisciplinar con el objetivo de un informe que acreditara la silenciada realidad de la pederastia en el ámbito eclesiástico en España.

Concluido el informe reflejado en un documento denominado Una Respuesta Necesaria y expuesto en 777 páginas, avalado por el trabajo conjunto de un buen número de académicos y profesionales facultativos, además de por el testimonio de infinidad de víctimas y supervivientes, acreditando muchas horas de trabajo y de esfuerzo, de las que personalmente puedo dar fe, es ahora cuando surge de entre las sombras, un personaje que se vanagloria en público de haber falseado su identidad como víctima, los datos y detalles de su caso de pederastia eclesial, intentando demostrar, según él mismo, la presunta fragilidad del método desarrollado no solo por el Defensor, sino también por El País e incluso el Plan Repara del Arzobispado de Madrid.

Alfredo Fernández, autor de la denuncia falsa de abusos
Alfredo Fernández, autor de la denuncia falsa de abusos El Correo de Pozuelo

Además dice no sentir ningún reparo moral por el fraude. Funcionario público en el ayuntamiento de la localidad madrileña de Pozuelo y miembro del Opus Dei, ni el Consistorio pozueleño, ni el colectivo del crucifijo de cristal y los príncipes de la Iglesia pretenden tomar medidas al respecto. Los primeros dicen que se trata de “las actividades particulares de un funcionario”, que no es de nombramiento personal de la alcaldía. Los segundos, se ponen él alzacuellos para primero decir que no están de acuerdo con acciones que aumenten el dolor de las víctimas y supervivientes de pederastia, para acto seguido declinar tomar medidas contra quien ha faltado muy gravemente, al respeto debido a todos y todas quienes acudieron al Defensor del Pueblo para dar su testimonio real.

Rescatando al dramaturgo y poeta francés Jean-Baptiste Poquelin, más conocido por Molière, La hipocresía es el colmo de todas las maldades, algo que el Opus Dei y sus satélites mediáticos no paran de acreditar, día a día, mes a mes, año a año, hasta levantar el peso de la tapa de su cloaca, por un chorro de catarata que no es de agua, sino más bien de lodo, barro y fluidos residuales. Mi adorado Umberto Eco, nunca dejaré de repetir esta frase porque define a la perfección a estos individuos, que como el tal Alfredo Fernández, dedican sus fariseas vidas de presuntas virtudes, oración y ayuda al prójimo, afirmó que “El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda.”

Viéndoles revolcarse en la indecente conducta de re victimización de niños y niñas, algunos y algunas, hoy adultos y adultas, que sufrieron en sus carnes actos sexuales y de maltrato a manos de perversos adultos, en pleno proceso de forja de sus personalidades, les dibujo con esa fe sin sonrisa, con el corazón podrido, con la lacerante moral putrefacta de quien según se incorpora de la cama, todas las mañanas, lo primero que piensa es como hacer sufrir al prójimo. Carne de confesionario, espacio al que acuden para soltar el contenido de su íntimo saco de esparto de pecados, lavar la conciencia de modo transitorio y volver a las andadas, sin rubor o arrepentimiento. Y es que lo ejecutado por este personaje, que parece salido de alguna cueva con olor a incienso y rancios aromas inimaginables, es una perversión ética, moral y desde luego muy poco cristiana y humanista. Que a estas alturas este individuo siga ocupando un puesto público en un ayuntamiento democrático, dependiendo o no su elección de la alcaldía de Pozuelo, y un rango como miembro del Opus Dei, dice muy poco del equipo de gobierno del consistorio madrileño y de la Sanctae Crucis et Operis Dei. Poco no, poquísimo. De los primeros me sorprende y alarma, de los segundos ya no me sorprende, ni me alarma, simplemente me causa una ya acostumbrada repugnancia.

Porque al margen del ataque a una de las más relevantes instituciones del Estado de Derecho, a un medio informativo cuyos periodistas han demostrado una integridad profesional objetiva indudable y a una legión aún inacabada de víctimas y supervivientes de pederastia eclesiástica, este personaje se ha regodeado en ello, con una intolerable osadía y una impertinencia provocadora que no deberían quedar sin sanción.

Porque al igual que en este país, algunas víctimas, entre ellas la del denominado Caso Gaztelueta, siguen, incluso con sentencias firmes condenatorias por vía penal contra sus agresores y abusadores, recibiendo públicos insultos, ataques, intentos de faltar a su credibilidad, incendiarios alegatos en favor de pederastas condenados, este suceso demuestra una bajeza intolerable.

Algo que los que defendemos a ultranza las reglas de juego de nuestro marco jurídico y constitucional no debemos tolerar. Porque algo así nos ataca a todas y todos. A nuestra convivencia, a nuestra libertad, a nuestra integridad, a nuestros derechos humanos. Lo acontecido si no tiene consecuencias, reflejaría una grieta en nuestro marco jurídico que algunos, la inmensa mayoría, no estamos dispuestos a asumir. Porque como estableció el gran Isócrates, rétor ateniense,

“La constitución es el alma de los Estados” y si el alma de un Estado se percibe en peligro, los que creemos en su protección y proyección, tenemos la obligación de reaccionar, con talante pero sin que nos tiemble el pulso. Ahora, porque luego será tarde.

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