Una reflexión sobre la vocación tardía en la Iglesia hoy ¿Demasiado tarde para Dios?

Esta reflexión no quiere cambiar normas, ni proponer soluciones mágicas. Solo quiere abrir una ventana. Dejar que entre luz. Y que quienes acompañan vocaciones puedan, también, escuchar con nuevos oídos.
Dios sigue llamando. A veces, lo hace en la tarde. Y no porque llegue tarde, sino porque el corazón se abre entonces
| José Bautista*, filósofo y teólogo laico
“Id también vosotros a mi viña.” (Mt 20,4)Cuando Dios llama, lo hace con delicadeza. Y lo hace a cualquier hora del día.
Introducción
Algunas voces no se apagan con el paso del tiempo. Más bien, se vuelven más nítidas. Así es el llamado de Dios: no conoce prisa, ni responde a calendarios. Llega cuando quiere, a quien quiere, y en el momento exacto en que el alma está lista para escuchar.
Esta reflexión brota desde dentro, no desde el análisis ni la teoría. Es el eco sereno de una experiencia personal: la de quien ha caminado largo trecho, ha amado, ha perdido, ha buscado… y en medio del silencio, ha sentido una voz que no se impone, pero que insiste con amor.
Y sin embargo, al tocar algunas puertas dentro de la Iglesia, uno descubre que hay límites que no están en el Evangelio: la edad. Algunos caminos se cierran con cautela, no por falta de fe, sino por estructuras que han sido pensadas para otros tiempos.
Este texto no nace como queja, sino como plegaria. Como una invitación a la escucha. Como un susurro que pide ser acogido en el discernimiento eclesial.
1. La voz de Dios no tiene edad
La Biblia está llena de historias donde la vocación llega en la madurez. Abrahán recibe la promesa cuando ya no espera hijos. Moisés es enviado a liberar a su pueblo cuando lleva años en el desierto. Pedro y Andrés no eran adolescentes cuando dejaron sus redes para seguir a Jesús.
En la historia de la Iglesia, lo mismo: San Ignacio de Loyola, herido en batalla y quebrado por dentro, escucha el llamado a los treinta. Camilo de Lelis encuentra a Dios después de una juventud errante. Santa Ángela de Mérici funda una comunidad siendo ya mayor. La vocación no es privilegio de la juventud. Es don de Dios.

El Concilio Vaticano II, en Optatam Totius, afirma que la formación debe adaptarse a las personas y a los tiempos. Y Pastores Dabo Vobis (Juan Pablo II) nos recuerda que la llamada requiere acompañamiento, en toda etapa de la vida.
2. Límites no siempre visibles
Con comprensión y respeto, es justo reconocer que muchas instituciones han establecido criterios de edad con buenas intenciones: asegurar la duración del servicio, facilitar la formación, prever la salud física o comunitaria.
Sin embargo, estos filtros prácticos, si no se acompañan de discernimiento espiritual profundo, pueden cerrarle el paso a llamadas verdaderas. La lógica administrativa, por comprensible que sea, nunca debe ahogar la lógica de la gracia.
Vita Consecrata (1996) nos invita a acoger las vocaciones con fe y apertura. Porque la Iglesia no es una empresa que contrata perfiles. Es madre, y las madres no preguntan la edad al corazón que llega buscando hogar.
3. Lo que he vivido
Podría citar experiencias de otros. Pero esta es una realidad que no me contaron: la he vivido. El llamado no vino temprano. Llegó en el cruce de caminos, en la oración silenciosa, en medio de heridas convertidas en luz.

Y con ese “sí” que brota del alma, he tocado puertas con esperanza. Algunas se han cerrado amablemente, pero con firmeza. No por mi fe, no por mi deseo, sino por la edad. Y lo entiendo. Pero también lo comparto, no para reprochar, sino para sembrar una pregunta: ¿y si Dios llama en la tarde?
4. Vocaciones adultas: un signo de nuestro tiempo
Según el Center for Applied Research in the Apostolate (CARA), más del 26 % de los seminaristas en EE.UU. comenzaron su camino vocacional después de los 30 años. Comunidades como los Benedictinos de Nursia y los Dominicos en Francia han acogido vocaciones adultas con creciente apertura.
Son hombres y mujeres que no vienen del entusiasmo juvenil, sino del desierto y del fuego. Vocaciones templadas por la vida, que han descubierto a Dios como destino inesperado. ¿No será esta una señal de los tiempos?
5. Objeciones comprensibles, respuestas posibles
¿Y si no se adaptan a la vida comunitaria? La formación está para discernir. Muchas veces, la madurez favorece la convivencia, la humildad y la escucha.
¿Y si su tiempo de servicio será breve? La fidelidad no se mide en años. Un alma encendida por un año puede encender a muchas otras para siempre.
¿Y si la vocación nace en medio de una crisis? Dios también habla desde el dolor. Lo importante es discernir, no descartar.
6. Francisco y el llamado que no envejece
El papa Francisco ha insistido en que “la vocación es un camino que dura toda la vida”. En mensajes vocacionales recientes, ha afirmado: “Todos estamos llamados. Nadie es demasiado joven ni demasiado mayor para Dios".

Y ha pedido a la Iglesia que no tenga miedo de los llamados que llegan tarde. Que no cierre el oído al Espíritu por temor o por costumbre. Que acoja como madre y como hogar.
7. Caminos posibles
- Itinerarios pastorales para vocaciones adultas. - Comunidades abiertas al discernimiento sin filtros cronológicos. - Espacios de consagración laical, oblaturas o terciariados. - Revisar con caridad los criterios de admisión, poniendo en el centro la verdad de la llamada.
Conclusión
Esta reflexión no quiere cambiar normas, ni proponer soluciones mágicas. Solo quiere abrir una ventana. Dejar que entre luz. Y que quienes acompañan vocaciones puedan, también, escuchar con nuevos oídos.
Dios sigue llamando. A veces, lo hace en la tarde. Y no porque llegue tarde, sino porque el corazón se abre entonces.
“No es tarde cuando Dios llama; es tarde cuando dejamos de escuchar.”
* José Bautista es filósofo y teólogo laico. Su reflexión nace del encuentro entre la experiencia personal y la mirada contemplativa sobre la vocación, el tiempo y el llamado de Dios. Desde la frontera entre lo vivido y lo soñado, escribe para dejar constancia de que la gracia nunca llega tarde.
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