"Solo podemos creer en Dios si creemos en el ser humano" Dios nos une desde el cariño y la fraternidad

Paregrinos de Navalcarnero
Paregrinos de Navalcarnero

"Hace unos días hemos realizado el camino de Santiago como los últimos nueve años, y en él hemos participado personas de la cárcel y personas de la parroquia, todos unidos por el único deseo de pasar unos días de fraternidad y encuentro, de disfrutar de la naturaleza, de la libertad y del encuentro entre todos"

"David y Alejo cogieron la hoja para seguir la misa como la seguimos todos, fueron cantando las canciones como iban sabiendo, y en sus rostros había una alegría profunda que les llenaba enteros"

"Ojala que los cristianos nunca separemos el amor a Dios del amor al prójimo, ojalá que nunca juzguemos como lo hacían los fariseos; que nuestra Iglesia no sea farisea sino acogedora y misericordiosa, seguidora del mismo Jesús de Nazaret"

A menudo cuando pensamos en Dios y en lo que supone ser creyente, pensamos siempre primero en Alguien como muy separado de las personas, y que justamente por eso decimos que es “sagrado”, esa cualidad de lejanía a las personas le hace a ese supuesto Dios alguien apartado del ser humano, de sus problemas y de lo que a cada persona le pasa. Y junto a ello, pensamos que ser creyente, es creer en un ser superior, que está por encima de nosotros, pero al que en ningún momento podemos llegar.

Ese Dios que además nos “vigila”´, no para ayudarnos sino para ver “cómo nos puede pillar en una especie de renuncio”. Esa imagen atroz y perversa que incluso nos ha transmitido la misma Iglesia y que todavía algunos sectores de ella transmite, es totalmente antievangélica, y no tiene nada que ver con el Dios que Jesús de Nazaret, nos transmite, una imagen que el mismo Jesús llevó hasta sus últimas consecuencias, incluso estando clavado en la cruz.

Peregrinos de Navalcarnero
Peregrinos de Navalcarnero

     El Dios de Jesús es el Dios terriblemente humano, que humaniza a la persona, y con el que además establece una relación de “tu a tu”, es decir, preocupado por lo que a cada persona le sucede. De ahí que la imagen que nos propone es la de “Dios Padre” , pero que culmina con la presentación especial del “Dios amor”, un Dios que se hace presente cuando los seres humanos somos capaces de humanizarnos, de amarnos, de respetarnos y de descubrir que todos somos iguales. La humanización de Dios llega al extremo de hacerse hombre, ser humano, en el hombre Jesus de Nazaret, de ahí las palabras que aparecen en el Evangelio en el momento del comienzo de la misión de Jesús, tras el bautismo: “Este es mi Hijo amado, Escuchadle”  ( Lc 3, 22).

Es decir, este hombre que veis aquí es parte de mí, es mi Hijo y os lo envío para que haciéndose un hombre más descubráis cómo la manera única de acercase al Dios del Evangelio es solo a través de la persona, y especialmente de la persona más machacada por la vida, o más necesitada. De ahí, que creer en el Dios del Evangelio, sea creer en el ser humano desvalido, y descubrir al otro como “sacramento especial de su presencia”.

Solo podemos creer en Dios si creemos en el ser humano, y eso no lo digo yo, sino que son las palabras del evangelio, en Mt 25, “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”. El pobre por eso representa la presencia más fehaciente del Dios que Jesús nos transmite en el Evangelio. 

     Y sin duda que esto es lo que cada día vemos y tengo la suerte especialmente de ver en la cárcel de Navalcarnero, donde Dios no es una realidad lejana y fuera de lo que le pasa a cada uno de los presos, sino donde el Dios de Jesús se hace presente en cada uno de ellos, y en sus situaciones más dolorosas y de sufrimiento. Y a la vez, descubrir que ese Dios Padre (hoy diríamos también Madre, porque Dios no tiene sexo, es amor y se puede identificar con quien nos ama de veras, sea cual sea su relación con nosotros), se sirve de cada uno de nosotros para manifestarse a los demás, somos por eso los cristianos, y los que visitamos cada día, a los presos portadores de su amor.

Peregrinos de Navalcarnero
Peregrinos de Navalcarnero

 Hace unos días hemos realizado el camino de Santiago como los últimos nueve años, y en él hemos participado personas de la cárcel y personas de la parroquia, todos unidos por el único deseo de pasar unos días de fraternidad y encuentro, de disfrutar de la naturaleza, de la libertad y del encuentro entre todos. Y en ese camino han participado personas que habitualmente no frecuentan las eucaristías de la cárcel, pero que no por eso no tenían derecho también a participar de la actividad. En el camino de este año han participado dos chavales muy jóvenes, de 27 y 25 años, con un pasado complicado de delitos, pero también con un proceso de reinserción importante en sus años de cárcel, donde llevan cumpliendo condena cuatro ó cinco años. Y ha sido una experiencia muy especial.

A estos dos chavales los llaman “los hermanos” dentro dela prisión, y su ternura y candidez, así como su sensibilidad y preocupación por todos ha sido algo especialmente importante en todo la peregrinación a Santiago. A pesar de ser muy jóvenes han tenido una preocupación y un respeto especial hacia todos los del grupo, han participado en todo lo que hemos hecho siempre desde la alegría y la sonrisa, y siempre solícitos para estar disponibles a todos. Con ellos nos hemos reído, llorado, sincerado… ha sido una experiencia muy especial. Incluso cuando uno de ellos me decía que no me riera de él cuando viera el mar, porque se iba a emocionar al verlo, ya que hacia más de seis años que no lo veía; y al escucharlo daba gracias por él y por la vida. ¿se puede ser más sencillo y sincero? Sin duda que no.

Siempre han preguntado todo y han estado con todos. Incluso este mismo chaval, un día después de una reunión  por la tarde, en el camino, de revisión, a la mitad del mismo y donde salieron temas un poco duros de la marcha de la actividad, se me acercó y casi con lágrimas en los ojos me dijo: “¿estas enfadado? No te enfades, de verdad, está saliendo todo muy bien, perdona si alguna vez en estos días estamos metiendo la pata”, y a continuación se me abrazó como abraza un hijo a su padre, desde la confianza y la sencillez más absoluta. “Claro que no me he enfado le dije”, abrazándole, no te preocupes, hay que decir lo que funciona mal, desde el cariño, pero no pasa nada más. Y su respuesta fue solo “gracias”, con una sonrisa y un nuevo abrazo. Y salí al patio del albergue, reconfortado, mirando al cielo y dando gracias a Dios por estos y tantos momentos que me permite vivir cada día en el contacto con los chavales de la cárcel. 

Paregrinos de Navalcarnero
Paregrinos de Navalcarnero

Estos dos chavales, se han sentido queridos, mimados, pero ellos también nos han aportado mucho, y han descubierto en el fondo que ser creyente significa solo eso: hacer felices cada día a los demás. Me han dicho varias veces que ellos también querían participar en nuestras misas y en nuestros encuentros, porque a ellos nadie les había hablado así de Dios, que ahora habían descubierto algo distinto. Que cuando yo hablaba de Dios en las reuniones que teníamos era siempre de la misma manera, de un Dios que nos quiere y que está con nosotros. Y que ese cariño de Dios lo habían descubierto en todos nosotros, a lo largo del camino.

Confieso que cuando les escuchaba me llenaba de emoción y de alegría y recordaba tantos momentos y encuentros de Jesús en el Evangelio con montones de personas que se le acercan y le piden que les cure o que esté con ellos en algún momento, que se haga cercano a ellos; y Jesús no les pregunta en quién creen o cómo viven, sino que hace lo que puede con ellos para devolverles la felicidad perdida por el problema o el sufrimiento que les impide ser felices. Jesús da la felicidad a todos sin importarle nada de lo que cada uno ha hecho, y es ese encuentro el que les cambia y les convierte, el que les lleva a creer profundamente en el Dios de la vida. De ahí que solo podamos entender y transmitir a Dios si ponemos amor en todo en todo lo que hacemos y vivimos. 

     Y así ha sido, nada más llegar del Camino de Santiago, echaron sus instancias para poder estar en las listas de las misas. El sábado pasado ya salieron y participaron como el que más en la eucaristía. Cuando los vi aparecer, ciertamente me emocionaron, porque se les veía con mucho entusiasmo. Algunos al verlos quizás dirían que iban sin fe, y que bueno a lo mejor no sabían ni a qué iban. Y yo , como digo, al verlos me emocioné y di muchas gracias a Dios, porque habían descubierto a ese Dios cariñoso y cercano que queríamos transmitirles. ¿tenían fe o no? Yo no soy quien para juzgarlos, como tampoco me juzga a mí el mismo Dios. Ellos se han encontrado acogidos, queridos y valorados y eso es lo importante. Quizás habría que recordar lo de la famosa canción antigua ya , de Ricardo Cantalapiedra: “donde tu dices Dios yo digo libertad, justicia y amor”, y ese el nombre de Dios en el evangelio, que nos transmite Jesús de Nazaret.

David y Alejo cogieron la hoja para seguir la misa como la seguimos todos, fueron cantando las canciones como iban sabiendo, y en sus rostros había una alegría profunda que les llenaba enteros. Cuando llegó el momento de la paz, nos dimos todos un abrazo y ellos al dármelo me dijeron la palabra que han repetido en todos estos días durante el camino: “gracias”. Ya me gustaría a mí que en las parroquias ordinarias, los que nos decimos “ buenos creyentes” participáramos como han participado ellos, con esa sencillez y espontaneidad. Al llegar el momento de la comunión ellos han comulgado como todos y yo he vuelto a bendecir a Dios.

Paregrinos Navalcarnero
Paregrinos Navalcarnero

¿No habían confesado? ¿no estaban en gracia? ¿Quién soy yo para ponerlo en duda? ¿estaban en gracia la mujer adúltera, Zaqueo, o el ladrón arrepentido? Quizás estaban más gracia que yo mismo, y yo no me planteo nada. Acaso desde la Iglesia oficial, como siempre, esto se pudiera criticar, incluso algunos obispos que han ido a la cárcel a celebrar la Eucaristía así lo han hecho. Yo siempre digo a los chavales que cuando alguien les pregunte si están en Gracia para comulgar, que ellos también les digan a quien se lo pregunte si lo están ellos, sea quien sea, el cura o el obispo de turno.

Este es el Dios que nos transmite Jesús, y Alejo y David así lo han descubierto en estos días, y por eso han querido también participar de El mismo, como todos: es el Dios que nos une desde el cariño y la fraternidad.

     Hace unos días, le hacían una entrevista a la ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en la revista Vida nueva, y le preguntaban: “manuela Carmena no cree en Dios, ¿en qué cree?. En el ser humano. Creo en el humanismo. Me entusiasma el ser humano. Todos nosotros somos seres que deseamos amar y ser amados. En la medida en que amamos y somos amados por encima todo, necesitamos y debemos defender la igualdad y la justicia de los demás”. A lo que el periodista respondió: “no será creyente, pero lo que acaba de decir es Evangelio puro y duro…”

Y precisamente, Alejo y David, es lo que han descubierto, que en el Camino creíamos en ellos, creíamos en el ser humano, y desde ahí nos remitíamos al Dios que nos hace hijos y hermanos. Y esto es a mí entender el Dios sagrado que cada día contemplamos, vivimos y pisamos en la Tierra Santa de la cárcel de Navalcarnero. Un Dios que se hace presente en cada persona que está por allí, presa, sufriendo por su error, grande y pequeño, pero abierto a una realidad diferente de amor y de comprensión, que puede salvar su vida. Para heredar la vida eterna “ es necesario amar a Dios y al prójimo”, que nos dice San Lucas en la parábola del buen samaritano, sabiendo que Dios está en ese “próximo” que nos necesita. 

Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero
Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero

Ojala que los cristianos nunca separemos el amor a Dios del amor al prójimo, ojalá que nunca juzguemos como lo hacían los fariseos; que nuestra Iglesia no sea farisea sino acogedora y misericordiosa, seguidora del mismo Jesús de Nazaret. Que creer en el hombre y hacer felices a los demás nos lleve siempre a creer en el Dios de la vida, y que confesar a Dios como Padre nos lleve a sentirnos todos hermanos. Que las normas y las leyes eclesiásticas que todavía algunos quieren imponer, no nos lleven a juzgar a los demás, sino en todo caso a juzgarnos cada uno.

Pero que siempre tengamos presente que solo podemos vivir con coherencia el evangelio si somos fieles al mensaje de Jesús, un mensaje que nos hace sentirnos todos iguales, aunque tengamos diferentes puestos o hayamos hecho cosas distintas. Que hagamos nuestras las palabras del Evangelio: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”, y que descubramos que si queremos a Alejo y a David, y los hacemos felices, estamos creyendo en el Dios de Jesús, que ama a todos los seres humanos, que quiere lo mejor para todos, y que nos llama “dichosos y bienaventurados” cuando hacemos posible un mundo mejor para todos. 

Capellán cárcel Navalcarnero
Capellán cárcel Navalcarnero

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