Antonio Aradillas Doctores en liturgia

Columnistas_Antonio Aradillas
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Ante la concesión al Ahteneo Universitario de San Paciá de la facultad de elevar la docencia de Sagrada Escritura a la categoría universitaria

"La liturgia- nuestra liturgia- también está fuera del tiempo y del lugar  en los que somos y vivimos como  personas reales, tanto con el alma como con el cuerpo"

La noticia que me sirve de  base y fundamento  para este comentario  es así de docta, de interesante, de santa y de actualidad:  La  Prefectura de la correspondiente Congregación  del Vaticano  acaba de concederle al  “Atheneo  Universitario  de san Paciá” de Barcelona,  la facultad de elevar la docencia  relativa a  la Sagrada Liturgia  a la categoría de Universidad, con la posibilidad inherente de conceder los grados académicos.

Antesala de la información  a la justificación del lugar elegido  y de haber sido su titular san Paciano, (a. 310-381), como protector  de los nuevos estudios universitarios  de la Sagrada Liturgia,  es nada menos  que la condición de santo del obispo  de la ciudad catalana, en el listado oficial de los “Santos Padres de la Iglesia”, escritor y exegeta eximio y, tal y como refieren los cronistas,  de procedencia escolar africana  y además, de estar casado.  (Este último dato  seguramente que también será tenido en cuenta  y reflexionado   por los historiadores y docentes universitarios  desde los inicios  del planteamiento del tema  litúrgico y religioso).

El itinerario que recorren  las reflexiones-sugerencias  que en los tiempos actuales suscita tan grata noticia, tiene en cuenta espacios y adoctrinamientos  como estos:

La Liturgia de las Horas
La Liturgia de las Horas

La renovación-reforma  de la liturgia, interna y externa,  de los oficios, ritos que cada religión   rinde culto a la Divinidad, es de necesidad absoluta, profunda e inaplazable  también, y más, en los ámbitos de la Iglesia católica. No es posible alargar más los plazos. El anquilosamiento salta a la vista. Ofende a los ojos, a la sensibilidad  y, en frecuentes ocasiones, hasta al sentido común y al gusto.

La Iglesia, como instrumento y guía  de salvación, generación-.regeneración  de vida, en esta dimensión y en la otra,  es lo que es su liturgia.  Esta es su expresión. Es su palabra, a la vez que es  “Palabra de Dios”. Dios se encarna en Jesús  y éste se hace uno más entre nosotros y es precisamente  la liturgia la que  nos adoctrina, enseña, transmite, y nos hace creer y vivir  tanta teología e historia  religiosa, con su ulterior multitud de incidencias  naturales y sobrenaturales.

La liturgia- nuestra liturgia-  también  está  fuera del tiempo y del lugar  en los que somos y vivimos como  personas reales, tanto con el alma como con el cuerpo. No sé si como liturgia- liturgia alcanzó en alguna época  justificación y razón de ser no religiosa y, por tanto, a-cristiana, sobre todo hasta que el emperador romano Teodosio atiborró a los cristianos, comenzando por su jerarquía,  de todos los privilegios, y más,  como personas y como seguidores  de Jesús de Nazaret… -¿pero es que de Nazaret puede salir algo bueno…”?, les hubieran desvalijado sus antecesores a la cabeza del Imperio Romano, inspiradores e instigadores de las clásicas y martiriales persecuciones.

Así las cosas,  la liturgia-liturgia,  que con tanto empeño, riqueza, misterios y complacencias para los ociosos y faltos de espectacularidades  teatrales, culturales, deportivas o guerreras,  recubrió de sorpresas y, en ocasiones, hasta  de cierta participación aunque esta fuera siempre reducida…

¿Tiene cabida una reforma de la liturgia?
¿Tiene cabida una reforma de la liturgia?

A la liturgia de la Iglesia en la actualidad,  le sobran palabras. Y gestos. Órdenes y ordenanzas,. En la misma, nos lo dan todo hecho y reglamentado. Y sin explicaciones. O estas nos son ofrecidas en ininteligibles y crípticos idiomas. Nos sea o no de provecho, el misterio- misterio  es lo que se nos importa e impone en proporciones mayores, hasta llegar a la ofensa personal y de grupo. Es decir, de comunidad. O, lo que es lo mismo, de “Iglesia”. A la liturgia le sobran protagonistas, sempiternamente y por definición,  jerárquicos. Y además, estos son siempre  hombres. Hombres varones.

La misa, al dictado de la liturgia vigente,  tiene poco de misa.  Cuando no es solo función, no pasa de ser  simple y llanamente  ocasión para recibir la Eucaristía o marco para rezos “en honor de san Expedito, por lo visto y oído, co-patrono de las cosas imposibles. El de la celebración en lenguas vernáculas, es capítulo aparte.  Lo es también el de la predicación-homilía. Al igual que el de la total ausencia  de participación del pueblo  de Dios, por mucha teología  y religión que hayan estudiado  laicos y laicas,  a veces, con títulos universitarios en Ciencias Sagradas, tanto o más que los que pueden exhibir los  celebrantes principales, aunque  sean obispos .

A los tiempos de las misas,  les faltan asimismo  buenas dosis de recogimiento y silencio. Y valoración  religiosa de la colecta-ofertorio.  Les sobran “suspensos” en música. La mayoría de sus interpretaciones musicales no son para jóvenes, y ni siquiera para las personas mayores por piadosas que sean, pero con sentido del arte. Buenos músicos e  interpretaciones religiosas de las buenas, dan la impresión de haber pasado ya a mejor vida y haberse refugiado “gregorianamente” en algún monasterio que otro…

Pero quienes más incómodas se sienten hoy en el organigrama y realización de la liturgia, sobre todo en las misas, es la mujer por mujer. De ellas se las ha desenclaustrado. Aún más, son tratadas hasta bíblicamente como  contaminadas y objetos- sujetos de pecado. Las misas, y la liturgia en general, están pensadas, celebradas y presididas solo por varones,  con gestos, palabras, tonos de voz y representaciones iconográficas eminentemente masculinos (Con lo del diaconado femenino, a muchas y a muchos les da la impresión de que se trata únicamente  de “sacramentalizar”  la condición de “limpiadora” del templo y de su ajuar, además de servidora de los sacerdotes y de los obispos).

¡Que san Francisco y san Paciano nos cojan confesados,  y en disposición de que los buenos propósitos universitarios de su “Atheneo” barcelonés, nos sirvan de ejemplos para la pronta y religiosa renovación  de la liturgia sagrada¡. Amén.

Para desgracia de Nuestra Santa Madre la Iglesia, lo de “no saber de la misa  la media” – no tener idea- ,  lo de “clérigos de misa y olla”, lo de “París bien vale una misa” y lo de “repicar y estar en misa”, siguen teniendo vigencia, aunque esta no sea  santamente litúrgica…

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