Ante la celebración del Coloquio interdisciplinar sobre el legado del teólogo peruano Encuentro de Juan José Tamayo con Gustavo Gutiérrez, 'el teólogo del Dios liberador'

Gustavo Gutiérrez y Juan José Tamayo
Gustavo Gutiérrez y Juan José Tamayo

"Del 29 de noviembre al 3 de diciembre estamos celebrando en la Universidad Nacional Mayor San Marcos (Lima, Perú) un Coloquio interdisciplinar sobre El legado intelectual y espiritual de Gustavo Gutiérrez, con motivo del 50 aniversario de la publicación de Teología de la liberación. Perspectivas, la obra que dio origen a la teología de la liberación"

"La liberación de América Latina tiene que ir más allá de la superación de la dependencia económica, social y política y propender a una sociedad cualitativamente diferente en la que el ser humano se vea libre de toda servidumbre"

"Tenemos que analizar los nuevos desafíos a los que debe responder el cristianismo liberador en América Latina y en el mundo global y mirar al futuro"

"La liberación de América Latina tiene que ir más allá de la superación de la dependencia económica, social y política y propender a una sociedad cualitativamente diferente en la que el ser humano se vea libre de toda servidumbre"

Del 29 de noviembre al 3 de diciembre estamos celebrando en la Universidad Nacional Mayor San Marcos (Lima, Perú) un Coloquio interdisciplinar sobre El legado intelectual y espiritual de Gustavo Gutiérrez, con motivo del 50 aniversario de la publicación de Teología de la liberación. Perspectivas, la obra que dio origen a la teología de la liberación. Yo inauguro el Coloquio con una conferencia sobre “Itinerario de la teología de la liberación (1971-2021)”. Este evento me da pie para ofrecer el artículo que escribí hace tres años en el que relato mi encuentro con Gustavo Gutiérrez entonces

     Durante mi viaje a Lima en mayo de 2018 tuve la oportunidad -mejor, el privilegio- de reunirme con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en la Casa Residencia de San José, del barrio Pueblo Libre, donde me encontraba hospedado. Allí mantuvimos un prolongado y amical diálogo en el que compartimos ideas y experiencias comunes de nuestro largo itinerario teológico y pude comprobar su gran lucidez y extrema cordialidad. Le felicité por sus 90 años que iba a cumplir el 6 de junio y le mostré mi pesar por no poder acompañarle en efemérides tan memorable, ya que tenía que viajar a otros países.

Gutiérrez

 Le conté que mi itinerario teológico comenzó a principios de la década de los setenta del siglo pasado con la lectura de su libro Teología de la liberación. Perspectivas, pubicado en 1971, que me ayudó a pasar del paradigma de la teología moderna, en el que estaba cómodamente instalado, al paradigma de la teología de la liberación, que vengo cultivando desde entonces.

        El libro de Gustavo ejerció una influencia decisiva en la orientación liberadora de mi tesis doctoral sobre “Historia, teología y pedagogía de la  JOC española”, defendida el 6 de junio de 1976 en el Instituto Superior de Pastoral, de la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue dirigida por nuestro amigo común y mi maestro el teólogo Casiano Floristán (1926-2006), de quien Gustavo me hizo un elogioso reconocimiento personal e intelectual.

Casiano y Gustavo eran amigos entrañables desde la época del Concilio Vaticano II y  compartieron numerosos encuentros teológico-pastorales, amén de las reuniones anuales en la Revista Internacional de Teología Concilium durante las dos décadas en las que formaron parte del Consejo de Dirección, junto con otros colegas como Hans Küng, Johan Baptist Metz, Jürgen Moltmann, Karl Rahner, Aloysius Pieris, Edward Schillebeeckx, Elisabeth Schüssler Fiorenza, Mary Mananzan, Leonardo Boff, Marie-Dominique Chenu, Christian Duquoc…. Varios fueron también los encuentros que yo compartí con ellos en la casa de Casiano en Madrid.

Hablamos extensamente sobre la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín (Colombia) en 1968, que supuso un cambio de paradigma en América Latina: de la Iglesia con restos coloniales al cristianismo liberador. Gustavo fue uno de los teólogos asistentes a dicha Conferencia con una participación muy activa en la elaboración de algunos documentos como el de la POBREZA. Me habló del clima de libertad que se vivió en Medellín, como había sucedido unos años antes durante el Concilio Vaticano II (1962-1965). El Vaticano dio enseguida el visto bueno a los documentos, que al día siguiente de su aprobación se publicaron íntegros en un medio de comunicación colombiano.

Medellín

        Este año (2018, año de nuestro encuentro) se conmemora el cincuenta aniversario de tan significativa efemérides y se celebrarán numerosos eventos en los que recordaremos el cambio de era eclesial que supuso con repercusiones políticas, culturales, económicas, sociales y religiosas beneficiosas de largo alcance. Haremos memoria de algunos de sus principales aportes: la entrada del cristianismo latinoamericano en la mayoría de edad, un nuevo magisterio no dogmático, sino pastoral y social, la opción por los pobres, la crítica del colonialismo en su doble modalidad: el neocolonialismo y el colonialismo interno, etc.

 Destacamos el cambio en la estructura eclesial que supuso la apuesta por las comunidades eclesiales de base consideradas “célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización” y “factor primordial de promoción humana y desarrollo”. “La vivencia de la comunión a la que ha sido llamado debe encontrarla el cristiano en su ‘comunidad de base’, es decir, una comunidad local o ambiental, que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros” (Pastoral de Conjunto, n. 10).

        La acción pastoral propuesta por Medellín se orientaba al fomento de dichas comunidades: “El esfuerzo pastoral de la Iglesia debe estar orientado a la transformación de esas comunidades en ‘familia de Dios’, comenzando por hacerse presentes en ella como fermento mediante un núcleo, aunque sea pequeño, que constituya una comunidad de fe, de esperanza y de caridad” (Pastoral de Conjunto, n. 10).

        Medellín intentó responder a los desafíos que se le planteaban en ese momento al cristianismo latinoamericano. Y lo hizo con acierto y valentía, tras un riguroso análisis de la realidad en la ponencia “Los signos de los tiempos en América Latina”, expuesta por el obispo panameño Marcos G. McGrath.

Libro de Gutiérrez

        Hoy no podemos volver la vista atrás con añoranza ni quedarnos en la foto fija de hace cincuenta años. Tenemos que analizar los nuevos desafíos a los que debe responder el cristianismo liberador en América Latina y en el mundo global y mirar al futuro. Ese será el principal objetivo de los encuentros en torno a Medellín: tomar impulso de aquella creativa Conferencia para seguir adelante en los nuevos escenarios sociopolíticos, culturales y religiosos

En nuestro encuentro hablamos del escritor peruano José María Arguedas (1911-1969) con quien Gustavo mantuvo una estrecha relación personal e intelectual. Me regaló su libro Entre las calandrias. Un ensayo sobre José María Arguedas en la edición de 2014, publicada por la Biblioteca Nacional del Perú, que incorpora dos textos nuevos de Gustavo: el escrito a propósito de la conmemoración del centenario del nacimiento de José María Arguedas en 2011 y el escrito con motivo de la presentación del libro Arguedas y el Perú de hoy, publicado en la revista Páginas, núm. 194 (2005).

Yo tengo en mi biblioteca la cuarta edición de 2003 publicada por el CEP, que es una versión corregida y aumentada del artículo aparecido en la revista Páginas (diciembre 1989). Está prologado por el poeta peruano Washington Delgado, quien hace el siguiente reconocimiento de G. Gutiérrez:

“Su información bibliográfica y su sensibilidad literaria son muy altas. Es dueño de una sólida formación filosófica y teológica, puede juzgar la creación poética desde un plano acaso más elevado. No sólo posee sabiduría y buen gusto, no sólo es un humanista, es sobre todo un ser humanísimo, identificado hasta el tuétano con los pobres del Perú, de América, del mundo. Todo esto vuelve extremadamente valiosos sus juicios en los que campean tres virtudes. Sabiduría, diligencia y amor. Precisamente, las virtudes más adecuadas para analizar la obra arguediana”.

Los nuevos artículos de la nueva edición son magníficos. El de 2005 lo publicamos en el libro Liberación y diálogo de todas las sangres. Homenaje a José María Arguedas, editado por Edgardo Rodríguez Gómez en la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid (Dykinson, Madrid, 2013). En él aparece mi texto “José María Arguedas y Gustavo Gutiérrez: una relación fecunda y liberadora”, en el que me refiero a Arguedas como uno de los intelectuales que más tempranamente y con más lucidez supo captar el carácter revolucionario del nuevo paradigma teológico en América Latina y reconoció la autoría y originalidad de su compatriota en el mismo. 

El Papa y Gutiérrez

 A su vez muestro cómo Gutiérrez fue uno de los teólogos latinoamericanos que mejor entendió la denuncia de Arguedas contra la explotación de los pueblos indígenas y captó el vislumbre del Dios liberador en la narrativa del escritor peruano. En El zorro de arriba y el zorro de abajo Arguedas define a Gustavo como “el teólogo del Dios liberador” y lo contrapone al “cura del Dios inquisidor” de su propia novela Todas las sangres. A Arguedas le dedica Gustavo su obra Teología de la liberación. Perspectivas, que se abre con un texto de la novela citada Todas las sangres. El escritor peruano le confesó al teólogo que en el Dios liberador que él presentaba sí creía. 

“Yo siento a Dios de otro modo”, dice un personaje femenino de Todas las sangres. Quizá esta sentencia, observa Gustavo, quisiera expresar lo vivido por Arguedas, que “no sentía a Dios como los señores y los bien pensantes (‘Dios de los señores no es igual, hace sufrir sin consuelo’), sino como “Dios esperanza, Dios alegría, Dios ánimo”.   

Yo le regalé mi libro Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017), y le mostré las páginas dedicadas a su relación con Arguedas, que enseguida identificó con asentimiento. En él presento las teologías latinoamericanas de la liberación como parte de la genealogía del pensamiento decolonial, ya que desde su nacimiento adoptaron una actitud crítica de las ciencias sociales, las epistemologías y las hermenéuticas teológicas nort-atlánticas.

José Carlos Mariátegui

Destaco, asimismo, la influencia intelectual de su compatriota José Carlos Mariátegui, en su obra pionera de la teología de la liberación, en la que define la teología como teoría crítica de la sociedad y de la iglesia, a la luz de la Palabra aceptada en la fe, animada por una intención práctica e indisolublemente unida a la praxis histórica. Idea que, como el propio Gutiérrez reconoce, se inspira en la afirmación de Mariátegui: “La facultad de pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla se identifican” (Gutiérrez, 1972, edición de Sígueme, p. 34). 

Gutiérrez no acepta la orientación monolítica del marxismo, sino que reconoce la pluralidad de tendencias en las que influye la perspectiva cultural y comparte con Mariátegui la necesidad de “dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano…, misión digna de una generación nueva” (Gutiérrez, 1972, edición de Sígueme, p. 130). En consecuencia, la praxis revolucionaria no puede caminar en una sola dirección, sino que ha de contar con la participación de personas y organizaciones provenientes de diversos horizontes. 

Por lo mismo, la liberación de América Latina tiene que ir más allá de la superación de la dependencia económica, social y política y propender a una sociedad cualitativamente diferente en la que el ser humano se vea libre de toda servidumbre. Para ello Gustavo recuerda la idea de Mariátegui de no clasificar a los seres humanos en revolucionarios y conservadores, sino en imaginativos y carentes de imaginación (Gutiérrez, 1972, edición de Sígueme, 312). 

Instituto Bartolomé de las Casas de Lima

Mi encuentro con Gustavo fueron dos horas de deliciosa conversación con una persona que rezuma sabiduría, ejemplaridad ética y fe en el Dios que se revela y actúa en el “reverso de la historia” optando por las personas y los grupos humanos explotados y excluidos. Una conversación entre recuerdos pacíficamente subversivos con la liberación al fondo y constantes miradas al futuro con esperanza. 

Recuerdo muy gratamente el encuentro con un grupo de investigador@s del Instituto Bartolomé de Las Casas y colaborador@s de Gustavo: Silvia Cáceres, Giovanna Apaza, José Luis Franco y Sandra Avellaneda. Participaron en algunas de mis conferencias, sobre todo en la de “Fundamentalismos religiosos y políticos”, que pronuncié en el Congreso de la República, invitado por las congresistas de Nuevo Perú Tania Pariona e Indira Huilca. 

Silvia Cáceres me pidió un breve texto de saludo para la celebración eucarística del 6 de junio con motivo del 90 aniversario de Gustavo. No me fue posible porque a mi vuelta de Perú, tuve que hacer varios viajes. Le envié esta artículo como recuerdo, homenaje y expresión de agradecimiento. 

Un abrazo fraterno-sororal, querido Gustavo, que reitero en este Coloquio interdisciplinar de la Universidad Nacional Mayor San Marcos (Lima, Perú).

Libro de Tamayo

 Para profundizar en las ideas aquí expuestas, remito a Juan José Tamayo, Para comprender la teología de la liberación (Verbo Divino, Estella, 2017, 7ª ed.; id., La Teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso (Tirant lo Blanch, Valencia, 2022, 2ª ed.)

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