¿Quién es el cura de Toledo detenido por posesión de cocaína rosa en Torremolinos? Escándalo en la Primada: el ocaso de Carlos Loriente, uno de los 'delfines' del arzobispo Cerro

No es un cura cualquiera, un párroco anónimo, sino la mano derecha de monseñor Francisco Cerro Chaves, arzobispo primado; el vicario episcopal para el Clero hasta apenas una semana antes, el 15 de septiembre; y el director del Instituto Teológico San Ildefonso, forjador de futuras conciencias sacerdotales
Loriente es el prototipo del clérigo renacentista: erudito, carismático, el 'joven promesa' que el arzobispo Cerro elevó a la dignidad de canónigo en junio de este mismo año
En 2023, un exseminarista, víctima de abusos, lo denunció en el Vaticano por difamación y calumnias
En 2023, un exseminarista, víctima de abusos, lo denunció en el Vaticano por difamación y calumnias
La Catedral Primada de Toledo, ese baluarte de la fe hispana que ha visto pasar a santos y reyes, se estremece estos días con un escándalo que huele a azufre y a fiesta prohibida. En la madrugada del 22 de septiembre, en las costas andaluzas de Torremolinos –enclave de luces y sombras para el turismo LGTBI–, la Policía Nacional ha detenido a Carlos Loriente García, de 45 años, canónigo de la Seo toledana, por tenencia de cocaína rosa, la 'tusi' que enciende las noches más salvajes.
No es un cura cualquiera, un párroco anónimo, sino la mano derecha de monseñor Francisco Cerro Chaves, arzobispo primado; el vicario episcopal para el Clero hasta apenas una semana antes, el 15 de septiembre; y el director del Instituto Teológico San Ildefonso, forjador de futuras conciencias sacerdotales.
Un perfil impecable, una carrera ascendente... y una doble vida que ahora sale a la luz como un fogonazo en la sacristía.
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Nacido el 23 de enero de 1980 en la ciudad de las tres culturas, Loriente García fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 2004, con apenas 24 años, en una ceremonia que auguraba un porvenir brillante en la Archidiócesis toledana.
Desde entonces, su trayectoria ha sido un rosario de cargos de enjundia: vicerrector del Seminario Metropolitano 'San Ildefonso', secretario general del Instituto Superior de Estudios Teológicos de Toledo, profesor de religión en colegios e institutos, formador en seminarios y miembro activo de la Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente.
Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia San Dámaso de Madrid, con estudios en la Gregoriana de Roma y un doctorado en Teología con la máxima calificación en la Lateranense, Loriente es el prototipo del clérigo renacentista: erudito, carismático, el 'joven promesa' que el arzobispo Cerro elevó a la dignidad de canónigo en junio de este mismo año.
Fuentes cercanas a la curia toledana, consultadas por ‘Religión Digital’, lo describen sin ambages como el "delfín" de Cerro, el hombre de confianza que pilotaba el clero diocesano con mano firme y sonrisa pastoral. Hasta algunos hablaban de él como el heredero natural del primado.

Pero la realidad, como un mazazo, ha revelado el escándalo. El 21 de septiembre, Loriente alquiló un coche en compañía de tres hombres –dos argentinos y un venezolano– para dirigirse a una fiesta en Torremolinos, ese rincón de Málaga donde la noche se disfraza de libertad absoluta.
En un control rutinario, los agentes hallaron en el vehículo dosis elevadas de 'tusi', una mezcla letal de MDMA y ketamina teñida de rosa, que excede con creces el consumo personal.
La pesquisa no paró ahí: en el apartamento turístico que había reservado, la policía incautó más droga, balanzas para pesarla y, para rematar el cuadro, juguetes sexuales que gritan una vida paralela incompatible con el celibato sacerdotal.
Ante los agentes, Loriente –en un lapsus que roza lo cómico, porque quizás quiso impresionar– se presentó como "rector del Seminario Mayor de Toledo", cargo que nunca ocupó, confundiendo a los investigadores y obligando al Arzobispado a desmentir inicialmente que se trataba de Álvaro García Paniagua, el verdadero rector.
Pero el escándalo de Torremolinos no es el primer capítulo oscuro de Loriente. En 2023, un exseminarista, víctima de abusos, lo denunció en el Vaticano por difamación y calumnias. Según el denunciante, Loriente difundió un mensaje de WhatsApp entre el clero toledano defendiendo a Pedro Rodríguez Ramos, un sacerdote condenado en 2023 a siete años de cárcel por abusos, absuelto en 2024 por defectos procesales y ahora pendiente del Supremo.
En el mensaje, Loriente atacaba al exseminarista y a la prensa que cubrió el caso, desatando la indignación de la víctima. Esta presentó una denuncia formal en noviembre de 2023 ante el Vaticano, informó en persona al cardenal Sean O’Malley, entonces presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, y escribió al papa Francisco en mayo de ese año.
Casi dos años después, no ha recibido respuesta, y el Vaticano no tomó medidas contra Loriente, que siguió escalando en la jerarquía diocesana. En 2024, el papa Francisco, tras reunirse con la víctima, ordenó al Arzobispado procesar canónicamente al sacerdote acusado en un proceso ‘ad casum’. Sin embargo, ni respuestas ni sentencia han llegado todavía.
El escándalo estalla como una bomba en la Primada
El Arzobispado Cerro, en un comunicado tibio pero protocolario, confirma los hechos, lamenta "profundamente" la detención y aparta a Loriente (sin nombrarle) de manera cautelar del ministerio y de todos sus cargos, depositando su "plena confianza" en la Justicia.
"Reprueba cualquier conducta delictiva presuntamente cometida", dice el texto oficial, pero entre líneas se huele el bochorno: ¿cómo un vicario del clero, responsable de vigilar la moral de 400 sacerdotes, caía en la tentación de la doble vida?

Hipocresía al cubo, diríamos en ‘Religión Digital’, donde hemos visto demasiados casos de clérigos que predican con el rosario en la mano y pecan con el vicio en la otra. Loriente, formador de vocaciones sacerdotales en el seminario, profesor de teología moral, ¿qué ejemplo daba en las sombras de Torremolinos?
Pero el escándalo no es solo personal; es eclesial, sistémico. ¿Dónde estaba la vigilancia de monseñor Cerro Chaves, el arzobispo que lo encumbró como su alter ego? ¿Y sus predecesores, como Braulio Rodríguez? Responsabilidad ‘in vigilando’, al menos, clama el sentido común.
La Iglesia española, aún lamiéndose las heridas de los numerosos casos de abusos, no puede permitirse más opacidades. El Papa León nos urge a la transparencia y a construir una Iglesia que no oculte sus podredumbres.
¿Pedirá Toledo una investigación interna? ¿Se depurarán responsabilidades en la Curia toledana? El tiempo, ese juez inexorable, lo dirá. Mientras, la Catedral Primada –con sus vidrieras intactas y su Cruz de la Victoria– resiste. Pero hoy, sus canónigos rezan con un nudo en la garganta.
Carlos Loriente García, de 45 años, doctor en Teología y caído en desgracia, nos recuerda que la santidad no es un cargo, sino una lucha diaria. Que Dios lo levante, si es su voluntad. Y que la Iglesia aprenda, de una vez por todas, a mirar de frente sus abismos de curas de doble vida y obispos, que lo saben, pero lo ocultan.
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