"Epifanía en Pandemia, que cargó de incertidumbre el año y enterró a millones de hermanxs" Francisco Bosch: "Leer la noche con la sabiduría de los pueblos"

En el techo de la casa de mi madre
En el techo de la casa de mi madre

"Navidad pasaba sin regalos en casa. Alguna vez, la más pequeña del hogar escribió, con letras chuecas en un cartel de cartón, 'Gordo Burgués' para papa Noel"

"Una fila interminable de diez zapatos, ordenados según el tamaño, coronaban la escena en la espera de los reyes"

"Al parecer los reyes se guiaban por el cielo. Para encontrar el establo donde nació accidentalmente el rey de reyes, y para encontrar nuestro hogar, en la accidentada Argentina"

"Navidad es leer la noche con la sabiduría de los pueblos, de los extrañxs, de los hermanxs"

Soy agua, playa, cielo, casa blanca
Soy Mar Atlántico, viento y América
Soy un montón de cosas santas
Mezclada con cosas humanas
Piero

El fin de año en la costa Atlántica del sur viene marcado por el fin de clases, algunos balances y el inicio del descanso posible. Un tiempo deseado y esperado. ‘La interrupción del descanso’, inicia pegada a la llegada de la Navidad y se extiende, en el mejor de los casos, hasta el fin de semana de carnaval. Es un tiempo propicio.

Este año, al movimiento usual de nuestros quehaceres, le sumamos la inédita pandemia que cargó de incertidumbre el año y enterró a millones de hermanxs. Memoria a los muertos y el drama de los que quedamos vivos: un mundo más desigual emerge de las cenizas del 2020. Esta, nuestra noche, en la cual habitamos el misterio del niño-Dios, naciendo en la oscuridad del mundo, en las entrañas de la tierra.

Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.                                                                            Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.                                                                              Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.                                                                                          Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.                                                                                                                                                   La Buena Noticia según la comunidad de Mateo 2, 9-12

La Buena Noticia

Navidad pasaba sin regalos en casa. Alguna vez, la más pequeña del hogar escribió, con letras chuecas en un cartel de cartón ,‘Gordo Burgués’ para papa Noel. Un impropio poco común a los siete años, pero muy comprensible en el quilombo de nuestra familia. El día después era terrible ver los juguetes de los vecinos, aunque existía alivio en saber que unas semanas después tendríamos revancha, exactamente el seis de enero. Con los reyes magos llegaba el caos y los obsequios a casa.

La cosa sucedía mas o menos así: el día cinco de enero, en horas de la tarde, cortábamos el pasto largo del lote que teníamos por patio, juntábamos agua en palanganas y colocábamos todo eso en el living de la casa. Lo hacíamos entre los cinco hermanos. Con papá y mamá diseñábamos el espacio para que estuvieran cómodos los visitantes, ¿Qué le dejamos para tomar a los reyes? ¿Baltazar, ese sabio venido de África, que querrá comer? ¿Dónde ataran a los camellos? ¿Cuánto tiempo estarán descansando? ¿Para donde sigue su camino?

Una fila interminable de diez zapatos, ordenados según el tamaño, coronaban la escena en la espera de los reyes. Imaginábamos que luego de saciar la sed de los camellos, que al parecer toman mucha agua, descargarían sus polvorientas bolsas, y sacarían nuestros envueltos regalos, para colocar en los zapatos, ojotas o zapatillas, que ellos podrían reconocer por su tamaño. Nunca se confundieron, sabían leer nuestro olor a pata.

La mañana del seis de enero era siempre una fiesta. La casa aparecía dada vuelta, los sillones de cabeza, el agua derramada y hasta encontramos, una vez, bosta en plena cocina. Esos camellos eran terribles, pero los magos muy cumplidores. Todos teníamos algún obsequio, colocado en nuestro par de zapatos, junto a la puerta. Había regalos muy pequeños cerca del cambio de milenio y un poco más grandes en los años tranquilos. Sin importar el tamaño, era un día de revelación en lo íntimo del hogar, nadie más había podido ver desde afuera la magia que allí acontecía. Más de una vez le preguntamos a algún vecino madrugador si había visto algo, y nada. Era, sencillamente, una epifanía.

Recuerdo con nitidez el dejar los ojos entre abiertos en la noche. Recuerdo las ganas de permanecer despierto. Recuerdo como la vista se acostumbraba para intentar leer las sombras de la noche, en espera de esos animales míticos del desierto y de esos sabios regaleros, que conocían nuestros deseos. Todavía me recorre el cuerpo esa emoción desmedida al despertar, zamarreado por alguno de mis hermanos, para salir corriendo al living. Tenía sentido levantarse, una alegría nos esperaba.

'Estrellita de Belén, ruega por todos, por mí también'

Al parecer los reyes se guiaban por el cielo. Para encontrar el establo donde nació accidentalmente el rey de reyes, y para encontrar nuestro hogar, en la accidentada Argentina. Hace tiempo que no vienen los reyes, pero este año vimos la estrella. Subidos a los techos, esperamos la caída de sol y mami gritó: ‘Ahí está’. En el poniente se podía ver, lejos de una luna muy media, una estrella potente y otra más suave, como que bailando en los cielos del sur.

Estrella

Desde pequeños le cantamos a una estrella, le rezamos, le pedimos, más bien, su oración por nosotros. Por todos y por nosotros también. Además, no es una estrella, sino un par de planetas alineados, en la oscuridad del cosmos. Es todo muy confuso, si no estuviera entramado en la narrativa de los pueblos de la tierra, herencia bendita que bebemos en todas las grandes tradiciones:

Unos sabios que sabían leer la noche, te intuyeron en los cielos de Palestina.                                              La noche, que es larga y es mucha, acurruca la luz, mece a la criatura que está por nacer. La humanidad te espera, el cosmos entero también.                                                                                                         Vienen de los diferentes rostros de la única raza humana: ojos rasgados, pelo claro, piel negra. Son el pueblo que te anhela, buscadores de la esperanza de todos. Unas bestias amigas, aguantadoras de la sequía del mundo, marcan el ritmo.                                                                                                                         Tú, rodeado de bosta, bebes la vida del pecho de María, acariciado por las manos curtidas del carpintero de Nazaret. Según cuentan los reyes magos, en la cueva que naciste huele igual que la casa de mi infancia el seis de enero.                                                                                                                                           Navidad es leer la noche con la sabiduría de los pueblos, de los extrañxs, de los hermanxs.

Pie de foto: en el techo de la casa de mi madre, agarrado a la chimenea, cantándole a una estrella equivocada, el 21 de diciembre de 2020, antes de encontrar la ‘Estrellad e Belén’ en el cielo del sur.

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