"El Sínodo no lo será si se desoye el clamor del pueblo" Francisco en la encrucijada

Papa Francisco
Papa Francisco

"El papa Francisco de por sí, y con el añadido de varias circunstancias y personas, más o menos 'temporales', se halla metido de lleno en una 'encrucijada'"

"El pueblo está concretando de modo sacramentalmente especial en determinadas áreas. Destacan la equiparación de los derechos -y deberes- de las mujeres con el hombre-varón, el celibato opcional, la desclericalización de la institución eclesiástica y la desaparición de cuanto es y significa 'prevalecer' y 'poder jerárquico', si no es el de 'servicio'"

"En resumidas cuentas, el Sínodo no será 'sínodo-Iglesia'- si no se salvan, especifican y enaltecen los valores de las exigencias del pueblo elaboradas y manifestadas con libertad y la gracia de Dios en las reuniones establecidas en las respectivas diócesis"

"En esta encrucijada ¿qué hará el papa Francisco con los don Demetrio y tantos otros adláteres, 'rouconianos' o no, todavía 'mitreados' -aunque eméritos- por esos mundos de Dios? ¿El miedo a un cisma?"

"¡Ánimo, papa Francisco! Más que de estructuras, el diagnóstico que justifica la urgencia y profundidad sinodales, son las personas, definidas la mayoría de ellas por el carrerismo eclesiástico"

Con la inestimable colaboración y ayuda del diccionario de la RAE, cada vez más director espiritual y literario de quien subscribe estas consideraciones, se llega a la conclusión de que “encrucijada” - además de “ser el lugar en el que se cruzan varios caminos”- significa y se usa en el sentido de “situación en la que es difícil decidir”.

En los tiempos franciscanamente históricos y sinodales en los que se encuentra la Iglesia, una y otra acepción académica del término “encrucijada”, encarnado en el papa – obispo de Roma- resulta ser de necesidad absoluta, perentoria y urgente, de tal forma que su presente y futuro dependen en gran parte del planteamiento inicial y etimológico, además del teológico, que se haga sobre este problema.

El papa Francisco de por sí, y con el añadido de varias circunstancias y personas, más o menos “temporales”, se halla metido de lleno en una “encrucijada”, a la que es obligado añadirle todas las adjetivaciones de importancia, de únicas, reales y difíciles de homologación en el resto de la historia de la Iglesia. Así de humilde y de Iglesia es la verdadera Iglesia, a la luz del Evangelio, desintoxicada de tantos otros elementos y arreos.

Y el pueblo, que por y para eso, es pueblo, y además de Dios, está concretando más o menos elementalmente cuanto se relaciona en el Sínodo, su creencia y efectividad en gran parte y proporción, en los frutos que del mismo puedan desprenderse, pero concretándolos de modo sacramentalmente especial en determinadas áreas.

De entre las mismas destaca cuanto se relaciona con la equiparación de los derechos -y deberes- de las mujeres con el hombre-varón, con el celibato opcional de los sacerdotes, con la desclericalización de la institución eclesiástica y con la desaparición de cuanto es y significa “prevalecer” y “poder jerárquico”, si no es el de “servicio” y el del amor a los demás, prevaleciendo entre todos ellos los necesitados y pobres, con directa participación de laicos y laicas .

En resumidas cuentas, y poniendo a Dios por testigo de lo quee y está convencido el pueblo, el Sínodo no será “sínodo –“Iglesia”- si no se salvan , especifican y enaltecen con argumentos seriamente cristianos los valores de las exigencias del pueblo elaboradas y manifestadas con libertad y la gracia de Dios en las reuniones establecidas en las respectivas diócesis.

Y es exactamente en este “lugar” y “situación” en la “encrucijada” en la que hoy se encuentra el papa Francisco, conocedor de antemano, con la debida experiencia y documentación acerca de la Iglesia, de la que accedió a ser y actuar como su máximo responsable, cabeza y “Sumo Pontífice”.

¿Desoirá el papa otra vez el clamor del pueblo que le demandaba la susodicha, cívica y evangélica igualdad de la mujer en relación con el hombre-varón, al igual que otras exigencias? ¿Podrá seguir en la Iglesia post sinodal, por ejemplo, ejerciendo como obispo, don Demetrio Fernández, omnipresente obispo televisivo en LA TRECE y más, desde cuya cátedra “sagrada” evangelizó con palabras literales del emérito Benedicto XVI, que “quienes proponen el sacerdocio femenino atentan contra la comunión eclesial”?

¿Qué es para el mitrado cordobés eso de “sacerdocio”, y más en su escala episcopal de Caja SUR como supremo avalista? ¿De qué otros atentados mayores que los generados por el capitalismo le será lícito a don Demetrio referirse como “Sucesor de los Apóstoles”? ¿Acaso a los de la negativa “oficial” de la enseñanza de la asignatura de la Religión en los centros públicos de educación? ¿De que RELIGIÓN? ¿De la suya, o de la de los musulmanes, con la Mezquita ya “inmatriculada”, y de todos los contribuyentes? ¿Qué sentido y contenido tiene para don Demetrio lo de “contra la comunión eclesial” y su práctica y prosopopeya?

En esta encrucijada ¿qué hará el papa Francisco con los don Demetrio y tantos otros adláteres, “rouconianos” o no, todavía “mitreados” -aunque eméritos- por esos mundos de Dios? ¿El miedo a un cisma? ¿Pero es que no hay cisma, por ejemplo, en la Curia Romana, en cuyas estancias y dicasterios está entrando ya el papa asperjando todo y a casi todos, con aguas lustrales?

¡Ánimo, papa Francisco¡. Lo de su rodilla tiene remedio. No le impide desplazarse a los dicasterios. Los tiene bien cerca. Lo de los don Demetrio y Cia., resulta mayormente difícil. Más que de estructuras, el diagnóstico que justifica la urgencia y profundidad sinodales, son las personas, definidas la mayoría de ellas por el carrerismo eclesiástico, sus afanes y endiosamiento, por lo que “vocacionalmente” apostaron, y siguen apostando “en el nombre de Dios”.

Obispos tipo “don Demetrio” hay muchos. Casi todos. Todos adoctrinadores y pastores de un pueblo -ellos y ellas- al que apenas si todavía se le permite aprobar otra asignatura de las “Ciencias Sagradas” que no sea la del AMÉN, en esta vida y en la otra.

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