Santa Marta, o "el hecho histórico de dimensión inenarrable" Francisco: El papa que no quiso volverse loco

Zapatos de Francisco
Zapatos de Francisco

"En reciente charla, Francisco justificó haber decidido no residir en los Palacios Apostólicos del Vaticano, 'por motivos psiquiátricos'. La 'normalidad' la confiere sobre todo la vida en común tanto familiar, como social y vecinal. Y la carencia de privilegios"

"Es preciso el diagnóstico del psiquiatra de no pertenecer ya al gremio de enfermos episcopales"

"El propio papa Francisco efectúa de vez en cuando alguna que otra 'travesura' canónica, con la intención de que 'de este modo las cosas se abran un poco en la Iglesia', como onferirle a la mujer algunas concesiones que antes les correspondía a los obispos'"

"Francisco es una persona normal. Esta es la primera y sobresaliente lección de catequesis que han de aprender y ejecutar los obispos"

En reciente charla con uno de sus mejores amigos - que es cuando verdaderamente el papa es infalible-, Francisco justificó haber decidido no residir en los Palacios Apostólicos del Vaticano,“por motivos psiquiátricos”. Precisamente estos motivos y no otros, fueron los que forzaron a Jorge Bergoglio a no perder su identidad personal y no llegar ya a inmolarse, con la lógica consecuencia de tener que dejar de ser elegido, por obra y gracia del Espíritu Santo.

El hecho histórico es de dimensión inenarrable, merecedor de multitud de reflexiones extensibles y aplicables, por su condición de Obispo de Roma, a todos los “Sucesores de los Apóstoles” , en lenguaje discutiblemente teológico.

Francisco. Entrevista a Telam
Francisco. Entrevista a Telam

No pocos de estos obispos y el mismísimo papa, tal y como hoy han de seguir practicando su oficio-ministerio en la Iglesia, son candidatos a las consultas del comprensivo colectivo profesional de la Psiquiatría y ciencias afines, en su variedad de versiones humanas y “divinas”..

El reconocimiento y calificación de “persona normal” habrá de ser, y será, fundamento para cualquier “vocación” o “llamada” para ejercer como papa y obispo. Sin tal calificación probada, conformada y confirmada, es imposible que el ceremonial que exige la “ordenación- consagración” sea sacramentalmente efectiva.

La “normalidad” la confiere sobre todo la vida en común tanto familiar, como social y vecinal. Y la carencia de privilegios. Y los hábitos talares y más los que sobrepasan cualquier ponderación y medida, por su pertenencia a tiempos irreversiblemente pretéritos y obsoletos.

Enemigos acérrimos de la “normalidad” son las riquezas que se califican de por sí como litúrgicas o sagradas, con las que, lo mismo se pretende rendir culto a Dios, que a quienes confiesan ser sus representantes “así en la tierra como en el cielo”, alegando para ello artículos del Código de Derecho Canónico y versículos de los Libros Sagrados, interpretados por los “profesionales” de turno , dotados por oficio o por beneficios para tal menester, en los que ni ellos mismos creen y practican, dado que por eso y para eso les pagan.

Avecindados en palacios -Apostólicos o diocesanos-, no se es persona “normal”, aunque las molestias palaciegas domésticas superen las propias de una casa-piso en la que viven el resto de los contribuyentes, sean cristianos o no.

A los sometidos a exigencias de dogmas, misterios , amenazas de infierno y demás capítulos del tratado de “Novísimos y Postrimerías “ en la otra vida, las impiadosas imágenes de un Dios “sempiternamente enojado” les vetará inequívocamente comportarse como “personas normales” y mucho menos siendo ellos mismos sabedores de que nuestro padre Dios es y se llama Jesús y que su madre -que también es nuestra-, se llama María con los apellidos de Desatanudos, de la Alegría, de las Flores, de la Amazonía, de los Remedios, de Guadalupe, de la Fuensanta o de los Milagros, por citar algunos de sus motes devotos de la mariología universalmente salvadora.

Es preciso estar ya en incuestionables vísperas de recibir, sin paliativo alguno, el diagnóstico del psiquiatra, de no pertenecer ya al gremio de enfermos episcopales de no tener desnortadas las facultades mentales. Es clerical y desconcertantemente significativo el caso 'semi dogmático', de tener que aceptar que la mujer, por el solo hecho de ser mujer, ha de ser y es inferior al hombre-varón, con olvido de que, tanto él como ella, todos fuimos y seguimos siendo, “su obra”.

El propio papa Francisco efectúa de vez en cuando alguna que otra “travesura” canónica, con la intención de que “de este modo las cosas se abran un poco en la Iglesia”, por ejemplo, “al conferirle algunas concesiones que antes les correspondía a los obispos, como su participación en el nombramiento de los mismos” y, recientemente, “en la gobernación de la Ciudad del Vaticano”. Algo es algo, pero confesión y confusión tan forzada, agravan aún más el problema de la falta de “normalidad” de los obispos, con inclusión sublime de la del de Roma.

Francisco es -quiere ser, considerarse y ser considerado - como una persona normal. Esta es la primera y sobresaliente lección de catequesis que han de aprender y ejecutar los obispos -todos los obispos- para serlo de verdad, en fiel conformidad con el Evangelio y al servicio del pueblo.

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