"Camino"... cocina militar sin sabor a evangelio "Gente" -"Clase"- y de "Tropa"

Antonio Aradillas
Antonio Aradillas

Son multitud los párrafos de “Camino” que reclaman revisión y nuevos “Nihil Obstat” en las reediciones que sucesivamente se hacen del texto. El Concilio Vaticano II, y la ejemplar vivencia, lectura y re-lectura del papa Francisco, así lo demandan, con prontitud, argumentos y sentido de Iglesia

Sugiero a los ínclitos teólogos de RD, que con Biblia y “Santos Padres”, nos desglosen estas y otras pedagogías “religiosas”, con las debidas licencias y sin miedo a los miedos que generen los prejuicios y los intereses espirituales y materiales

La educación y la elegancia, también en el hablar y en el adoctrinar, lo mismo social que pan-religiosamente es, y será siempre, “artículo de primerísima necesidad”

Hay, por esos mundos de Dios, libros, a cuyos autores les faltan carretadas de diccionarios de la RAE, y de los otros, con consideración y peso académicos, fieles todos ellos al lema de la institución, “limpia, fija y da esplendor”, con exigencia y respeto para su recopilación, análisis e inserción en sus páginas, de cuantas palabras hace uso el pueblo. En relación con los llamados libros de piedad, de textos religiosos, de teología, ascética y bíblica, las dosis de diccionarios habrían de recetarse en mucha mayor proporción.

Las palabras-palabras son esenciales para iniciar, mantener y hacer fructificar cualquier convivencia, con mención sacrosanta para la que identifica a la Iglesia, como tal, y que no es otra que la comunicación- comunión, es decir, la Eucaristía.

Me sirven de referencia en esta reflexión unas palabras del libro“Camino”, uno de los pilares más consistentes en los penúltimos tiempos para la educación de la fe y ejemplos de piedad y religión, con reconocida influencia -“poder, autoridad y dominio”- en personas, instituciones y grupos.

En una de sus páginas, equipado todo el texto y doctrina con las “debidas licencias eclesiásticas y canónicas”, se refiere literalmente que “el matrimonio es para “clase”-gente de tropa, y no para el Estado Mayor de Cristo…”

Al reflexionar el lector, o la lectora, acerca de todos y cada uno de los términos que conforman tal definición nada menos que sacramental, los diccionarios al uso les salen al paso con explicaciones y aplicaciones como estas:

“Clase”, que se define como “conjunto de personas de la misma condición social o que ejerce la misma profesión”, a la vez que, en términos militares, “nivel inferior de los Ejércitos de Tierra y Aire y del Cuerpo de Infantería de Marina, constituido por soldados rasos, de cabos y cabos primeros”.

”Gente”, se aplica a -“cada una de las clases que puedan distinguirse en la sociedad”-, a la que, si se dice “non sancta”, se le adjudica y premia con el apelativo y condición de “mal vivir”, y si se revisa una de sus acepciones a las que se remite -“véase “gentecilla”- el premio académico no es otro que el de “ruin y despreciable”.

“Tropa” –sub-unidad militar-, además de “gente de guerra que a las órdenes de un jefe, más o menos graduado, manda los concejos de las villas”, y “grupos o conjunto de soldados sin grados” (“soldados rasos y cabos de primera”), con sus sinónimos más abundantes los de “reunión de gente despreciable, -¡menuda tropa!-, pelotón, mesnada, caterva, manada de ganado, gente acuadrillada entre sí, masa, barullo, mogollón, enjambre… Todo en el ámbito y marco de lo ruin, “tener en poco”, innoble, vil, vilipendio y denigrante, con villanía, desprecio, barato y sin valor”.

'Camino'
'Camino'

A la conclusión a la que hace llegar el diccionario al autor y a los lectores de la doctrina refrendada, del término sacramental de “matrimonio”, no es en ningún sentido recomendable, por “misericordioso -“inclinación a mostrarse comprensivo ante las miserias y sufrimientos ajenos”- que se intente ser y ejercer, contando además con que “en el cristianismo, la misericordia es por antonomasia atributo de Dios”, y una de las palabras más “conciliares y de “Iglesia en salida”, acariciadas por el papa Francisco.

Dogmatizada la definición del matrimonio en el citado libro “Camino”, ni cristiana ni religiosamente apto o recomendable para gente distinta a la enmarcada –enfilada- en la “tropa”, los comentarios de que el resto, los demás, es decir, “la flor y nata” de los lectores del libro optarán por pertenecer “al Estado Mayor de Cristo”, sin matrimoniarse, crea razonable perplejidad, dudas y confusiones graves y desconcertantes. Algunas de ellas se reflejan en preguntas como estas: ¿Qué es eso de “Estado Mayor” referido a la Iglesia de Cristo y a sus elementos jerárquicos, con votos de castidad? ¿Acaso resultan ser otras tantas patrañas y mentiras, noticias judiciales tan asombrosamente pútridas, como las que distribuyen diariamente las agencias de prensa, y las anatematizadoras y dolorosas condenas del papa Francisco?

¿Es explicable pastoral y teológicamente que a todo un sacramento como el del matrimonio, y a sus contrayentes –que en este caso son a la vez, sus ministros- se les puedan aplicar términos y calificaciones tan desoladoras y ruines como los aquí referidas? ¿Cómo y quienes podrán conjugar en cristiano, que precisamente a la vez, los matrimonios contraídos por miembros o adeptos de este movimiento espiritual se distingan por su fecundidad y el elevado número de hijos que suelen tener?

Son multitud los párrafos de “Camino” que reclaman revisión y nuevos “Nihil Obstat” en las reediciones que sucesivamente se hacen del texto. El Concilio Vaticano II, y la ejemplar vivencia, lectura y re-lectura del papa Francisco, así lo demandan, con prontitud, argumentos y sentido de Iglesia. ¿Acaso no resuenan como extra-militarizados y super-clericalizados, párrafos de “Camino” como el de “Obedecer…camino seguro. Obedecer ciegamente al superior…, único camino de santidad… Obedecer en tu apostolado, porque en una “Obra de Dios” todo ha de resolverse con la obediencia y, si no, marchándose…”

Sugiero a los ínclitos teólogos de RD, que con Biblia y “Santos Padres”, nos desglosen estas y otras pedagogías “religiosas”, con las debidas licencias y sin miedo a los miedos que generen los prejuicios y los intereses espirituales y materiales.

Les sugiero también que adoctrinen a doctos e indoctos, lo mismo si pertenecen al sufrido batallón de las “gentes de tropa”, que a los miembros privilegiados del Estado Mayor de Cristo”. La educación y la elegancia, también en el hablar y en el adoctrinar, lo mismo social que pan-religiosamente es, y será siempre, “artículo de primerísima necesidad”.

El comentario acerca del “itinerante” imperativo piadoso y espiritual de “¡Sé hombre!” (por supuesto varón), para ser y ejercer de cristianos, lo dejo para otra ocasión. Gracias.

Biblia

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