"Lo salmodian las estadísticas y los números" Esta Iglesia se acaba

Esta Iglesia se acaba
Esta Iglesia se acaba

"Es explicable que el pesimismo irrumpa a raudales -en gran cantidad y abundantemente-, en personas, grupos, organismos e instituciones de 'católicos de toda la vida', ahormados a sus santas tradiciones, ritos y enseñanzas"

"Pero no obstante, el número de los optimistas se va ya abriendo por la gracia de Dios y con la ayuda de la formación-información en Ciencias Sagradas, entre las que la enseñanza había permanecido 'petrificada' de por vida"

"'Esta Iglesia se acaba', no es ya un grito de desesperación y anticipo infeliz de un réquiem. Lo es de esperanza, de resurrección y de VIDA"

Se trata de Andrea Navagero, personaje de gran relieve en los tiempos del Renacimiento, noble patricio, humanista, intelectual, historiador y embajador (a. 1525-28) de la República de Venecia en la Corte del Emperador ”Carlos I de España y V de Alemania “. Y además, Navagero se distinguió por su condición de gran observador y viajero, enamorado entusiasta de ciudades como Granada y Toledo. Corte todavía itinerante la española, fue excepcional conocedor de los porqués el mismo emperador rechazó positivamente hacer de Toledo la capital, por lo que su hijo Felipe II se vio obligado a elegir para ello a Madrid.

El diplomático veneciano sentenció parte de la explicación anti-toledana con estas severas palabras: ”Los amos de Toledo y de las mujeres son los clérigos que tienen hermosas casas y gastan y triunfan, dándose la mejor vida del mundo, sin que nadie los reprenda”. Su “Primado”, el Cardenal Cisneros, apodado “el tercer Rey de España”, y regente, seguiría el mismo camino, dado que en la ciudad, hoy capital de Castilla La Mancha, “no cabían dos Cortes”, con el convencimiento de que el “Cabildo catedralicio era inmenso y. no pocas veces, hasta en oposición al mismo prelado”.

Por supuesto que no toda la Iglesia era y ejercía como la “Primada”. Pero esta, y además, “primada”, era así. Y otras -la mayoría, también, en distintas fases, niveles y tiempos. Y aún peores. Precisamente la Reforma -contrarreforma- respondió de alguna manera a corregir tamaños dislates, no pocos de ellos avalados y refrendados con el sagrado nombre de Dios.

Pensar que tal Reforma para los tiempos venideros curó y evangelizó los cabildos, los episcopados, clérigos y laicos… no es pensar. Es soñar o, a lo sumo, desear que así se fuera o fuese. Aquella Iglesia, de alguna manera y distintas fórmulas, sigue mereciendo el diagnóstico del embajador Andrea Navagero, compartido por otros colegas, más ue suficientemente documentados. Felizmente “desinquisitoriada” la historia de España, hoy comienza ya a saberse casi todo, y se llega a la conclusión de que “las cosas” no han cambiado como debieran, y como lo proclaman determinados santos y santas -del “alto” y “bajo” clero-, y del resto de la feligresía.

Ante el panorama actual vigente, resulta obligado aseverar que “esta” Iglesia la heredera de los tiempos de Navagero, se acaba. Gramaticalmente explicado, el pronombre “este-esta”, difiere de “el-la” como artículo demostrativo. “Esta”, es decir, la que se nos descubrió y en la que se nos educó con prevalencia de lo “religioso”, definido por ceremonias, ritos, “funciones” y solemnidades, no es “la” que hiciera perdurar el mensaje de Jesús contenido en los santos evangelios, en el que prevalecen el amor-servicio a los otros, con sacrosanta mención para los más pobres y necesitados.

¿Optimista o pesimista ante el paisaje “católico” que se nos presenta, con rechazo y dolor de corazón para muchos? Es explicable que el pesimismo irrumpa a raudales-en gran cantidad y abundantemente-, en personas, grupos, organismos e instituciones de “católicos de toda la vida”, ahormados a sus santas tradiciones, ritos y enseñanzas que acaparaban en exclusiva el verdadero y único concepto, expresión y práctica de la religión la relación con Dios, encarnado en Cristo-Jesús.

Pero no obstante, el número de los optimistas se va ya abriendo por la gracia de Dios y con la ayuda de la formación-información en Ciencias Sagradas, entre las que la enseñanza había permanecido “petrificada” de por vida, limitada por el inexorable, absurdo y excluyente principio de que “doctores tiene la Iglesia…” en unos tiempos y ámbitos de que ya hay “doctores y doctoras” -laicos y “laicas”- con idénticos o mejor calificados títulos universitarios que los propios obispos y teólogos por profesión, vocación u oficio.

La Iglesia, -“esta” Iglesia-, la del poder, de los privilegios, de la santidad oficial, de los Nuncios, del incienso, de los palacios episcopales, de los “vacunojetas”, de los escalafones, y de tantos otros signos y símbolos, se acaba. Así lo salmodian las estadísticas y los números, unas y otras, “palabras de Dios”.

La Iglesia verdadera, la garantizada con la promesa del “non praevalebunt” es la enmarcada en la terminología de “en salida” y “en sinodalidad”, tan apuntalada por el papa Francisco. Por encima de todo, en la misma testimonian su condición humana y divina la humildad, el ecumenismo, la humanidad, la misericordia, el agradecimiento, la paz, la alegría, el “yo pecador”, la comprensión, la limpieza, la transparencia, la participación, el convencimiento de que lo “oficial” difícilmente puede ser santo, aun canonizándolo, -“¿Santa Sede”?- y siempre-siempre y por encima de todo, la Comunión o común-unión sacramental y “sacramentalizada”.

Desde el “castillo interior”, la eclesiología y el afán de tantos por reconciliarse consigo mismo y reconciliar el mundo con Dios, el optimismo ante el panorama de la reconversión de la Iglesia, pese a determinadas circunstancias, es imprescindible que sea y ha de ser norma de vida cristiana.

“Esta Iglesia se acaba”, no es ya un grito de desesperación y anticipo infeliz de un réquiem. Lo es de esperanza, de resurrección y de VIDA

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