"Para la mujer, y más para la católica, apostólica y romana, la Iglesia ni es ni actúa de madre" Iglesia madrastra y el papa Francisco, padrazo

Los jóvenes rodean al papa Francisco en la JMJ de Portugal
Los jóvenes rodean al papa Francisco en la JMJ de Portugal EFE

Una vez más, me decido a predicar desde el púlpito de RD que el trato que sigue recibiendo  la mujer en la Iglesia es propio de las madrastras, todavía no  denunciado por sus autoridades correspondientes, sino amparado por ellas

Clama al cielo que, a estas alturas de la cultura general, y de la religiosa en particular, cánones, “principios” y artículos de la Liturgia sagrada rezumen anti feminismo por todos los poros del alma y del cuerpo, con desfachatez, falta de respeto y sobras de desvergüenza hacia el sexo femenino

La Iglesia es madre. Santa y Maestra. Así nos adoctrina el Catecismo y, desde  perspectivas no solo antropológicas, sino religiosas, esta corona de laudables reconocimientos le es servida tanto justa como necesaria. Esta es la teoría. La práctica no siempre es coincidente, dado que en el organigrama feliz de la convivencia doméstica y familiar del Evangelio se infiltra el término “madrastra” con el burdo y desolador  contenido de “madre que trata mal a sus hijos”. ¿Con aplicación frontal y académica también a la Iglesia? La respuesta es rotundamente afirmativa, tan veraz como  pesarosa.

Y de nuevo, y una vez más, aporto el caso de la muerte de tantas mujeres, a manos  de sus parejas o exparejas, cuyo número en este mes de agosto ronda la docena en España.

La explicación de la involucración –implicación de la Iglesia en problema tan dramático, se descubre con facilidad en el dato de que, entre todas las organizaciones habidas y por haber, hoy existentes y con registro oficial en sus doctrinas y prácticas en los países medianamente civilizados, la Iglesia -institución religiosa, y a la vez Estado libre e independiente- la mujer, por mujer, sufre y padece discriminaciones graves -gravísimas- en relación con el hombre, en su condición e varón.

Para la mujer, y más para la católica, apostólica y romana, la Iglesia ni es ni actúa de madre. Es y actúa de madrastra. Hasta haber llegado a sobrepasar con creces toda  medida, aunque para ello, y con el infama propósito de convertir en “palabra de Dios” sus interpretaciones oficiales, se hayan sentido obligados a retorcer argumentos bíblicos  y patrísticos.

Una mujer llora en el encuentro con el Papa en Fátima
Una mujer llora en el encuentro con el Papa en Fátima RD/Captura

Una vez más, me decido a predicar desde el púlpito de RD que el trato que sigue recibiendo  la mujer en la Iglesia es propio de las madrastras, todavía no  denunciado por sus autoridades correspondientes, sino amparado por ellas. Deber ineludible debería ser al menos el de la auto anatematización de quienes representan a la Iglesia, todos varones, y además célibes, más que raramente por vocación y por el Reino de Dios, por así exigirlo la reglamentación canónica, con sus fallos previstos, unos publicados y otros todavía no. 

Clama al cielo que, a estas alturas de la cultura general, y de la religiosa en particular, cánones, “principios” y artículos de la Liturgia sagrada rezumen anti feminismo por todos los poros del alma y del cuerpo, con desfachatez, falta de respeto y sobras de desvergüenza hacia el sexo femenino. Con razones más que suficientes, es de extrañar que todavía ellas -las mujeres- (también las "consagradas”) hayan tomado caminos distintos a los rituales del AMÉN y de la “obediencia ciega” a la Iglesia, acelerando aún más el índice de defecciones-deserciones que se registra.

Una mujer reza en una eucaristía  en Lisboa
Una mujer reza en una eucaristía en Lisboa Jesús Huerta

Es de esperar que quien vive, presenta y representa  hoy a la Iglesia, el papa Francisco, tan devoto y consagrado a meterse en “líos”, afronte bien pronto el de la discriminación de la mujer que en dramáticas proporciones habría de elevar al “honor de los altares” a todas ellas, sometidas a la total sumisión de disciplinas canónicas mágicas y misteriosas, en contra, o al margen, del Evangelio, predicado, practicado y “parabolizado” por Jesús, María- y el resto de “santas y no tanto- mujeres”, que redentoramente le acompañaron en su vida, en su muerte y en su resurrección, como fieles, “oficiales" y fiables mensajeras.

Y quede luminosa y santa constancia, que, en nuestro caso, “madrastra” le es aplicada a la institución eclesiástica con todo el peso académico de “madre que trata mal a sus hijos”, mientras que “padrazo” es “el padre muy bueno y cariñoso con sus hijos”, con triunfante y glorificadora mención para el papa Francisco y sus frases esculpidas en bronce de ¡TODOS,TODOS, TODOS! y de ¡NO TENGAIS MIEDO!

Aunque lentamente, a la primavera eclesial se le irá abriendo caminos y -¡sorprendente y “heterodoxa” noticia para muchos!-, por ejemplo, la mujer podrá “VOTAR” en el próximo Sínodo…

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