Imagina. Una carta de Dios para los seres humanos de 2020 "Yo no huyo cuando os veo llorar, perder, o morir. Yo estoy, yo permanezco"

"Yo no soy un testigo pasivo de tu dolor, ni mi estrategia es permitir lo insoportable. Estoy aquí para convertir tus lágrimas en gritos de alegría, y para que encuentres la fuerza mientras lo logramos. Es cómo soy"

"¿Crees que un amor así desaparece ante la dificultad, o huye despavorido cuando llegan los grises días de lo indeseable, como si no estuviéramos ya saturados de abandono?"

"De todas sus cosas hablo en plural. Estoy aquí para que vivamos, para que amemos, lloremos, riamos, para morir juntos también y, claro, para levantarnos de nuevo en un amanecer que ahora apenas imaginan, en el que la alegría es infinita, en el que amar basta, en el que la vida vence para siempre"

"No soy causa de lo que está sucediendo. No me interesan los castigos ni verles llenos de temor para que aprendan algo. Soy amor, nunca miedo"

Imagina una mamá, una buena mamá, una gran mamá. Que te conoce, pues vio cómo se formaron todas tus rarezas, que sabe cuándo aparecieron ese lunar y esa idea, que sabe cuando hay algo que no te has atrevido a decir. Que te entiende, sabe por qué eres así, pues estuvo en tus tropiezos, dudas, y lágrimas. En tu rabia. y vio cómo se plantaron las semillas de lo que hoy eres. Que te cree, que nunca te obligó porque sabía que eres capaz de hacerlo bien, que no te manipuló porque confía en ti, tanto que apostaría su piel a que eres capaz de hacer extraordinaria tu vida. ¿La tienes? Ahora multiplícala por el número exacto de estrellas que brillan en la noche, y tendrás una pequeña idea de quién soy. ¿Crees que ella llenaría tu casa de obstáculos peligrosos para que aprendieras a cuidarte, como si no estuviera ya el mundo lleno de ellos?

Yo no lleno de pruebas la existencia. Estoy aquí para sostenerte mientras atraviesas las pruebas que la existencia tiene. Es quien soy.

DIos y el coronavirus
DIos y el coronavirus

Imagina un amigo, un buen amigo, un gran amigo. Que te acompaña porque quiere, no porque obtenga ningún provecho, simplemente porque le nace, porque tu forma de ser, tu esencia, detonan en él esa lealtad incondicional que solo los amigos saben dar. Que te acepta, pues ha estado en tus luchas y batallas, te ha visto enfrentar tus defectos como quien desafía sus fantasmas, y por eso no tiene nada que reprocharte. Que te inspira, te hace saber que no estás solo, y que la vida puede ser distinta. Que te impulsa a encontrar tu siguiente paso, tu próxima victoria, tu siguiente incoherencia vencida. ¿Lo tienes? Ahora multiplícalo por cada aliento que has tomado entre tu pecho, y los que tomarás. Entonces tendrás un pequeño trozo  para empezar a comprender cómo soy.

¿Crees que él permitiría que atravesaras temporadas de sufrimiento, pudiendo evitarlas, simplemente para que aprendas algunas cosas, como si las lecciones de la vida no se pudieran tomar de otra manera?

Yo no soy un testigo pasivo de tu dolor, ni mi estrategia es permitir lo insoportable. Estoy aquí para convertir tus lágrimas en gritos de alegría, y para que encuentres la fuerza mientras lo logramos. Es cómo soy.

Imagina un amor, un buen amor, un gran amor. Que compromete su vida para construir una nueva contigo, juntos. Que pierde todo miedo a mostrarse como es, y te regala ese sublime don de no tener que esconder nada, nunca. Que de todas tus cosas habla en plural: no “lo harás”, lo haremos; no “se te ocurrirá algo”, algo se nos ocurrirá; no “saldrás de esta”, saldremos de esta, juntos. Que todo lo que te pasa lo siente propio, porque no solo habitan el mismo lugar, sino que se habitan el uno al otro. Que cumple cada promesa porque no quiere un futuro en donde no estés, quiere estar allí mañana, acompañar cada miedo, ilusión, desilusión, dicha, euforia, soledad, cada paz; para convertir en primavera tus inviernos. ¿Lo tienes? Ahora multiplícalo por cada célula, cada partícula de la que has sido hecho, cada pedazo de universo que hace parte de ti. Entonces habrás metido apenas los pies en el inmenso océano de lo que soy. ¿Crees que un amor así desaparece ante la dificultad, o huye despavorido cuando llegan los grises días de lo indeseable, como si no estuviéramos ya saturados de abandono?

"Querido Dios..."
"Querido Dios..."

Yo no huyo cuando les veo llorar, perder, o morir. Yo estoy, yo permanezco. De todas sus cosas hablo en plural. Estoy aquí para que vivamos, para que amemos, lloremos, riamos, para morir juntos también y, claro, para levantarnos de nuevo en un amanecer que ahora apenas imaginan, en el que la alegría es infinita, en el que amar basta, en el que la vida vence para siempre. Uno en el que abrazaremos sin soltar todo eso por lo que alguna vez suspiraron. Es lo que soy.

No soy causa de lo que está sucediendo. No me interesan los castigos ni verles llenos de temor para que aprendan algo. Soy amor, nunca miedo.

Y lo soy justo en medio de lo que está sucediendo. Estoy aquí para que tengan vida, y vivir no es solo despertar mañana, es entregarlo todo hoy. Podemos darle sentido a este capítulo si nos donamos en cada instante, si rompemos soledades, si sostenemos corazones que tiemblan de miedo, si extirpamos la desigualdad que agrava esta pandemia, si no permitimos que nadie, nunca, y mucho menos en mi nombre, les robe a los seres humanos su derecho a tener esperanza, a tener la certeza de que otro mundo es posible.

Juntos haremos nuevas todas las cosas.

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