"Una parte de la sociedad civil tiene la percepción que la Iglesia no hace nada. Y sí que hace" Investiguen... pero sin errar el tiro

Abusos
Abusos

"No hay mayor pecado que hacer daño a un niño, a una niña, que no pueden defenderse por sí solos porque nos necesitan"

"Nos habríamos ahorrado muchas penas si la jerarquía de la Iglesia española hubiese seguido el ejemplo de otras iglesias que han impulsado investigaciones independientes y han presentado sus conclusiones a la opinión pública"

"A la Iglesia no le debe temblar el pulso. Tiene que ir hasta el final porque podría parecer que estamos ante una institución insensible al abuso que se ejerce sobre toda persona humana, no sólo en el plano sexual, sino en su integridad"

"Una parte de la Iglesia de los años 60, 70 y 80 poco tiene que ver con la de ahora"

"Una política a la altura de los tiempos implica buscar el bien de toda la ciudadanía sin señalar a una única institución sobre algo cuando el resto no está exenta de dicha realidad"

Jesús es meridianamente claro en el evangelio cuando habla de los abusos que se infligen a los niños: “Ay de quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6). Pongamos en relación este pasaje con los otros que recomienda en el que para entrar en el Reino de los cielos tenemos que recuperar actitudes y valores de nuestra niñez. Convertirnos en pequeños, en necesitados y vulnerables hará que nos encaminemos hacia la salvación del Dios encarnado y hecho hombre desde la alegría y la esperanza.

No hay mayor pecado que hacer daño a un niño, a una niña, que no pueden defenderse por sí solos porque nos necesitan. De ahí que se reclame con razón que los abusos cometidos por personas que han pertenecido o pertenecen a la Iglesia se persigan hasta sus últimas consecuencias. El evangelio nos vuelve a señalar el camino: “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz” (Lc 8, 17). No ponemos una vela debajo del celemín, ya que la luz está para que alumbre nuestro camino, desde que nacemos hasta el momento de nuestra muerte. Y Francisco que es un pastor convencido del evangelio, aplica sus enseñanzas en todas y cada una de nuestras experiencias. No iba a ser menos en el dolido y sangrante caso de los abusos sexuales en la Iglesia: “Que por favor se investigue, se pida perdón y se repare”. ¡Investiguen! Este es el mandato que tenemos que asumir. 

Escándalo

En estos días de profundo dolor, de dudas, de indignación ante lo que estamos conociendo, me golpea, una y otra vez, la carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda en marzo de 2010:

“Comparto la desazón y el sentimiento de traición que muchos de vosotros habéis experimentado al enteraros de esos actos pecaminosos y criminales y del modo en que los afrontaron las autoridades de la Iglesia… Habéis sufrido inmensamente (víctimas de abuso y sus familias) y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cunado teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos. Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos”.

Y por si a alguien le caben dudas de lo que inició en absoluta soledad el Papa emérito y que Francisco está llevando a cabo con toda fuerza y naturalidad, así se refería en la misma carta a los sacerdotes y religiosos que han abusados de niños: “Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores -los obispos- habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños”.

Si alguien tiene dudas de lo que hay que hacer, si todavía alguien osa en mirar para otro lado, que sepa que el evangelio, camino, verdad y vida, es transparente como el agua. Tolerancia cero contra toda esta hecatombe. No voy a entrar a analizar por qué ahora en este preciso momento. Pero nos habríamos ahorrado muchas penas si la jerarquía de la Iglesia española hubiese seguido el ejemplo de otras iglesias que han impulsado investigaciones independientes y han presentado sus conclusiones a la opinión pública. Francia, Portugal o la archidiócesis de Múnich son un ejemplo claro de ello. Por esa falta de miras ha llegado al Congreso de los diputados la voluntad de perfilar una comisión de investigación.

Benedicto

Como decía recientemente el jesuita alemán Hans Zollner, persona de confianza de Francisco para gestionar este tema, “o creas tu una comisión o te la hacen”, con todos los riesgos que implica dejarlo en manos de los partidos políticos que, en muchas ocasiones, y lo sabemos, les importa muy poco la verdad y manipular cualquier hecho para obtener réditos políticos y de esa forma confundir a parte de la opinión pública y de la sociedad civil.         

Estamos ante una oportunidad para clarificar todo lo que haya pasado. Saber que no sólo estamos ante el mayor pecado en relación con Dios, el evangelio lo deja claro, sino ante uno de los peores delitos que una persona puede llevar a cabo. Y ojalá esta situación pueda impulsar un replanteamiento de la injusticia estructural respecto a la figura jurídica de la prescripción del delito en casos graves ya sean de agresión sexual o asesinato por cuestiones ideológicas, terrorismo… Las grandes crisis históricas de las instituciones y de los pueblos han servido para alumbrar nuevos escenarios de justicia y de esa forma transformar la sociedad.

Por ello a la Iglesia no le debe temblar el pulso. Tiene que ir hasta el final porque podría parecer que estamos ante una institución insensible al abuso que se ejerce sobre toda persona humana, no sólo en el plano sexual, sino en su integridad. Y es todo lo contrario. La Iglesia como institución nunca ha sido indolente al dolor humano. Todo lo contrario. Su voz se alza para denunciar la trata de personas y la esclavitud sexual o, recientemente visualizar las vidas truncadas de los 300.000 niños soldados que tenemos en el mundo.

Francisco fue claro: “Cada niño soldado es un grito que se eleva a Dios y acusa a los adultos”. O las declaraciones que Álvaro Sánchez, responsable de la Delegación Diocesana de Misiones de Manos Unidas, expresó sobre la inmigración en Europa: “Vivimos un holocausto por las políticas migratorias europeas”. Estas palabras han pasado prácticamente desapercibidas. La razón la podemos encontrar en el mismo lema de Manos Unidas para la campaña contra el hambre: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”.

Abusos

Así pues, la Iglesia no es indiferente a los diferentes abusos que vulneran la dignidad humana de la persona. Y hay que decirlo estos días alto y claro. Todo ello para que no caigamos en el error al que apunta Juan José Tamayo en hablar de abuso en la Iglesia Católica que abuso de la Iglesia Católica. Esta última denominación parece que la Iglesia en su totalidad no haga nada al respecto, sabiendo que es falso. El pueblo de Dios es diverso. Creemos de forma torticera, y los medios ahondan en esta idea, que son sólo los obispos los que manejan la barca de la Iglesia. Todos navegamos en ella. Y cuando estamos en medio de un oleaje y la barca se tambalea, se mueve para todos. Por esta razón, los desmanes de una parte de la jerarquía, no toda, nos afecta, nos duele y nos traspasa. Responda o no a una organización jerárquica y piramidal

Debemos insistir que una parte de la Iglesia ha invitado a la transparencia, a reconocer el problema y a pedir perdón. Son numerosas los diócesis, órdenes y congregaciones que están incorporando de manera visible las oficinas de atención a personas vulnerables y menores. En enero de 2020 el Arzobispado de Madrid, como ha informado Religión Digital, puso en marcha el proyecto Repara para la prevención de abusos y atención a víctimas. En estos últimos años han recibido 75 casos, de los cuales casi 40 se daban en el ámbito familiar y una quincena en un contexto eclesial.

No vamos a decir que sean pocos o muchos, con que sólo se dé un caso se alza contra la humanidad entera y contra todos y cada uno de nosotros. Pero debemos ser conscientes que una parte de la sociedad civil tiene la percepción que la Iglesia no hace nada. Y sí que hace. Este portal hace públicos desde hace años todas las iniciativas que se llevan a cabo sobre el tema. Su labor de concienciación es inmensa. Sin embargo, está calando en una parte de la sociedad en que la Iglesia no ha hecho nada. Muchos colegios religiosos y concertados de España tienen en sus páginas webs una entrada específica con un número de teléfono de ayuda para denunciar cualquier tipo de abuso, venga de donde venga. Porque no lo olvidemos, estamos ante una de las mayores lacras sociales.

Carlos Osoro, con el Papa Francisco
Carlos Osoro, con el Papa Francisco

Y ya que estamos conociendo datos, números, nombres, tenemos la responsabilidad como ciudadanos y miembros de la Iglesia de señalar que en los últimos años se están tomando iniciativas desde diferentes ámbitos de Iglesia, desde laicos a consagrados, donde el control y la sensibilidad frente a estos temas es muy diferente a los casos que están apareciendo en prensa y son, precisamente, de hace 30 o 40 años. Cuidado, no estamos justificando nada. Este artículo ya ha dado buenas pruebas de ello. 

El daño tiene que ser reparado, haya pasado hace 50 años que hace una semana. Pero no perdamos la perspectiva, no erremos el tiro para no perdernos en este tema. Una parte de la Iglesia de los años 60, 70 y 80 poco tiene que ver con la de ahora. Ante esa estrategia y política del silencio, y apartar al abusador y alejarlo de su víctima, sin reparar en el estado emocional y psicológico de la víctima de por vida, se están implementando en iniciativas que están funcionando junto con un grado mayor de sensibilidad respecto a todos estos temas que se han ido afianzando a medida que la democracia ha ido avanzando. Hoy la mayoría de los abusos se dan en el entorno familiar y en otros ámbitos sociales que superan a la Iglesia. Está en torno al 1%. ¿Nos alegramos de ese porcentaje? No, claro está.

Van a aparecer muchos más, pero no de ahora, porque en la actualidad tenemos mecanismos que posibilitan y visualizan el primer paso que es la denuncia. Y la Iglesia, desde ordenes a colegios e instituciones, está trabajando en ello. Si no fuera así, ¿sería comprensible el vídeo que acaba de lanzar Repara alertando de que no existan denuncias ahora significa que no hay casos del pasado porque los que se dieron son nuestros casos del presente? Eso significa que se investigue hasta el final, pasara cuando pasara, da igual el tiempo, ya que el daño es irreparable. Sin embargo, al mismo tiempo también pongamos encima de la mesa que en la actualidad se está haciendo mucho y bien. Y es lo que desde algunas instituciones, medios y partidos se quiere confundir. Cuánta razón tiene Repara cuando en dicho vídeo se lucha contra la falsa creencia de que las denuncias dañan a la Iglesia, y lo que sí posibilitan, en cambio, es afrontar y prevenir que se produzcan este tipo de situaciones. El silenciamiento, recuerdan, es lo que realmente perjudica.

Por ello, y para que no erremos el tiro la Iglesia, de una vez, por no utilizar otra expresión más gruesa, debería decir y expresar a la sociedad civil lo que hace. Y quien dentro de la Iglesia ponga palos en las ruedas para hallar la luz sobre todos estos hechos, que sepa que sólo le quedará un camino: abandonar la Iglesia y en su caso si es requerido responder ante un tribunal. Un solo caso es una monstruosidad, un atentado contra toda la humanidad. La Oficina de Protección al Menor (OPM) de la Archidiócesis de Valencia no ha recibido en dos años ni una sola denuncia. Y al mismo tiempo, informan que se conoció una denuncia en 2021 que tramitó la Oficina de Protección del Menor y que está en manos de las instituciones judiciales. 

Pederastia
Pederastia

Como diría Ortega, estamos ante uno de los temas de nuestro tiempo. No caben paños calientes. Jesús de Nazareth no los quería, fue claro, y nos dejó un desafío y es denunciar, alzar la voz sobre todas aquellas personas que son explotadas y violadas en su sagrada dignidad, vengan de donde vengan. Es un tema que afecta a todas las instituciones y organizaciones sociales. Como creyente y ciudadano invito no sólo a las instituciones eclesiales y religiosas a que sean transparentes e intransigentes en este tema, sino a todas las instituciones públicas. Una política a la altura de los tiempos implica buscar el bien de toda la ciudadanía sin señalar a una única institución sobre algo cuando el resto no está exenta de dicha realidad. Todo ello con una finalidad clara que como seguidores de Cristo no podemos olvidar y dejar de cumplir: la construcción de un mundo mejor que se rija por la salvaguarda radical de la dignidad de toda persona humana. Y todavía más de esos pequeños que con su mirada nos invitan a no perder la alegría y la esperanza. 

*Doctor en Filosofía. Voluntario en el Centro Penitenciario de Picassent (Valencia). Profesor de Filosofía en el Colegio Patronato de la Juventud Obrera. Autor del libro, Esperanza entre rejas: retos del voluntario penitenciario. PPC, Madrid, 2021.

Esperanza entre rejas

Primero, Religión Digital
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