Vuelven las misas a la 'parroquia roja' de Entrevías Javier Baeza: "Echamos de menos la teología del achuchón"

Vuelven las misas en San Carlos Borromeo
Vuelven las misas en San Carlos Borromeo @entreBorromeos

"Los saludos y besos dieron paso a los “toques” del codo. En determinados momentos parecemos todas expertas jugadoras de mus: elevación de las cejas, guiños, … todos esos lenguajes gestuales que han ido sustituyendo el abrazo y el contacto físico"

La corporalidad es consustancial a nuestro lenguaje. Nuestra experiencia vital y como creyentes pasa por el “acuerparnos”, sentirnos cerquita y al calor del otro. Las “distancias de seguridad” imposibilitan este antiguo lenguaje

Comenzamos la celebración dominical con sentimientos encontrados: ilusión, prevención, alegría, distancia… todo aquello que la pandemia en medio de la que estamos viviendo nos ha hecho emerger… Muchas personas de nuestra asamblea -mayores, enfermos, con miedo…- nos advirtieron de su ausencia. Con tristeza, pero situaciones particulares que todos entendemos y respetamos.

Los saludos y besos dieron paso a los “toques” del codo. En determinados momentos parecemos todas expertas jugadoras de mus: elevación de las cejas, guiños, … todos esos lenguajes gestuales que han ido sustituyendo el abrazo y el contacto físico. Sin embargo, en distintos momento de nuestra celebración, sale a relucir esa teología que tanto nos acompaña y, más, echamos de menos: la teología del achuchón.

Este sentimiento de “orfandad” en el contacto es mitigado por la música que un refugiado nicaragüense entona con su desvencijada guitarra. Es la canción de entrada, y en ella recordamos cantando que somos pueblo que busca, acompañados por el Dios de Jesús, la Justicia, Vida y Solidaridad.

Es por esto por lo que en diversas intervenciones -la famosa homilía es compartida y enriquecida por todas las personas de la celebración que libremente quieran participar- se verbaliza esa ausencia dominical que durante este confinamiento se ha producido. Se extraña la comensalidad de los domingos en San Carlos. Ese sortilegios de intervenciones, iluminadas por el Evangelio, que van desmenuzando la realidad, acercando situaciones personales de exclusión y abrigando deseos de pasar de la indignación personal a la denuncia pública. Hoy el relato evangelio en la fiesta del Corpus, según Juan, se experimenta de una manera especial, quizás más compleja, y no sólo porque a veces el evangelista parece un jeroglífico escribiendo.

La corporalidad es consustancial a nuestro lenguaje. Nuestra experiencia vital y como creyentes pasa por el “acuerparnos”, sentirnos cerquita y al calor del otro. Las “distancias de seguridad” imposibilitan este antiguo lenguaje. Además, en el confinamiento -como nos relata un joven participante- estar sólo ha tenido dos descubrimientos importantes: por un lado “gustar” el silencio y la soledad (como positivo) y por otro extrañar tanto al otro (como negativo) que el placer de bailar se ha vuelto insoportable al no poder ejercitarlo con otras personas.

Nuestra celebración continúa. Damos gracias al Buen dios y llegamos a otro momento “extraño” en nuestra cotidianeidad dominical. Rezar el Padre Nuestro, que se hacía siempre formando una cadena -mano sobre mano-, se transforma en otro gesto “individual” pero también cargado de simbolismo. Las manos se alzan en señal de ofrecimiento y acogida.

Celebración en San Carlos Borromeo
Celebración en San Carlos Borromeo @entreborromeos

Nuestras vidas, y nuestro espacio, no se han cerrado. Se sigue ofreciendo acogida, cariño y acompañamiento a tantos desheredados entre quienes vivimos. La memoria de las personas que han fallecido víctimas del Covid, se entremezcla con la de aquellas que han muerto víctimas de las políticas de fronteras. El cuerpo que acoge se empareja con la sangre que se ofrece. Volvemos a recordar aquella máxima de nuestra comunidad: el anuncio y la denuncia. Elementos clave en la Evangelización.

La celebración sigue su curso. Nuestra pequeña catecúmena presenta, junto a las palabras de la consagración, el Pan y el Vino que -en asamblea del Pueblo de Dios- se convierten en cuerpo y sangre del mismo Jesús, en entrega y solidaridad para con los últimos de la tierra. También aquí, nuestra cotidianeidad dominical, se ve alterada por la situación de la pandemia. El cáliz, la copa, que contiene el vino es consumida sólo por uno de los participantes en la celebración. Somos conscientes de que no se puede participar del pan y del vino, pero esto no es excusa para tener claro que queremos ser pan y vino en nuestro vivir. Por eso, nuestro joven dj musulmán, nos pincha la canción de Salomé Arricibita “Dime cómo ser pan”.

Padre Nuestro en San Carlos Borromeo
Padre Nuestro en San Carlos Borromeo @entreBorromeos

Y queriendo ser alimento para otras personas damos por concluida nuestra primera celebración dominical en esta situación de pandemia. Tampoco nos quedaremos -como hacíamos todos los domingos- a comer juntos. La mesa tras la misa, de momento, están postergadas… Ese sentimiento agridulce -contentos por reencontrarnos y con muchas incertidumbres por el futuro- hace que nos vayamos a casa, cada participante, con esa pregunta que ha resonado en la celebración: en estos momentos ¿cómo ser pan?

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