"Los cristianos en concreto hemos heredado de Jesús de Nazaret la fe en ese origen" Jesús L. Sotillo: "Formamos parte de un Universo inmensamente antiguo, grande y extenso, que, a su vez, no existiría sin la acción constante de lo sumamente pequeño"

Virus
Virus

"Una variante más antigua del virus que a nosotros nos está matando mora y se reproduce con la ayuda de sus células en murciélagos chinos, sin exterminarlos"

"El reto religioso de hoy en día para nosotros no es, a mi juicio, seguir buscando o proclamando qué castigo o qué lección sobrehumana ha venido a ejecutar o a impartir el COVID-19, sino tratar de encontrar motivos por los cuales continuar profesando y practicando la misma fe que Jesús profesó"

En memoria de D. Miguel Benzo Mestre (1922-2009). Aprendí en sus clases de Antropología Teológica un pensamiento que nunca he olvidado y que subyace en este artículo: “Dios es también Dios de los peces abisales”.

En estos días, aciagos para la humanidad, estamos padeciendo y siendo testigos a la vez de un suceso biológico tremendo y fascinante. Y tras él o en torno a él se puede atisbar el misterio de los misterios, inabarcable, indesentrañable, innombrable, inimaginable, indefendible, ininculpable. Sobrecogedor y admirable.

Mientras nosotros lloramos y buscamos sin descanso la manera de acabar con lo que nos causa tanto dolor, lo causante ignora las consecuencias de su afán de reproducirse. Y nosotros ignoramos a qué responde o qué razones explican tal afán. Y no es algo que ocurre ahora por primera vez, en este mismo instante está ocurriendo quién sabe de cuántas formas y con qué efectos en el interior de nuestro propio organismo y en millones y millones de otros ámbitos y de otros modos de existencia. Más aún, lleva ocurriendo desde casi los primeros instantes del momento evolutivo de la materia en que empezaron a darse en la Tierra las condiciones para que surgiera la vida, hace, dicen los científicos, en torno a 3.500 millones de años.

Una variante más antigua del virus que a nosotros nos está matando mora y se reproduce con la ayuda de sus células en murciélagos chinos, sin exterminarlos. Y otra, surgida de aquella, hace lo mismo en el seno no se sabe aún de qué otro animal, al que tampoco aniquila. La cual, mutando, se ha instalado en el interior de miles de seres humanos, pero esta vez transformada en una multitud de colonizadores dañinos. Esto no sólo hay que saberlo. Esto hay que tenerlo en cuenta y convertirlo en objeto de contemplación metafísica o teológica.

Coronavirus y humanidad
Coronavirus y humanidad

El Universo pequeño en el que la Tierra es el centro y en cuyo centro está el “hombre”, varón y hembra, la más perfecta de las criaturas, vigilada constantemente por su creador, para premiarla o castigarla, no existe. Por más que sea esa la imagen de la realidad que siguen transmitiendo y enseñando muchos predicadores y moralistas, religiosos o no, que en estos días dejan oír su voz.

Formamos parte de un Universo inmensamente antiguo, grande y extenso, que, a su vez, no existiría sin la existencia y la acción constante de lo sumamente pequeño. Todo interactúa en su seno. Y todo, incluido él mismo, está en constante movimiento, en constante cambio, al tiempo que permanece y parece estable. Nosotros, la humanidad entera, con nuestras grandezas y miserias, no somos ni más ni menos que un eslabón de esa cadena. Unos recién llegados a la historia de este asombroso entramado. A penas un instante o una brizna del tiempo y del espacio absoluto.

Pero hemos hecho algo que no tenemos conciencia que haya hecho ningún otro ser vivo. Mucho antes que antiguos individuos de nuestra especie y de otras especies anteriores o contemporáneas suyas supieran algo de todo esto, dieron en pensar y se lo contaron unos a otros que debía de haber algo o alguien que supiera y fuera el origen y el porqué de cuanto existe y sucede. Y, contemplando lo que veían y lo que acontecía, trataron de imaginar sus características. Y creyeron o hicieron creer que las habían descubierto o que les habían sido reveladas por ese algo o ese alguien invisible o que se las había transmitido alguno de sus mensajeros. Y amoldaron sus vidas a tales credos.

Coronavirus en la Amazonía
Coronavirus en la Amazonía

Nosotros conservamos ese anhelo de saber el origen y el porqué de todo. Y los cristianos en concreto hemos heredado de Jesús de Nazaret la fe en que ese origen y ese porqué son algo o alguien parecido a un padre bueno. El reto religioso de hoy en día para nosotros no es, a mi juicio, seguir buscando o proclamando qué castigo o qué lección sobrehumana ha venido a ejecutar o a impartir el COVID-19, sino tratar de encontrar motivos por los cuales continuar profesando y practicando la misma fe que Jesús profesó, practicó y enseñó. Pero sabiendo y teniendo en cuenta que el Universo, aunque nos sigue asombrando y estremeciendo como a nuestros antepasados, ni por asomo es o funciona como imaginaban ellos.

Yo quiero creer que tales motivos existen. Y a veces he sentido que es creíble creerlo. Pero en ocasiones, como ahora, no resulta fácil. Y el misterio de los misterios sigue siéndolo. Por ello, cuando lo que acontece nos evoca su indescifrable presencia, considero prudente guardar un profundo y reverencial silencio o, al menos, no decir sobre él palabras carentes de sentido. Aunque, en medio del sufrimiento y ante la muerte, haya que comprender tanto a quien grita “por qué me has abandonado” como a quien susurra “me pongo en tus manos” e, incluso, al que proclama “todo se ha cumplido”.

Cosmos
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