De la conversión personal a la transformación socioeconómica Joaquín Sánchez: "Mercaderes que han controlado siempre las finanzas vaticanas ahora están en conflicto abierto con Francisco"

Mercaderes en el templo
Mercaderes en el templo

"Nuestros valores que emanan del Reinado de Dios, son nuestros derechos humanos, como puedan ser el amor, la justicia, la libertad, la responsabilidad social, la fraternidad, la reconciliación, la paz, la bondad, la honestidad, la bondad, la ternura…"

"No podemos convertirnos desde la justicia y defender o mantener un sistema que idolatra al dinero y sacrifica millones de vidas humanas, junto al planeta, en el altar de la rentabilidad económica, en un sistema que se basa en el saqueo de recursos naturales"

"¡Qué duro es que esas finanzas vaticanas vengan, en parte, de blanquear el dinero de la mafia! Un dinero de la droga, la venta de armas, la prostitución, la trata, la corrupción y los asesinatos"

Es consabido que la conversión significa cambio, significa cambiar de pensamientos, de sentimientos y de comportamientos en función de un proceso de reflexión que nos lleva a replantearnos la vida y esforzarnos en lograr los cambios que hemos decidido hacer en nuestro día a día. Pero, esos cambios, esa conversión profunda, se realizan teniendo como referencia un ideal, una creencia, un proyecto de vida, bien sea religioso o humanista.

Revisamos la vida en función de la fe que tengamos, ya sea religiosa, política, filosófica…La conversión también puede llevar a renunciar a un ideal y abrazar a otro distinto por el motivo que sea. Esta conversión se puede producir por descubrimientos de otras opciones vitales o por un interés motivado por acaparar dinero, poder, prestigio social o por vivir sin complicarnos la existencia por el miedo al poder.

Recuerdo que hace años me encontré, después de muchos años, a un amigo que militaba en la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), un partido político de ideología marxista-leninista y maoísta. Recuerdo que nos dimos un fuerte abrazo y nos sonreímos, porque a pesar de las diferencias ideológicas, éramos amigos que compartimos muchos momentos, incluidos los momentos de debate y discusión con dosis de enfado mutuo.

Capitalismo que mata

Nada más empezar la conversión, él me dice en un gesto honesto e inesperado una confesión: “Mira, Joaquín, yo ya no soy la persona que conociste. He cambiado mucho. Ahora vivo en un chalet con piscina y estoy ajeno a los problemas sociales. Intento aportar algo desde la educación, que es a lo que me dedico”. Lo único que pude contestarle fue que todo el mundo tiene el derecho a cambiar, y que seguramente seguiría siendo la buena persona que yo conocí.

Nosotros los cristianos y cristianas tenemos a Jesús de Nazaret como opción de vida, lo que da sentido a nuestra existencia; su vida, sus palabras, sus gestos y su estilo de vida, marca cómo tenemos que vivir y convivir; desde qué valores tenemos que hacer nuestras revisiones y nuestras conversiones, que tienen que ser permanente. Nuestros valores que emanan del Reinado de Dios, son nuestros derechos humanos, como puedan ser el amor, la justicia, la libertad, la responsabilidad social, la fraternidad, la reconciliación, la paz, la bondad, la honestidad, la bondad, la ternura…

Y, todo dirigido al prójimo, a cada persona, en especial a los empobrecidos, desposeídos y desheredados de la tierra y lo crucificados por intentar crear un mundo lleno de humanidad, sean creyentes o no. Esto se refleja muy bien el texto de 1 Juan 4,20-21: “Si alguno dice que ama a Dios y odia a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios, al que no ve. Este es el mandamiento que hemos recibido de Él: que el que ame a Dios, ame también a su hermano”. En cierta ocasión alguien me dijo: “Entonces ¿tengo que amar a los comunistas? Le dije que la respuesta estaba en los evangelios y era sí.

Capitalismo

La conversión personal no es un acto que se quede en lo meramente privado o íntimo, tiene que tener una repercusión en la sociedad, que se traduzca en una transformación socioeconómica en coherencia con esos valores señalados anteriormente. No podemos convertirnos desde la justicia y defender o mantener un sistema que idolatra al dinero y sacrifica millones de vidas humanas, junto al planeta, en el altar de la rentabilidad económica, en un sistema que se basa en el saqueo de recursos naturales, que promueve guerras para el dominio mundial o cometen violaciones de derechos humanos, devastando la dignidad humana.

Esto lo vemos en la conversión de Zaqueo (Lucas 19, 1-10) que se compromete a dar la mitad de sus bienes a los pobres y a restituir cuatro veces a cada persona estafada, aprovechando que era recaudador de impuestos. Aunque pongan belenes en las oficinas bancarias, nuestro sistema financiero no ha devuelvo lo estafado a los mayores con las preferentes ni ha frenado los desahucios. Lo vemos, en el sentido contrario, en el joven rico (Marcos 19, 16-26) que cumpliendo los mandamientos, no fue capaz de compartir con los pobres porque tenía muchos bienes.

Vaticano

Esta conversión personal debe también transformar a la propia Iglesia y lo vemos en el episodio cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo de Jerusalén (Juan 2,13-17). Mercaderes que han controlado siempre las finanzas vaticanas y que ahora están en un conflicto abierto con el papa Francisco. ¡Qué duro es que esas finanzas vaticanas vengan, en parte, de blanquear el dinero de la mafia! Un dinero de la droga, la venta de armas, la prostitución, la trata, la corrupción y los asesinatos.

Jesús de Nazaret nos invita a convertirnos, a ser creyentes que quieren vivir desde el amor, la lucha por empapar a la sociedad para que se rija por el ideal de “La persona es lo primero” y “la defensa de la tierra, de nuestra casa común”. Nos podemos convertir desde la fe en el acaparamiento de las riquezas o ser cómplices con las injusticias, o nos podemos convertir siguiendo los caminos de Jesús, que son los caminos para crear humanidad, para recrear la vida desde la dignidad humana. Hay que elegir entre la conversión del cristianismo para ser buena noticia para los pobres o la conversión desde la avaricia, la codicia, la ambición y la violencia, que produce una devastación social y de la naturaleza.

Mercaderes en el templo

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