A la cátedra en Tubinga, a una libro sistemático, a volver a Alemania y al papado Joseph Ratzinger-Benedicto XVI: Una vida en clave de renuncias

La renuncia de Benedicto XVI
La renuncia de Benedicto XVI

"Desde sus comienzos como Catedrático, hasta su renuncia papal, sus decisiones fueron valientes, alejadas de cualquier interés personal, y desde una vinculación a  la Iglesia, como lugar de servicio en la Fe"

La renuncia a la cátedra de Teología en la presdtigiosa universidad de Tubinga

La renuncia  es escribir un gran libro sistemático

La renuncia a volver a volver a Alemania para servir a Juan Pablo II hasta el final

La renuncia papal

“Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal” (Epístola de San Pedro 3,15-18)

“Los grandes hombres no son sólo los grandes inventores, sino aquellos que cobraron conciencia de lo que era necesario hacer en un determinado momento de la historia” Hegel.

RESUMEN

 La figura del Papa-Teólogo es totalmente trascendente en el escenario académico y teológico mundial. En este artículo, desde un punto de vista más personal y humano, intento mostrar como en la vida de J. Ratzinger-Benedicto XVI la renuncia (Abgehen) es el hilo de oro, que acompaña toda su historia. Desde sus comienzos como Catedrático, hasta su renuncia papal, sus decisiones fueron valientes, alejadas de cualquier interés personal, y desde una vinculación a  la Iglesia, como lugar de servicio en la Fe.

Benedicto
Benedicto


INTRODUCCIÓN

Nuestra vida siempre debe de ir más allá. Jesús de un mundo rural y galileo en torno al lago, le llegó la hora de presentar su mensaje en el centro del judaísmo en Jerusalén. Igual que Pablo de Tarso en Antioquía, le llegó la hora de la verdad de marcharse al areópago de Atenas. Todo el que ha hecho algo en la vida, puede dar razón de ella, mostrar su legitimidad o su falsedad, comentaba Platón. En el caso de Ratzinger, siempre hizo lo que no era de su gusto personal, renunciado a su investigación teológica, siendo difícil alcanzar una meta deseada (intelectualmente hablando). Uno, a veces no prepara nada, simplemente por convicción religiosa se deja llevar por Dios. 

La fe no es una hoja de ruta, sino un camino a recorrer juntos, con espíritu de confianza. El elemento esencial para la Iglesia en camino es la valentía de la renuncia. También lo fue para la vida de Ratzinger durante toda su vida. Al igual que los primeros cristianos, él llega al coraje de la renuncia, partiendo de la humildad de la escucha hacia su persona, hacia todos aquellos que estaban a su lado y siendo artesano de construcción. En muchos aspectos, no está sólo en juego el prestigio personal, sino la identidad religiosa.

Nacido en Marklt (Baviera, Alemania) el 16 de abril de 1927, en un sábado Santo y bautizado con el agua recién bendecida de la noche pascual, parecía indicar ciertamente, que iba a estar “predestinado”. Su juventud estuvo marcada por muchos traslados, problemas políticos y gran pobreza. A parte de todo esto, sufrió el terror abominable de la guerra.  

A todo ello, tenemos que añadir las renuncias que forman parte de su vida, y que constituyen el estudio de este trabajo, en el que trato de contextualizarlas. No es fácil en principio hablar de ninguna de las realidades fundamentales de su pensamiento, aún cuando no podamos callar sobre ellas, por honestidad y deseo intelectual. No olvidemos que ha estado siempre bajo el paraguas de la opinión pública, y eso hace que se convierta en un personaje de la historia.

De Dios decía Platón

“Ardua tarea es descubrir el autor y al padre del cosmos, y, una vez que se ha descubierto, hablar de él a todos es hazaña poco menos que imposible”

Benedicto
Benedicto

Acercarse y excavar a la raíz del exponente teórico más cualificado del catolicismo actual, representa (si se me permite, en esta línea de ardua tarea, lo que no se podría nunca comparar)  el mismo respeto y labor. Las palabras importantes en su teología y pensamiento son: Revelación, Fe, cristología, liturgia, escatología, eclesiología, liturgia, ecumenismo, la relación de Dios con otras religiones...etc.  

El objetivo de este artículo no es estudiar los contenidos teológicos más importantes de J. Ratzinger. Como se indica en el título, se trata, más bien, de explicitar el aspecto más antropológico y humano de su propia persona, en clave de renuncias. Una humanidad, que en muchas ocasiones, pasa desapercibida o simplemente no es conocida a fondo. Aún así, su espíritu va a permanecer a lo largo de los años, como un legado de Verdad.

 Mi exposición va a contar con dos partes: una primera, de acercamiento a la ausencia de renuncia hoy, con el valor que representa tomar una decisión importante. En segundo lugar, haré un elogio de las abdicaciones que considero más destacadas en la vida de J. Ratzinger-Benedicto XVI. La vida de renuncia está inscrita en su corazón.

LA AUSENCIA  DE RENUNCIA HOY.

El secreto grande de los hombres es la renuncia (realizarla te permite ser una persona más valiosa). Es saber decir no a algunas cosas que se quiere, a cambio de enfocarse, de cuidar y defender otras que se quieren más. La persona de éxito es una persona de compromisos, pero también debe ser una persona de cambios profundos y renuncias. Cada decisión implica una renuncia y a veces incluso duele.

El tema tiene una repercusión con la actualidad. Donde cuesta dejar cosas, hacer renuncias y salir de uno mismo. La persona tiene un deseo que es insaciable, para mantener lo mismo. Una persona está apegada cuando no es capaz de auto regular su propia conducta. No es capaz de poner freno y tener autocontrol, como punto interno donde yo manejo mi vida, capaz de dirigir mi conducta de acuerdo con mis intereses vitales. Persistir en la conducta del apego es dañino para uno mismo o para los demás. 

Helicóptero que lleva a Benedicto a Castelgandolfo, tras su renuncia
Helicóptero que lleva a Benedicto a Castelgandolfo, tras su renuncia

Sin embargo, cuando se tiene control interno, es que uno manda sobre sí, y que es capaz de decir no. Capaz de negarse, de revelarse ante determinadas cosas. Una persona que es capaz de romper el esquema de la normatividad y decide que no lo va a hacer, porque no va con sus principios, y que atenta contra su conciencia:

”Un hombre de conciencia es el que al, precio de renunciar a la verdad, nunca compra el estar de acuerdo, el bienestar, el éxito, la consideración social y la aprobación de la opinión dominante.”

El apego es la incapacidad de renunciar a un deseo, cuando debe de hacerse, por propia salud espiritual y por el bien de la Iglesia. El apego es lo opuesto al amor. Ratzinger, no tuvo dependencia ninguna y lejos de reorganizarse sistemáticamente, al no tener el objeto de deseo, se deja conducir por el Espíritu.

Sus reconocimientos de que le “faltan las fuerzas” puede dar que pensar a un mundo de “poderosos”, casi de omnipotentes, en el que prácticamente nadie dimite, aunque tenga sobrados motivos para ello. Sus flaquezas, nos recuerdan que tenemos una cita ineludible con la finitud, con los acabamientos definitivos. Nadie se queda para siempre. 

Forma parte de la dimensión teológica y filosófica del teólogo bávaro, la búsqueda existencial del sentido de la vida, y una búsqueda de la verdad que trasciende el espacio privado de la mera subjetividad. La renuncia siempre te hace libre. Produce en ti una libertad interior. 

Renuncia de Benedicto XVI

Es vivir según lo que somos y según lo que estamos llamados a ser, es decir, vivir en la verdad de ser hombre. El verdaderamente libre es capaz de renunciar a sí mismo para amar en el servicio. La verdad en este caso es que la acción personal se pone al servicio del bien de los demás, a lo que se subordina  lo primero, y no al revés:

“En el ejercicio de su libertad, el hombre no puede olvidar que es un ser-de, ser-con y ser-para los demás. De ahí que deba asumir sus decisiones tomando en consideración a los demás y así, auto trascendiéndose, superar la tendencia egoísta de buscar exclusivamente su bien personal”

EL VALOR DE UNA DECISIÓN

“Seremos la toma de decisiones que tomemos”

  El filósofo J. P. Sartre, del cual se cumplen 40 años de su muerte, ya nos decía que “estamos condenados a elegir”. Y en la conciencia de esa elección está la levadura que propicia nuestra singularidad como humanos. No hay forma de saltar ese dilema, ya que siempre deberemos elegir. Bien, es cierto, que en el caso del Papa teólogo en cada toma de decisión y en cada acto, nunca ha estado solo.

Es un tema complejo el de la toma de decisiones, aunque tienen un poder transformador cuando se analizan, se enseña bien su marco y  te proyectan hacia algo original. Los que se arriesgan a decidir, se siente mejor humana y espiritualmente con su vida. Aunque uno decidiendo, en alguna ocasión, no logra todo lo que se propone. Ya Aristóteles nos hablaba de la virtud moral para el discernimiento de lo justo:

“La justicia o las acciones justas son realizaciones del hombre virtuoso, o sea, del hombre que es amo y libre, el ciudadano que vive en, de y por la polis”

Francisco con el Papa emérito, Benedicto XVI
Francisco con el Papa emérito, Benedicto XVI Vatican Media

Ratzinger no improvisa nada, no agoniza ante decisiones simples, ni mucho menos cede ante cualquier presión. Nunca el temor fue un argumento de peso para él. Desde el principio tuvo confianza en su propia experiencia, desde sus años de docente. Siempre con su inteligencia soberana, claridad de  palabra, primando el bien de la Iglesia por encima del suyo mismo, y que como en los años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, las decisiones las tomaba conjuntamente, y teniendo presente a Dios. Nunca, su capacidad de decidir, estuvo determinada sólo por los sentimientos y la racionalización. El peso de la responsabilidad y la capacidad formidable para la acción teologal, fueron su sello de identidad.

Todo esto no fue nada fácil, porque el mundo se mueve de forma rápida, turbulenta, y esto hace que sea más complejo tomar resoluciones. Lo complejo en tomar decisiones y sentirse libre, resulta de la angustia que todos sentimos al tomarla; el desamparo que hace que las decisiones, aunque consultadas, son nuestras y solo nuestras. Por último, añadiendo la desesperanza, de que esas decisiones no produzcan nuestros resultados o no sean entendidas en verdad.

La precisión en lo que se quiere decidir, lleva consigo también, la propensión a la acción. A veces la vida nos lleva tan rápido que no tenemos opción de pensar. El periodo de decisión, fue el del teólogo bávaro, meditado, no violento y preciso. Llevó la decisión a la práctica, sin que el miedo pueda paralizar. Incorporando cuales son las posibilidades que quiero, puedo y debo tomar. El valor de una idea buena, es tanto en cuanto es ejecutada, y siempre con la claridad de exposición, que Ratzinger presentaba.

ELOGIOS DE RENUNCIAS:

LA RENUNCIA A LA CÁTEDRA DE TEOLOGÍA EN LA PRESTIGIOSA UNIVERSIDAD DE TUBINGA

La época del 66-69 se torna, sabido por todos, complicada. En colaboración con H. Küng decide renunciar a Tubinga (1966- 69) y dirigirse (algunos hablan de refugiarse) a una Universidad recién fundada, sin renombre en el ámbito académico alemán, de provincias como Ratisbona (1968-77). Donde sólo puede empezar a realizar su síntesis teológica, porque es elegido arzobispo de Múnich por el Papa Pablo VI y tiene que dedicarse a su trabajo pastoral, es decir, “tirar del carro”. Esta renuncia lleva un grado de humildad notable. Retirarse a un palacio de habitaciones  frías en Múnich no debió de ser fácil. 

Rhaner y Ratzinger

Sin duda, como decíamos anteriormente, Tubinga era una de las más prestigiosas de Alemania y  del mundo. Aquélla era en ese momento la mejor universidad alemana por doble razón: una porque había desaparecido Berlín, el polo prusiano de la cultura en la primera mitad del siglo XX; la otra porque hacia Múnich habían refluido los profesores de la antigua Breslau, una vez que la ciudad pasó a Polonia.

 Su estancia en ella, se convertirá en la clave para entender el futuro.  Hasta aquel momento el panorama teológico había estado determinado por la exégesis crítica, la investigación histórico-dogmática, la teología dialéctica y la teología litúrgica. Finalmente, prevalecía la lectura existencialista del Nuevo Testamento propuesta por Rudolf Bultmann siguiendo las categorías de Martin Heidegger. 

El teólogo Bávaro, se ve envuelto  por una nueva atmósfera que lleva a cabo un vuelco de la universidad:

“Fue entonces cuando percibí cómo se iba infiltrando una tendencia nueva que —fanáticamente—se servía del cristianismo como instrumento para su ideología. (...) Fue entonces cuando realmente vi con claridad, e incluso experimenté, que el concepto inicial de reforma se corrompía. (...) Entonces comprendí perfectamente que, si se quería perseverar en la voluntad del Concilio, había que oponer resistencia a todos aquellos abusos”

Las nuevas estrellas son el marxismo y Ernst Bloch, con sus obras El principio esperanza (1954) y Ateísmo en el cristianismo (1973), que públicamente denigraba a Heidegger, ensalzaba a Marx y a Hegel, con remitencias profético-mesiánicas proponiendo una religión del éxodo y del reino, en la que el cristianismo aligerado de teología y cristología sería el agente de la revolución definitiva. Las agotadoras polémicas en el área intelectual de la facultad, le llevaron a renunciar y aceptar una nueva propuesta.

E. Bloch
E. Bloch

Tanto en sus años de teólogo, reseñados en esta primera renuncia, como en sus años de Pontificado, fue un gran intelectual. El hombre y Papa de la razón y la palabra, sin dejar al margen situaciones necesarias si eran concretas. Incluso en más de una ocasión afronta con éxito lo más práctico. Sin duda, la mejor defensa de la fe para él, había de ser racional.

Las palabras de este prólogo, las últimas que ha escrito Ratzinger como profesor de Teología Dogmática, puesto que poco después recibiría la consagración episcopal, constituyen, su “testamento” académico: “Con ello, con mi aceptación para servir como Obispo, acaba mi actividad docente…”

En plena tarea académica es sorprendido con el nombramiento de Arzobispo de Múnich y Frisinga en 1977, luego elevado a Cardenal en menos de un mes de recibir su consagración episcopal. Con ello comenzaba el camino episcopal, bajo su lema escogido de la tercera epístola de San Juan: “Colaborador de la Verdad”. En este mismo año va a ser promovido Cardenal.

LA RENUNCIA DE ESCRIBIR UN GRAN  LIBRO  SISTEMÁTICO. 

Ratzinger un par de meses antes de ser elegido Papa (aún sin saberlo) remitió una carta a Olegario González de Cardedal, tras la petición de este, a que el teólogo Bávaro viniese a España para impartir unas conferencias. Un párrafo de esa correspondencia personal manifestaba:

“He renunciado a dar conferencias. Los años que Dios todavía me dé, quiero consagrarlos a un libro de meditaciones sobre Cristo en la línea de lo que fue la gran obra de Guardini., El Señor” 

La amistad con el teólogo español se remonta en el tiempo, pero sobre todo, en los años de la Comisión Teológica Internacional. De él, González de Cardedal exclama: “Su trayectoria se reduce a un puro acto de servicio.” 

Joven Ratzinger

Las conferencias quedaron reducidas y esa gran teología sistemática que pretendía escribir, renunció a llevarla a cabo, al ser elegido Papa. Incluso su colega y amigo Olegario, sintió de manera cercana la renuncia de Ratzinger al declinarle su invitación de volver a España. Su permanente contacto con intelectuales y teólogos de todo el mundo ha sido su constante a lo largo de todos sus años.

La renuncia a dar conferencias:

El renunciar a dar conferencias, para él no fue fácil. Su deseo fue para siempre dedicarse a la teología. Siempre quiso dialogar y reflexionar en público delante de la Iglesia y de la humanidad. Atendiendo a la realidad sólo en la que piensa. Para él, el cristianismo es la religión del Logos (razón) y del Ágape (libertad) 

Los discursos y conferencias son difíciles de agrupar por su gran extensión. La fe, que es un don de Dios posible a todo hombre, da que pensar, es un dinamismo  que no era sencilla de parar intelectualmente, para el teólogo alemán. Siempre, no desde el intento de crear un sistema propio, una teología individual; sino como él de forma continuada manifestaba y pensaba, en comunión con la fe de la Iglesia.:

“La Iglesia no existe para sí misma, sino para la humanidad. Existe para que el mundo llegue a ser un espacio para la presencia de Dios, espacio de alianza entre Dios y los hombres…Ella existe para que pueda darse la alianza en la que Dios regala su amor y obtiene una respuesta de amor.”

La renuncia a escribir una obra sistemática en la línea excelsa de Guardini:

Dentro de sus años de estudio, varias personas influyeron en su formación: Schmaus, Maier, Pescher, Guardini… En cuanto al aporte de teólogos, Ratzinger comenta: “No he vuelto a conocer hombres con una formación cultural y teológica como Lubac y Balthasar” donde desarrolla un capítulo sobre sus estudios de teología en Münich.

Guardini y Ratzinger

Bajo el paraguas de una amistad profunda, hay un singular entrecruzamiento de destinos (uno llegará  a Papa, el otro renunciará al cardenalato) y ciudades (Münich y Roma) entre Romano Guardini y Joseph Ratzinger. Ambos realizaron caminos muy paralelos, diferenciados, pero extraordinariamente intensos en buscar lo esencial al cristianismo ante la provocación de Feuerbach; sus preocupaciones por la Iglesia, por el futuro de una Europa que tiende a repudiar su pasado y  la pasión por la liturgia. En relación a esta última, lograron potenciar su belleza, su riqueza oculta en su forma esencial y su grandeza en el tiempo.

Para el teólogo veronés, un conocimiento teológico constructivo no puede realizarse nunca cuando la Iglesia y el dogma aparecen solamente “como límite y cierre”. El dogma se convertía así en el ordenamiento fecundo del pensamiento teológico sin olvidar la reflexión y la experiencia. Guardini buscaba en palabras de Ratzinger: “un nuevo avance hacia el ser mismo, la preocupación por lo esencial que se encuentra en la verdad”.

Guardini supo pasar del positivismo y la fenomenología a la mirada teológica. A este respecto,  con lenguaje sencillo y en profundidad, resulta muy ilustrativo el texto siguiente:

“Acogimos con gratitud la liberación que producía la seriedad con la que nuestro maestro buscaba la verdad. Comprendimos que la crítica era necesaria en esa búsqueda de la verdad. Pero reconocimos también que dicha crítica existía en Koch al nivel menos importante y faltaba en el más importante. Ciertamente era importante plantear cuestiones históricas, psicológicas y de crítica textual para distinguir lo verdadero de lo falso, pero la tarea fundamental de la crítica teológica debía consistir en el distinguir la esencia del conocimiento teológico creyente de la de las otras formas de conocimiento y de ciencia; en fundamentar este conocimiento a partir de su auténtica fuente, en fijar sus criterios normativos y extraer todas las consecuencias de su esencia. Nosotros descubrimos la revelación como el “hecho originante” del conocimiento teológico, la Iglesia como su portadora y el dogma como ordenación del pensamiento teológico…”

Nadie, en el mundo de la teología y en la Iglesia, cuestiona  la calidad intelectual máxima que J. Ratzinger-Benedicto XVI atesora. Su desarrollo orgánico en sus pensamientos relacionados con temas importantes como la búsqueda de la verdad, el coraje de la razón,  la fe o el amor verdadero, constituían un itinerario intelectual de viaje teológico. Con la visión de un Concilio Vaticano II y una síntesis madura, el teólogo Bávaro  tenía las coordenadas para poder llegar a la realización de una gran obra sistemática.

Juan Pablo II y Ratzinger

LA RENUNCIA DE VOLVER A ALEMANIA PARA SERVIR A JUAN PABLO II HASTA EL FINAL

“Dejar la enseñanza universitaria, dejar esta comunión estimulante con los jóvenes, dejar la gran liza intelectual para conocer e interpretar el misterio de la criatura humana, para hacer presente en el mundo de hoy la interpretación cristiana de nuestro ser, todo aquello debía parecerle como un perderse a sí mismo, perder aquello que constituía la identidad humana de ese joven sacerdote. Sígueme, Karol Wojtyla aceptó, escuchando en la llamada de la Iglesia la voz de Cristo. Y así se dio cuenta de cuanto es verdadera la palabra del Señor: «Quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará viva». Nuestro Papa —todos lo sabemos— no quiso nunca salvar su propia vida, tenerla para sí; quiso entregarse sin reservas, hasta el último momento, por Cristo y por nosotros”

        Estas palabras proclamadas manifiestan también lo que sería su vida. La relación con Juan Pablo II estuvo siempre caracterizada por amistad y afecto, impresionándole su relación con Dios basada en la intensidad de su oración y unida fuertemente a la Iglesia. Juan Pablo II lo nombró prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe en 1981. Lo mismo, que en sus años finales Juan Pablo II había mostrado su voluntad de permanecer fiel a su misión en medio del dolor y de la enfermedad hasta concluir; con igual fidelidad, continuó sus años junto a él (Hay quien haciendo paralelismo erróneos interpretó su renuncia como una cobardía)

Desde su nombramiento, por parte de Juan Pablo II, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe fueron apareciendo nuevos libros de Ratzinger. Hay dos esenciales. El primero es su Escatología (1977), que él considera su libro más elaborado y que abre el horizonte de la historia a su último sentido. La pregunta por el fundamento, consistencia y destinación de la libertad humana, por la verdad y consumación de la persona, por la vida, la muerte y el futuro aparece aquí expuesta desde la perspectiva cristiana, sobre el trasfondo de movimientos como el marxismo, las visiones revolucionarias de los grupos utópicos y la teología de la liberación. 

Libro de Ratzinger

La segunda obra clave de este decenio es Teoría de los principios teológicos (1982), que trata de pensar los fundamentos del existir cristiano: relación entre la estructura y el contenido de la fe; principios formales del catolicismo; problemas claves en el diálogo ecuménico; principios estructurales de la teología y su ámbito antropológico. La fase final de su pensamiento se centra en el diálogo con el pensamiento débil de la posmodernidad, nacido tras el ocaso de Marx y la aparición de Nietzsche y para el cual el ser, la verdad, el deber y la culpa carecen de fundamento una vez que Dios ha muerto. 

Desde este enclave académico, según Benedicto XVI, los autores más influyentes del mundo de la filosofía en el Papa Juan Pablo II fueron: un manual de introducción a la metafísica, donde trató de comprender la relación entre concepto y experiencia, lo que pudo conseguir en unos meses de duro esfuerzo. Después descubrió a Max Scheler y la fenomenología. Afirma Benedicto XVI:

“Esta precisión del ver, esta inteligencia del hombre no a partir de abstracciones y de principios teológicos, sino tratando de captar su realidad en el amor, fue y siguió siendo decisiva para el pensamiento del Papa”. Más tarde le influye San Juan de la Cruz, quien le abrió al mundo interior “del alma y de la gracia”.

Sus propuestas pontificias, por lo tanto, son similares en relación a temas como la juventud, el diálogo con el mundo y la cultura, la racionalización de la fe, el progreso basado en la justicia y en la solidaridad  hacia  una nueva evangelización.

En el año 2003, un periodista de la EWTN le formulaba una pregunta a J. Ratzinger, en su mismo despacho de la Santa Sede, donde se vislumbra ya su deseo de querer retirarse en 1991 y que manifiesta la unión que tenía con Juan Pablo II: 

“Usted ha estado en este puesto 21 años y según he leído en artículos, quiso retirarse varias veces, ¿Porqué todavía está aquí? El teólogo Cardenal le contestaba: quise retirarme en el 91, 96 y 2006 porque quería escribir libros y volver a mis estudios como hizo el Cardenal Martini. Pero viendo como el Papa sufría no podía decirle “yo me retiro, quiero escribir libros” Viéndolo a él y tal como él me dijo, yo tenía que continuar.”

Juan Pablo II y Ratzinger

No se entendería el Pontificado de Juan Pablo II  sin J. Ratzinger, tal como acredita toda la documentación a la que estaba al frente el teólogo Bávaro.  Es más, en palabras del Dr. Pablo Blanco, en una entrevista realizada comentaba: 

“Cuando San Juan Pablo II iba a viajar por todo el mundo, era Ratzinger quien se “quedaba en la tienda” Cada uno supo estar en su sitio y ambos se complementaron mutuamente”

Por lo tanto, la relación que tenían era más sencilla de llevar, que interpretar algunas partes de la lectura de la Veritatis Splendor. Texto, que parece haber salido directamente del corazón de Juan Pablo II y que Ratzinger siempre consideró como fundamental a la hora de tener un acercamiento a él. La crisis cultural, moral y religiosa que el marxismo introduce en occidente y el abrigo a la Iglesia en los ideales proféticos del Vaticano II, son las coordenadas para entender  el transfondo de ambas elecciones papales. Sin duda, el Vaticano II los unió.

H. de Lubac y Balthasar fueron referencias fundamentales para Juan Pablo II y lo son igualmente para Ratzinger. Por lo tanto, el suelo vital que arraigan en pensamientos, hizo que la posible  renuncia de Ratzinger, en pro a determinadas cuestiones académicas y personales, quedara relegada por el compromiso que les unía.

En conclusión, Benedicto XVI ha escrito: 

“Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía intentar imitarlo, pero he intento llevar adelante su herencia y su tarea lo mejor que he podido Y por eso estoy seguro que todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege”.

Benedicto XVI

 LA RENUNCIA PAPAL

Sorprende la puntualidad “alemana” de su renuncia: el 28 de febrero a las 20,00h de la tarde. Como sorprendente fue que, un intelectual y teólogo de semejante brillantez, llegara a la Cátedra de Pedro. Ya el 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI, casi al concluir el octavo año de su pontificado, anunció su voluntad de dejar el ministerio petrino a finales de ese mes con serenidad y plena libertad, porque ya no se sentía capaz de llevar con vigor, física y espiritualmente, el peso del pontificado. Es decir, una aceptación de los hechos. El día 28 en torno a las 17:00h partiría hacia Castengandolfo. Estas fueron sus palabras previas: 

“Siendo muy consciente de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma. Para gobernar la sede de Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario tener tanto del vigor del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mi de tal forma que tengo que reconocer mi incapacidad, para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”

No podemos olvidar que vivimos en un mundo sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para llevar a cabo un pontificado y anunciar el evangelio. El peso de un ministerio que en el último siglo había cambiado profundamente en la modalidad de su ejercicio, con el conglomerado de celebraciones, compromisos, nombramientos y viajes internacionales.

 Lo hizo en latín. 598 años de la anterior renuncia a un papado. Cada Cardenal reaccionó de manera distinta. No fue un pontificado fácil, ninguno lo es. En su caso, en algún momento incluso, él quiso complicarse la vida conscientemente (como el inicio de encuentros con las víctimas de los abusos). Nunca buscó ser electo o mostrarse ávido de poder.

Renuncia de Benedicto XVI

Desde mi punto vista, no hablo de fracaso en su renuncia, sino de una decisión responsable (conciencia de responsabilidad ante el cargo). No se trata de abandonar, sino de actuar con responsabilidad. La renuncia es un aporte. Es un hombre que entregó un Tesoro y consideraba que había que mantenerlo vivo (Dios como Live-Antwort, respuesta viva). Lo cierto es que  es un argumento más de razón que de fe, pero la fe no dice nada sobre la duración de los pontificados. En esta línea, también hay muchos teólogos, filósofos y cardenales que ven esta renuncia como un enaltecimiento: 

“Con su gesto, Benedicto XVI ha quedado investido de la autoridad del “testimonio”, la que Jesús de Nazaret más elogió”.

Esta renuncia, no es una más, encerrando unas enseñanzas teológicas, en regla con el código de derecho canónico, que han sido recogidas por Alfonso Carrasco Rouco. Lo cierto, es que el acto cumplido por su renuncia por el Papa Benedicto XVI, puede situarse en continuidad con el Magisterio de los dos últimos Concilios.

La abdicación es un gesto decisivo que muestra la conciencia de su ser, servidor en la viña del Señor, alguien llamado a poner toda la propia persona al servicio de su misión, a favor de la Iglesia Universal. La renuncia pone de manifiesto el descentramiento con respecto a su propia persona, hacia Jesucristo, verdadero Pastor supremo.

CONCLUSIÓN

Por el bien de la misión, para anunciar a cualquiera, de manera transparente y creíble en nuestro tiempo, que Dios es amor, debemos de abandonar todo tipo de convicción y seguridad. La valentía de dejar, a la que muchos desafortunadamente, no están dispuestos. También nosotros necesitamos redescubrir juntos la belleza de la renuncia, sabiendo que acarrea sufrimiento e incomprensión en más de una ocasión, como así fue en la vida de J. Ratzinger-Benedicto XVI:

El adiós de Benedicto XVI

“El que cree en Dios, en el Dios que precisamente en las apariencias alteradas de Cristo crucificado se manifestó como amor “hasta el final” (Jn 13,1), sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo sufriente comprende también que la belleza de la verdad incluye la ofensa, el dolor e incluso el oscuro misterio de la muerte, y que sólo se puede encontrar la belleza aceptando el dolor y no ignorándolo.”

 San Pedro dice que el Señor “purificó los corazones con la fe” 

Dios purifica, Dios simplifica, a menudo hace crecer quitando, no añadiendo, como haríamos nosotros. La verdadera fe purifica de los apegos. Para seguir el Señor se necesita caminar ágiles y para hacerlo se requiere aligerarse, aún si nos cuesta. Salir de sí es la reforma fundamental.

Cuando uno tiene la oportunidad de acercarse a este teólogo-Papa, descubre aparte, de que la necesidad del cristianismo debe tener pretensión de verdad (hilo de oro en el pensamiento de nuestro autor) es  que la misma,  nunca se afirmará desde el poder vulgar, sino desde la potencia que el servicio, el testimonio, la proclamación y la discusión  llevan consigo. La virtud, sólo de personas excepcionales, de hacer fácil lo difícil. Así lo reconoció la gente que llenaba la plaza de San Pedro en su último ángelus, encarnando el agradecimiento de todo un pueblo de Dios. 

“Soy simplemente un peregrino que comienza la última etapa en su peregrinaje en esta tierra” fueron sus últimas palabras en Castengandolfo.

Destaco como, en medio de todas las dificultades que ha tenido y las afirmaciones que ha recibido (Cardenal de hierro, inquisidor cerrado, el azote de la teología de la liberación…) ha sabido hacer en cada momento lo que era importante, seguir laboriosamente su camino de renuncias (que al final en palabras del  Dr. Pablo Blanco, “enriquecen más su pensamiento, dándole profundidad y realismo”) de hacer entender y expresar en términos inteligibles, el camino de la Iglesia. Ha sido coherente con su vida, se retira para abandonar el gobierno de la Iglesia, deja hacer y termina sus días en paz.

Renuncia de Benedicto XVI

Al final de la Critica de la Razón Pura, Kant comentaba que, sería una injusticia que de los fines esenciales de la vida humana, unos estuvieran más dotados que otros. En relación a cuestiones de sentido, Verdad y Salvación. Salvación y Verdad que ya abraza en gozosa esperanza, con sabiduría teológica y profunda gratitud, el Papa Emérito Benedicto XVI. 

Con su lema espiritual: “Colaborador de la verdad”, caminó por la ciudad eterna, sirviendo como  Cardenal, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Papa. Como él mismo dice: “Como una bestia de carga, sabiendo que así estoy contigo”. 

El Mozart de la teología, aceptó servir a la Iglesia: “No cedáis a la lógica del interés egoísta” predicaba Benedicto XVI. Estad: “Al servicio del bien común y la Verdad”  con un magisterio luminoso, en un tiempo, el de hoy, de ausencia en cultura crítica. 

Ratzinger no es, creo, de los que renunciaba al poder para seguirlo ejerciendo en la sombra: “Gracias de corazón y pido perdón a Dios por mis errores” (día 28 de febrero 2013, cuando puso renuncia a su pontificado) Aún resuena la autoridad de su argumentación. Retirado para rezar, ya su corazón y su mirada se abren confiadas a Dios (así, lo refería Papa Francisco en el 65 aniversario del inicio de su vida de servicio a la Iglesia Católica) al que invocamos como nuestro Futuro Absoluto. Los últimos días de su vida, son como las últimas palabras de la Biblia, una oración. Un itinerario hacia Dios, esta vez sin renuncia alguna.

Como expresa en la segunda Encíclica que escribió en el  2007, con una enorme esperanza para el presente y futuro inmediato: 

“Que el amor pueda llegar hasta el más allá…en el que estemos unidos unos  con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte, ha sido la convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos y sigue siendo también hoy una experiencia consoladora” 

Benedicto XVI

Esta Navidad, Religión Digital

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