"Basura. Basura negacionista, muy lejana a valores constitucionales y desde luego cristianos" Juan Cuatrecasas: "Ha llegado el momento de un reconocimiento y acompañamiento para todos y cada uno de los supervivientes de pederastia"

Colegio Gaztelueta
Colegio Gaztelueta Agencias

El tratamiento dado por quienes pudiendo hacer no hicieron, la actitud de quienes reconocieron los hechos en privado aplicando algunos increíbles tonos de barniz, la conducta inmunda de personas sin empatía alguna, el ninguneo, el negacionismo, los silencios eternos, solo pueden ser calificados así : basura

Y lo es porque quien ante una denuncia de abusos continuados y agresión sexual contra un menor y obtiene semejantes respuestas, no merece más comparativas. O tal vez sí. Tal vez la basura se vea incrementada con otro concepto más intenso aún, terror

¿O tal vez no es causar terror destrozar la vida de un niño o niña, reventar su identidad, integridad y estabilidad en pleno proceso de formación de su personalidad, y como aporte adicional y encima negarle su condición de víctima, humillarle hasta la extenuación, llamarle loco ó acusarle de falsos recuerdos, mientras incluso se llega a acusar a la madre de introducir las acusaciones en su cabeza y a su padre de publicar pornografía en internet a través de un blog cinematográfico?

Llega un día sin que lo esperes. Es como uno de esos fenómenos meteorológicos que aparecen en el mapa de predicciones como posible pero no cierto y que esperas que pase de largo movido por el viento sin que afecte a las coordenadas geográficas en las que habitas cargado de una saludable rutina.

Llega un día en el que por desgracia te das cuenta de que el mal que creías ajeno se hace realidad, cristalizando de un modo macabro en una de las personas que más quieres. Es ese el día que eso que algunos llaman destino se vuelve negro, aparatoso, doloroso, llevándote a un agujero sin fondo, profundo y que te hunde una daga en el corazón. Los daños que sufre un hijo son los peores para un padre. A los de una generación nos educaron con películas en las que el protagonista masculino nunca debía de expresar dolor, aunque este le comiera las entrañas.

Los delitos de abusos y agresiones sexuales contra menores, perpetrados en cualquier ámbito de esta sociedad, son graves no solo por el hecho de serlo, más allá suponen un ataque a seres indefensos, inocentes, que deben de aguantarlos sometidos a un proceso lacerante en donde se juntan miedos, sentimientos de culpabilidad e incomprensiones propias y ajenas

Los delitos de abusos y agresiones sexuales contra menores, perpetrados en cualquier ámbito de esta sociedad, son graves no solo por el hecho de serlo, más allá suponen un ataque a seres indefensos, inocentes, que deben de aguantarlos sometidos a un proceso lacerante en donde se juntan miedos, sentimientos de culpabilidad e incomprensiones propias y ajenas. A ello se suma el daño producido, que aparece en pleno proceso de forja de la personalidad de la víctima. La sexualidad es casi siempre una materia demasiado íntima, que la mayor parte de la gente vive desde el tabú, desde un respeto estanco, casi nunca compartido.

Porque es sencillo decir que la sexualidad es algo natural, que el ser humano lleva en su sello de identidad como los apellidos ó el resto de necesidades vitales. Pero no es así. Las escuelas hace ya un tiempo que llevan en sus capítulos formativos la materia relativa a la sexualidad, pero de modo habitual son aspectos teóricos, que como no podría ser de otro modo son explicados de un modo en exceso aséptico carente de excesivas profundidades divulgativas. Es por ello y por la adicción de una moralina consensuada en modo tácito por nuestra sociedad, por lo que a veces lo importante queda desdibujado, lo trascendente se diluye y la única conclusión es que el sexo es materia vetada a la normalidad.

José María Martínez Sanz
José María Martínez Sanz

En el caso de pederastia del colegio Gaztelueta (Leioa, Bizkaia) el director del centro en el año 2011, Iñaki Cires, admite en una primera reunión conmigo y con la madre de la víctima que el pederasta enseñaba al alumno en su despacho fotografías de mujeres ligeras de ropa o desnudas matizando que le mostraba imágenes de Emma Watson, la actriz de la serie Harry Potter, en diferentes etapas de la vida de la artista, para concluir que lo hacía con la idea de educar al niño en las diferentes fases del desarrollo sexual de una mujer. Previamente, el subdirector, hoy en día director del colegio, ya lo había reconocido en una conversación telefónica. Esto dicho con normalidad, sin motivar susto y zozobra. Quien ha recibido una educación abierta, amplia en conceptos y natural en cuanto a sexualidad sabe que semejante aberración carece de rigor, chirría y derrapa y que en caso alguno resulta lógico que un adulto, en la soledad de un despacho, proceda en esa dirección con un menor.

Salir de la cortina de humo que algunos moralistas pretenden interponer entre educadores y educados, no debería resultar una cruzada plagada de épica, dogma de fe, paradigma de tesis doctorales ó tratados científicos

Salir de la cortina de humo que algunos moralistas pretenden interponer entre educadores y educados, no debería resultar una cruzada plagada de épica, dogma de fe, paradigma de tesis doctorales ó tratados científicos. En ese sentido y al margen de las enseñanzas deslizadas desde la necesaria y comprometida ausencia de rubor en el calor del hogar, el modelo pedagógico del Flipped Classroom, saliendo del aula y usando el tiempo de la lección para facilitar y potenciar procesos alternativos de adquisición y práctica de conocimientos dentro del aula, sería más que relevante, muy recomendable.

Métodos constructivistas, mejora de comprensión conceptual, pero sobre y ante todo enseñar a vivir la sexualidad con la mayor dosis de naturalidad posible. Es evidente que los colegios religiosos, amparados por la cruz de cristal y la pedante y aburrida liturgia cargada de dobles juegos de moral y falsarias conclusiones a evitar, no han sido ni son ejemplo de transparencia, realidad y pragmatismo en esta materia. Anclados en el esperpento arcaico del pecado, en una obsesión por la sombra de la penitencia, la conciencia y el confesionario, son incapaces de abrir las ventanas para que un chorro de aire fresco inunde sus estancias, al menos cuando la sexualidad entra en escena.

Juan Cuatrecasas (hijo), víctima y superviviente de abusos sexuales en el colegio Gaztelueta, del Opus Dei
Juan Cuatrecasas (hijo), víctima y superviviente de abusos sexuales en el colegio Gaztelueta, del Opus Dei Eldiario.es/Euskadi

Todo es escandaloso, todo atenta contra la imagen de las instituciones, todo debe ser tratado en silencio y de puertas para adentro, como si aquel lema de la porquería se limpia dentro de casa, adquiriese especial protagonismo. Tampoco sobra en esta latitud de la exposición el modelo complementario del Flipped Classroom, la denominada Enseñanza Just In Time, desplegada por el catedrático de la Universidad de Harvard, Eric Mazur, según cuyos patrones existe una comunicación previa entre alumnos y docentes a fin de que los profesores puedan preparar las materias y estrategias dirigiendo su esfuerzo a centrar el contenido lectivo y eliminar pérdidas de tiempo.

Entre las prácticas fuera de las aulas, en el Colegio Gaztelueta, existen los paseos y los contactos entre preceptor y preceptuados, puede que no siempre tan abrasivos como el que el pederasta condenado instauró sobre su víctima, pero en todo caso cimentados sobre una presunta asesoría espiritual.

Como señaló el genial Umberto Eco el diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda. Justo lo que muchos pudimos presenciar en las instalaciones de ese colegio y de tantos otros, que además de segregar por cuestión de sexo, juegan con las familias a crear aires de altanería y elitismo y evidencian una flagrante hipocresía, una doble moral y una visión parcial de la realidad, del mundo contemporáneo. Paseos en principio inocentes y estoy seguro que incluso en más de un caso trazados desde la buena fe, proselitista puede, pero no muy diferente a los que desde otras congregaciones religiosas, grupos juveniles o de ocio y esparcimiento, se realizan.

Por eso me causa hilaridad escuchar como a veces se utiliza el concepto adoctrinamiento como arma arrojadiza entre adversarios. Todos en algún momento de nuestras existencias sufrimos las consecuencias de un adoctrinamiento parcial o completo, directo o indirecto. Claro está que cuando ese ejercicio se realiza de un modo alevoso y premeditado, la propia esencia del concepto pasa de ser anecdótica a resultar abrasiva, a condicionar de un modo denunciable y condenable a quienes reciben desde la inocencia una alta dosis de tergiversación sobre lo que supone en realidad la ética y las virtudes humanas.

Juan Cuatrecasas, padre de la víctima
Juan Cuatrecasas, padre de la víctima

Es el caso, en los colegios concertados que segregan por cuestión de sexo, la vergüenza es triple. Primero porque reciben dinero público para financiarse, segundo porque atentan contra la letra de nuestra constitución y tercero porque como en el caso Gaztelueta se permiten el lujo con la complacencia de la inspección de la consejería de educación del gobierno autonómico, del amparo de la impunidad, haciendo valer una más que dudosa, jurídicamente hablando, cláusula de independencia normativa respecto a la jurisdicción y competencias que sobre ellos tienen los inspectores educativos.

Son colegios, la mayoría de ellos, que se permiten el lujo de juzgar al prójimo, de instaurar una conspiración de silencio que anule a quienes se enfrentan con su línea editorial, o a quienes pretendan denunciar delitos de acoso escolar o de abusos y agresiones sexuales perpetrados en sus instalaciones

Son colegios, la mayoría de ellos, que se permiten el lujo de juzgar al prójimo, de instaurar una conspiración de silencio que anule a quienes se enfrentan con su línea editorial, o a quienes pretendan denunciar delitos de acoso escolar o de abusos y agresiones sexuales perpetrados en sus instalaciones. Colegios que con la excusa de minimizar estos gravísimos delitos, comprando silencios y tapando la infamia en base a dos motivaciones, una la pretensión de no dañar su presunta buena imagen, otra que intentan negar y ocultar, el miedo al efecto llamada y a tener que hacer frente a responsabilidades civiles. Dobles raseros, siempre medias verdades y descaradas mentiras con el juego del trilero de fondo, marco apropiado para intentar ganar tiempo y hacer desaparecer la bolita pederasta, convirtiendo a la víctima en verdugo y al victimario en víctima.

Ni en los suburbios de la ficción una actitud frente al delito como esta puede causar mayor rechazo y desazón. Es como si de pronto, nada fuera lo que parece, como si lo que realmente importa fuera contemplado con soslayo, desde una deliberada ignorancia rodeada de niebla y una amnesia colectiva. Ataques contra los derechos humanos, graves agresiones contra los derechos de la infancia, cuestión de salud pública y sobre todo, delitos de mayúscula gravedad que nunca deberían pasar desapercibidos.

Algunas congregaciones titulares de esos centros, ante las denuncias, incluso han comenzado a actuar de oficio, con denuncias en la justicia ordinaria. Los menos, aunque la intención exista. Otros, sin llegar tan lejos, al menos cumplen con  los protocolos de actuación que marca la normativa.

Pero no es el caso Gaztelueta el único, simplemente me sirve de modelo por ser el que más conozco, por desgracia. En realidad, el tratamiento que se da en estos delitos intra muros, es parecido en todos los colegios religiosos. Hay una diferencia, eso sí. Algunas congregaciones titulares de esos centros, ante las denuncias, incluso han comenzado a actuar de oficio, con denuncias en la justicia ordinaria. Los menos, aunque la intención exista. Otros, sin llegar tan lejos, al menos cumplen con  los protocolos de actuación que marca la normativa. Algunos más.

Sala de juicio del caso Gaztelueta
Sala de juicio del caso Gaztelueta

Pero no olvidemos que la mayor parte de ellos, lejos de no actuar en dirección concreta, presionan y coaccionan a las víctimas denunciantes. Lo hacen con una sutileza envidiable, sin dejar huella o dejando un rastro que lo mismo da cuando se goza de impunidad. Todo se reduce a la incomprensible actitud de un capellán católico de un colegio que pretende ser un paradigma de dignidad, moral y educación en libertad que dice no ser interlocutor válido ante un delito de pederastia perpetrado en las instalaciones del centro escolar para acto seguido pedir perdón en voz baja y con la frase dirigida al pabellón auditivo izquierdo del padre de la víctima.

Todo se reduce también a un cuadro directivo que busca una reunión con el padre de la víctima con inconfesables intenciones. Todo se reduce a derrochar el dinero, contratando a una empresa para que ejecute una página web en donde se insulta y humilla de nuevo a la víctima y su familia, días antes del juicio en la Audiencia Provincial de Bizkaia, contratando a un teórico de la psicología para que ejecute una tesis llevada a sala por la defensa del delincuente en donde pretende marcar el sentido de la sentencia, alegando falso recuerdo, ello sin siquiera conocer a la víctima ó haberla evaluado presencialmente, eligiendo a un letrado que lleva en su currículo la defensa del asesino de Nagore Laffage, juicio en donde un jurado popular transformó asesinato en homicidio, ante la incomprensión racional de la sociedad, un motivo más de alarma social.

Nunca la jurisprudencia tuvo tanto peligro más allá del propio delito juzgado cuando un cráneo fracturado por múltiples partes consagra un asesinato en homicidio, teniendo además una madre que escuchar como con una aberrante falta de respeto se insulta a su hija, la víctima, con alusiones y aseveraciones vergonzosas sobre su vestuario, su modo de vida ó su presunta ligereza sexual.

He tenido que escuchar hasta la fecha todo tipo de aberraciones, todo tipo de juicios de valor, incluso aberrantes insultos y descalificaciones contra la víctima, superviviente, y contra sus padres y hermano

Uno que llegó al Congreso de Diputados tras largos años de camino por el desierto, con un auténtico caso de pederastia perpetrado contra mi hijo en el colegio Gaztelueta perteneciente al Opus Dei y que tuvo la suerte de coincidir con un equipo de profesionales que amparó y ayudó a mi familia de un modo certero, trabajoso y esforzado, no todo el mundo puede contar con ello en su andadura, ha tenido que escuchar hasta la fecha todo tipo de aberraciones, todo tipo de juicios de valor, incluso aberrantes insultos y descalificaciones contra la víctima, superviviente, y contra sus padres y hermano. Se han encendido en muchas ocasiones mechas que lejos de dirigirse a depósitos de pólvora, se han dirigido a contenedores de basura, preparados por las legiones de miserables cobardes negacionistas para intentar con un deseo irreprimible, silenciar y re victimizar.

El director del Gaztelueta
El director del Gaztelueta Agencias

Me gusta utilizar estas expresiones sólo cuando aparecen en su contexto exacto, cuando el calificativo responde con creces a la realidad y aporta un enfoque clarividente. Basura, esa palabra tan denostada y que sin embargo define con suficiencia casi todo lo que esta familia ha tenido enfrente. No es un insulto, es una depurada definición. No somos los únicos, testimonios hay de sobra que corroboran idénticos sentimientos de impotencia ante lo que supone denunciar este tipo de delitos. Basura. Basura negacionista, muy lejana a valores constitucionales y desde luego cristianos.

El tratamiento dado por quienes pudiendo hacer no hicieron, la actitud de quienes reconocieron los hechos en privado aplicando algunos increíbles tonos de barniz, la conducta inmunda de personas sin empatía alguna, el ninguneo, el negacionismo, los silencios eternos, solo pueden ser calificados así : basura. Y lo es porque quien ante una denuncia de abusos continuados y agresión sexual contra un menor y obtiene semejantes respuestas, no merece más comparativas. O tal vez sí. Tal vez la basura se vea incrementada con otro concepto más intenso aún, terror. ¿O tal vez no es causar terror destrozar la vida de un niño o niña, reventar su identidad, integridad y estabilidad en pleno proceso de formación de su personalidad, y como aporte adicional y encima negarle su condición de víctima, humillarle hasta la extenuación, llamarle loco ó acusarle de falsos recuerdos, mientras incluso se llega a acusar a la madre de introducir las acusaciones en su cabeza y a su padre de publicar pornografía en internet a través de un blog cinematográfico?

Las víctimas del Opus Dei buscan claridad
Las víctimas del Opus Dei buscan claridad

Acusaciones ambas que quedaron suficientemente desacreditas por la justicia de este país. Primero en un auto de instrucción, después en la Audiencia Provincial de Bizkaia y después, pese a una cuanto menos peculiar rebaja de sentencia, por el Tribunal Supremo. Una sentencia que aplica el mazo de obligar a las víctimas y supervivientes de abusos y agresiones sexuales, en minoría de edad, a relatar los hechos punibles no cuando están capacitados para hacerlo, cuando pueden, sino cuando quieren algunos profesionales del derecho que por desgracia para ellos no saben a que se enfrentan, pensando bien. Como si en lugar de un delito, fuera una excursión en colonias de verano. Engrosar el detalle de los hechos a lo largo del tiempo. Eso es lo que un fiscal lanzó al aire en el juicio del Caso Gaztelueta en sede de la Audiencia Provincial de Bizkaia, eso es lo que argumentó el Tribunal Supremo de España en parte de su sentencia. Una sentencia que además desprecia la propia jurisprudencia del alto tribunal, que es justamente en donde los magistrados de la Audiencia Provincial de Bizkaia, basaba su sentencia de once años de condena.

Yo, a diferencia de muchos, creo con franqueza que el Reino de España es un Estado Social y Democrático de Derecho. Y lo creo porque decir lo contrario supondría tanto como blanquear el más negro pasado reciente de España y faltar al respeto de todos aquellos seres humanos que padecieron en sus propias carnes las terribles consecuencias del régimen franquista. Nunca saldrá de mi boca un alegato contrario, no obstante creo que ha llegado el momento de un reconocimiento y un acompañamiento, no solo para mi hijo, sino para todas y cada una de las víctimas y supervivientes de pederastia que han denunciado los delitos cometidos contra ellos y ellas, a lo largo del tiempo, en este país. Mientras tanto, siempre tendremos una deuda pendiente con ellos y ellas. Verdad, justicia, acompañamiento y reparación.

Primero, Religión Digital

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