"Un gran obispo-pastor, de esos que son necesarios en nuestro tiempo" Juan María Uriarte: El obispo que sabía escuchar

Juan María Uriarte
Juan María Uriarte

"Puedo decir que Uriarte es uno de los hombres más sabios que he conocido. Y no por todo su 'saber', que era mucho. Sino por su capacidad de escucha atenta, su mirada profunda y amable a la realidad y por su corazón inquieto"

"Primaba siempre en él la mirada evangélica, el amor a la Iglesia, una oración sincera. Por eso era siempre de un talante positivo. Él creía que su principal misión en la Diócesis era animar"

"Fue un gran amante y agente de paz entre nosotros. Le hacía sufrir mucho la violencia, los enfrentamientos y las violaciones de todos los derechos humanos. Probablemente por ello fue, más de una vez, incomprendido y denostado"

"En definitiva fue un gran obispo-pastor, de esos que son necesarios en nuestro tiempo. Un hombre del Concilio Vaticano II, un hombre 'moderno', de nuestro tiempo, sin la mirada puesta en el retrovisor"

Fui durante nueve años su vicario general. Puedo decir que es uno de los hombres más sabios que he conocido. Y no por todo su “saber”, que era mucho. Sino por su capacidad de escucha atenta, su mirada profunda y amable a la realidad y por su corazón inquieto que le movía siempre al dialogo, el acercamiento, a tratar de dar una respuesta sincera y honesta a la realidad, lo mismo eclesial que social, pero procurando no herir. Era un hombre muy inquieto y muy inteligente. No se conformaba con la primera respuesta, la primera redacción de un texto. Siempre volvía a preguntar, escuchar… hasta llegar a una conclusión.

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Era un gran creyente. Primaba siempre en él la mirada evangélica, el amor a la Iglesia, una oración sincera. Por eso era siempre de un talante positivo. Él creía que su principal misión en la Diócesis era animar. Por eso escuchaba, preguntaba y animaba. Pastoralmente era netamente renovador e inconformista. No se conformaba con cualquier cosa.

Juan María Uriarte en EL PAÍS

"Pastoralmente era netamente renovador e inconformista. No se conformaba con cualquier cosa"

Era un hombre de equipo. Contaba siempre con sus colaboradores, a quienes escuchaba atentamente poniendo en ellos toda su confianza. Al mismo tiempo era libre para seguir la voz de su conciencia y actuar con honestidad. Cuántas veces repetía: “es mejor ponerse una vez rojo que mil amarillo”. Afrontaba los problemas sin huir de ellos, pero procurando no herir.

Fue un gran amante y agente de paz entre nosotros. Le hacía sufrir mucho la violencia, los enfrentamientos y las violaciones de todos los derechos humanos. Probablemente por ello fue, más de una vez, incomprendido y denostado. También en este terreno de la paz su corazón inquieto y de pastor bueno le llevo escuchar y estar con todos los que quisieran, le condujo a reflexionar y escribir de modo hondo y sabio. Eso mismo le llevó, soy testigo de ello, a encontrarse con personas víctimas de la violencia, de un género o de otro. Fue un hombre de encuentro y dialogo también en este campo de la paz y la reconciliación entre nosotros.

En definitiva fue un gran obispo-pastor, de esos que son necesarios en nuestro tiempo. Un hombre del Concilio Vaticano II, un hombre “moderno”, de nuestro tiempo, sin la mirada puesta en el retrovisor, nada “Institucional” o “jerárquico”, sin añoranzas del pasado, sencillo en su porte y  cercano. Un obispo de esos que se dice son “ franciscanos”, según el modo del papa Francisco. Nunca le preocuparon los “ropajes eclesiásticos” y ni los “ceremoniales episcopales”. En todo sencillo pero hondo, verdadero.

El obispo de San Sebastián Juan María Uriarte, en la cabecera de la marcha al santuario de Aránzazu en marzo de 2003 tras el asesinato de Juan Priede a manos de ETA.

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