"Sí, Francisco ha captado el sentido del Jueves Santo desde el primer momento" Jueves Santo en la cárcel: Los presos, vicarios del Cristo que lava los pies

Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero
Javier Sánchez, capellán de Navalcarnero

"Jueves Santo, día del amor fraterno, día de caridad, colecta de cáritas, lavatorio de los pies… día de despojarnos del poder que tanto nos gusta, del 'querer ser como dioses', que dice el pasaje del Génesis"

"Vivir la experiencia del jueves santo en una cárcel, sin duda que es algo muy diferente…"

"Se lavan pies cansados, negros y blancos, sucios y limpios, con callos o sin ellos, pero en cada hombre al que lavo los pies percibo especialmente el rostro del Dios necesitado, y percibo además lo que percibo cada vez que abrazo a uno de ellos: la sonrisa, el rostro amable y la ternura de Dios"

Cuando pensamos en la semana santa, quizás siempre nos han transmitido desde una evangelización, a mi entender, un tanto sesgada, que del triduo pascual, lo más importante es la experiencia del viernes santo, porque todo se ha centrado en vivir el sufrimiento como algo que “a Dios le gusta”, y centrado en la cruz casi desde un punto de vista un tanto cruel. Para muestra, basta ver la película de la pasión de Mel Gibson, donde todo está centrado en ese sufrimiento cruel y en casi darnos una imagen también de un Dios cruel que consiente que su hijo muera de semejante manera.

De ahí que todo se centre en una experiencia cristiana y de la semana santa, centrada en los pasos del Jesús sufriente, o en “el darse palos”, pensando que así se “apagaba” la ira de Dios, desde la más pura concepción judía del sufrimiento y de Dios. Lejos este planteamiento del Dios que aparece en Jesús, cuyo rostro es el de un Padre-Madre que mira por sus hijos, que sufre con ellos y que especialmente está preocupado de los más desfavorecidos y “perdidos”. Y para eso basta leer las “parábolas de la misericordia”, que de manera tan bella nos relata el evangelio de San Lucas. 

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Escultura de los pies que besó el Papa
Escultura de los pies que besó el Papa

El jueves santo con el famoso slogan “día del amor fraterno” y con el gesto, casi “ anticuado” de lavar los pies, se pensaba en ese Dios que aparece en Jesús y que hace un gesto casi puramente formal, y con poca vinculación con lo que es el evangelio y la predicación de la buena noticia y del Reino, que es clave en la predicación de Jesús. Detrás de ese slogan, casi clásico, había una especie de caridad mal entendida, y un acordarse de los pobres, porque ese día tocaba.

Con la colecta clásica para caritas, eso sí, pero desencarnado el día de lo que en realidad significa: una preocupación por el otro desamparado, triste, necesitado y por una nueva concepción de poder que nos transmite el Jesús que sienta a lavar los pies de los discípulos. Es verdad que también podría ser porque en el fondo la Iglesia no quiere renunciar a su propio poder, y los jefes de ella en ese día se hacen “los humildes”, pero una vez más de manera romántica, y casi sin llegar a creérselo.

Vivir la experiencia del jueves santo en una cárcel, sin duda que es algo muy diferente. Primero porque en toda la semana santa lo que percibimos es una identificación total del Jesús del Evangelio, dolorido, humillado, tratado injustamente y al final crucificado como un vil delincuente, con cada uno de los que cumplen condena en la cárcel. Y segundo porque el gesto de lavar los pies a los presos, no es un “gesto desencarnado”, y que hay que hacer porque así lo manda el ritual del día, sino un gesto donde se descubre la importancia de estar al servicio de aquellos que en su vida están machacados por el peso de su delito, y de su culpa.

Lavar los pies en la cárcel significa llegar a abajarse a lo más profundo del ser humano, y descubrir que somos todos igual de importantes, y que el gesto del servicio, simbolizado en el lavar los pies, no va dirigido a los “buenos” o a los que nos creemos a veces buenos, sino que el Jesús del Evangelio se abaja delante del dolor y la necesidad humana, y lo hace para levantar de su opresión al que más lo necesita, en este momento a los presos. Lo hace sin juzgar, lo hace sin preguntar qué has hecho, lo hace simplemente para demostrar un amor incondicional, y para decirnos que Dios es un Padre-Madre de todos, que nos quiere a todos por ser sus hijos. El Jesús que lava los pies a los discípulos en aquel primer jueves santo, es un Jesús que abandona todo poder, que abandona toda prepotencia “que se hace uno de tantos”, que dice el himno de Filipenses, y que lo hace para demostrarnos que todos somos absolutamente iguales, y que todos nos merecemos lo mismo. 

El pectoral del Papa
El pectoral del Papa

"Se lavan pies cansados, negros y blancos, sucios y limpios, con callos o sin ellos, pero en cada hombre al que lavo los pies percibo especialmente el rostro del Dios necesitado, y percibo además lo que percibo cada vez que abrazo a uno de ellos: la sonrisa, el rostro amable y la ternura de Dios"

Tengo la suerte de poder vivir esta experiencia en la cárcel de Navalcarnero desde hace dieciocho años, y cada año es una experiencia especial de encuentro, y desde luego de mi renovación del sacramento del orden sacerdotal. Cada jueves santo, yo renuevo mi compromiso como cura delante de los chavales, y delante de ellos, que son signo del Jesús que cuenta conmigo y me necesita, hago promesa de estar cerca de ellos, de cuidarlos, de abrazarlos y de transmitirles con mi cariño y mi preocupación hacia ellos, el cariño y la preocupación del mismo Dios.

Cada jueves santo es un honor poder lavar los pies de los presos. En los pies se ve sin duda además el trayecto de lo que puede haber sido la vida de cada uno de ellos, también es verdad que muchas de sus vidas me las sé. Se lavan pies cansados, negros y blancos, sucios y limpios, con callos o sin ellos, pero en cada hombre al que lavo los pies percibo especialmente el rostro del Dios necesitado, y percibo además lo que percibo cada vez que abrazo a uno de ellos: la sonrisa, el rostro amable y la ternura de Dios. 

No podemos hacer del jueves santo algo romántico, ni siquiera antesala del “importante viernes santo”, precisamente porque solo el Dios que sirve desde el amor, es el Dios que puede entregar hasta la última gota de su sangre por aquellos a los que ama. Solo el padre y la madre que ama a cada uno de sus hijos es el que puede dar su vida por cada uno de ellos. El jueves santo nos debe llevar a percibir la presencia de Jesús en los que pasan cerca de nosotros y nos necesitan, blancos y negros, buenos y malos, homosexuales y divorciados, presos y libres, pobres y enfermos…. Porque ellos son los auténticos “vicarios del Cristo pobre que se abaja”.

"El papa ha entendido bien el evangelio de San Juan: el papa, el que tiene más poder en la Iglesia recibe en su casa a toda persona que lo llama y quiere estar un rato con él, de hermano a hermano, de amigo a amigo"

Esta misma experiencia es la que ha percibido nuestro papa, nuestro hermano el papa Francisco, y la ha percibido porque él tampoco se siente jefe, sino porque se siente tan necesitado de salvación como todos los demás. Hace unos días escribió a los presos de Navalcarnero, después de que ellos le escribieron una carta de apoyo a su persona, para agradecerle su recuerdo y su cariño siempre, y en contra de lo que otros estaban haciendo y apoyando. Y en esa carta les decía que cuando entra en una prisión siempre piensa lo mismo: “ ¿Por qué ellos y yo no? Y lo repito en mi interior, sobre todo cuando los jueves santo voy allí a lavar los pies a los internos”.

El Papa y Javier Sánchez
El Papa y Javier Sánchez

Francisco, nuestro papa, ha entendido el mensaje del jueves santo, ha entendido que él participa también del amor de Jesús, es más que él como todos, como también los presos, necesita de ese mismo amor, que es el papa pero no es más que nadie, ni siquiera más que los presos que cumplen condena. Francisco no es “jefe” , Francisco es servidor de los pobres, y no le importa que le critiquen porque va a lavar los pies cada jueves santo a la cárcel, no le importa que le digan que por qué va a ver a los delincuentes, que quizás otros se lo merezcan más. Francisco ha captado esas dos cosas: que él solo puede llamarse vicario de Cristo si sirve a los pobres, a los encarcelados, a los que se consideran desecho social, y que él mismo también necesita del amor de Dios, que él también necesita que el mismo Jesús le lave los pies a él a través de los gestos de cariño y de acogida de los demás. 

El papa ha entendido bien el evangelio de San Juan: el papa, el que tiene más poder en la Iglesia recibe en su casa a toda persona que lo llama y quiere estar un rato con él, de hermano a hermano, de amigo a amigo. No hace acepción de personas. No recibe solo a los ministros y a la gente importante. Para él, el gesto de lavar los pies dice siempre que es “el gesto que nos identifica como cristianos”, que solo podemos llamarnos cristianos si somos capaces de lavarnos los pies. 

Y tanto es así que el papa Francisco tiene en una mesa pequeña en su sala de estar, los pies de un interno al que lavó los pies la primera vez que fue papa y que salió a una cárcel el jueves santo. El cuenta como  “El primer año de ser papa dije de ir a una cárcel a lavar los pies, y nadie veía que tuviera que ir, coincidía además la celebración en la cárcel con la hora de la celebración en el Vaticano, y yo dije que lo arreglaran para ir. Lavó  los pies a varios presos de la cárcel, y al poco tiempo, uno de ellos pidió un permiso para venir a verme. Venía con unos pies en la mano hechos en arcilla, y al dármelos me dijo: “mire son mis pies, porque a mí me impresionó tanto que usted me los lavara, que se los hecho en arcilla”. 

Y son los pies que el papa tiene como auténtica reliquia, como auténtica presencia del Dios del Evangelio, en la mesa de su sala. “Al año siguiente fui aún más criticado, porque sacaron al lavatorio de pies a un musulmán e incluso a una mujer”. El papa decía que ese gesto ya fue  “ el colmo”, y que muchos le siguieron criticando de nuevo por hacerlo” . Cuando leí que decía esto el papa, me sonó a cuando alguien chaval musulmán o que no va a misa me dice que si puedo ir a verlo, y al preguntar por él en la cabina del funcionario, éste a veces me dice: “Pero por qué vas a ver a este, si es moro y no va a misa”, y siempre le contesto, que no importa, que es un ser humano y que necesita algo y por eso me pide que vaya a verlo. 

"'Al año siguiente fui aún más criticado, porque sacaron al lavatorio de pies a un musulmán e incluso a una mujer'. El papa decía que ese gesto ya fue 'el colmo', y que muchos le siguieron criticando de nuevo por hacerlo"

Crucificado
Crucificado

El papa además lleva como pectoral una cruz muy especial, porque lleva la imagen del Buen Pastor que carga con la oveja perdida, es una cruz que realza la importante del Jesús que carga con el dolor, con el sufrimiento y con los pecados de los demás. Esa cruz que también se ve tanto en la cárcel y que es importante que nosotros podamos llevar. El papa lleva el dolor de los caídos, de los presos y desamparados, y en este día cobra también un sentido muy especial. En la cárcel están “los perdidos”, los desheredados, pero a la vez “los preferidos” por el mismo Jesús, los que se encuentran a la deriva, los que “quizás nadie quiere” y todos desde “su aparente bondad”, critican.

Sí, Francisco ha captado el sentido del jueves santo desde el primer momento. Y todavía más m en un discurso a los capellanes de prisiones en Italia, nos decía: “Por favor, decidles que rezo por ellos: les llevo en le corazón. Pido al Señor y a la Virgen que ellos puedan superar positivamente este período difícil de sus vidas. Que no se desanimen, que no se cierren. Decidles con gestos, con las palabras, con el corazón, que el Señor no se queda fuera de sus celdas, no se queda fuera de las cárceles: está dentro, está allí. Podéis decirles esto: el Señor está dentro de ellos; también El es un preso ahora ¿eh? De nuestros egoísmos, de nuestros sistemas, de tantas injusticias que acaban por pagar los más débiles ¿no? Pero los peces gordos nadan en las aguas ¡no? Ninguna celda está tan aislada que excluya al Señor, ninguna: él está allí, llora con ellos, trabaja con ellos, espera con ellos ( 23-Octubre -2013).

"Que no se desanimen, que no se cierren. Decidles con gestos, con las palabras, con el corazón, que el Señor no se queda fuera de sus celdas, no se queda fuera de las cárceles: está dentro, está allí"

Estas palabras se las leemos a los chavales de Navalcarnero al terminar cada celebración del jueves santo, y les recordamos además que esa noche del jueves al viernes santo, Jesús también estuvo preso como ellos, que sientan en esa noche su presencia de modo especial juntos a ellos. Que cuando esa tarde les encierren y escuchen el sonido horroroso, que ellos comentan siempre, del cerrojo cerrando sus chabolos , recuerden que Jesús es encerrado con ellos, como aquel primer jueves santo, que se hace plenamente solidario con ellos, que no están solos. Y los chavales lo entienden muy bien, porque al día siguiente, en la adoración de la cruz, cuando van a adorar al crucificado, se produce el encuentro entre los dos crucificados, y al contemplarlos, parece como que los “dos crucificados” se entienden. No es una adoración ritual, es una adoración desde el crucificado preso, al crucificado Jesús de Nazaret, es el abrazo desde el dolor y el sufrimiento, pero que es capaz de engendrar vida. 

Lavar los pies significa renunciar a sentirse el que todo lo sé, el que es más importante, el que no necesita de los demás. Pero también es importante la experiencia de “dejarse lavar los pies por otro”, porque supone aceptar que yo tampoco puedo todo, que yo también necesito de los demás, “que también podría estar yo en la cárcel”, como dice el papa, y entonces necesitaría que también fuera otro el que me ayudara, me sirviera, me lavara a mí los pies. 

Nosotros en la cárcel de Navalcarnero hacemos también ese otro gesto, no soy solo yo como cura el que lava los pies sino que cada uno puede también lavar los pies a otro. A veces me lavan a mí los pies presos, voluntarios, o presos entre sí, o voluntarios entre sí. Y la experiencia de dejarse lavarse es también la experiencia de tomar conciencia de nuestra propia debilidad, descubrir que yo también necesito de los demás. Descubrir que a mí como cura los presos también me enseñan, me ayudan, que me tengo que dejar también querer por ellos.

Cristo de la cárcel de Navalcarnero

Es cierto que esto lo experimento cada vez que estoy en la cárcel: muchos días necesito yo de su abrazo, de su ayuda, de su comprensión, necesito y que sean ellos los que me escuchen y hasta enjuguen mis lágrimas. Yo soy un ser humano como ellos tan necesitado de amor y de ayuda como cada uno de los que están en prisión. Dejarse lavar los pies por un preso es reconocer “que todos nos necesitamos” y que la dignidad de la persona que está en prisión, por la causa que sea, es similar a la mía.

No me imagino a los “jefes de nuestra iglesia” dejándose lavar los pies por otros, y menos por los presos; no me imagino a los que critican que el papa haya escrito “fiducia supplicans”, dejándose lavar por un preso, porque ellos son los intachables, los buenos, los que no necesitan de nada ni de nadie, en el fondo ni siquiera necesitan a Dios, porque ellos ya se creen dioses, con el poder de condenar y de bendecir a quien les apetezca. 

En el jueves santo contemplamos al preso, vicario de Cristo, que desde su debilidad nos necesita; en la cárcel por eso cada año, en este gesto se respira a Dios de manera especial, en el salón de actos donde lo celebramos hay un “aroma especial del Jesús del Evangelio”. Y desde ahí, se manifiesta que el único poder es el del servicio, que el único poder es el descubrir que todos nos necesitamos y que solo podemos sentirnos cristianos si lavamos los pies a los demás, a los que nos necesitan. “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”, que le dice Jesús a Pedro, en el evangelio de San Juan, si no te lavo por mucho que lleves una cruz de madera, una mitra, una sotana o reces mucho, no eres de lo mismo.

Lo que nos identifica como cristianos es a quién lavamos los pies, a quién servimos, a quién ayudamos. Y también si dejamos que nos ayuden , que nos laven, incluso un preso que “a veces decimos no puede enseñarme nada porque es un delincuente”. Ver a un preso, corpulento, con un delito fuerte, abrazado a mí y llorando, quizás sea de las experiencias más profundamente divinas que puedo vivir cada día. Es un abrazo similar al de Zaqueo a Jesús, o al de la mujer pecador en casa de Simón. Los presos, en cada jueves santo, me invitan y me dicen “por favor, quiéreme, te necesito”, y en mi interior resuenan esas palabras, como las del mismo Jesús. Pero sin creerme salvador de nadie, sino solo mediador, porque como digo, otras muchas veces ellos enjugan mis lágrimas.

"No me imagino a los 'jefes de nuestra iglesia' dejándose lavar los pies por otros, y menos por los presos; no me imagino a los que critican que el papa haya escrito “fiducia supplicans”, dejándose lavar por un preso"

Pobres

Fue el teólogo jesuita José Ignacio González Faus el que se atrevió a decir y publicar un libro con ese título “Vicarios de Cristo”, refiriéndose no a la historia de los papas, sino a los pobres como sacramento y presencia permanente de Jesús entre nosotros. Es un libro que muestra la presencia de los pobres en la teología y espiritualidad cristianas, y Faus nos va mostrando cómo desde el comienzo de las primeras comunidades cristianas eso es una realidad. 

Nuestro hermano el papa Francisco ha percibido bien este hecho, tanto que solo puede decir él que es vicario de Cristo si lava los pies a los desvalidos, a los presos; “Es el gesto que nos identifica como cristianos”, dice , es vicario de Cristo no porque sea el “jefe de la Iglesia católica”, sino porque lava los pies. Ante la afirmación de Jesús a Pedro, su respuesta “entonces no solo los pies, sino también la manos y la cabeza”. Lavar y dejarse lavar los pies es identificarse carnalmente con el Jesús que anduvo por Galilea y que era criticado por estar con prostitutas y pecadores, como también es hoy criticado el papa, por aquellos, que como dice el evangelio de Lucas, “se creen buenos”.

También es conocido el slogan clásico  “fuera de la Iglesia no hay salvación”, y fue también el teólogo Jon Sobrino el que se atrevió a cambiarlo diciendo, “fuera de los pobres no hay salvación”. Quizás sea una frase mejor para este nuevo jueves santo. Experimentar que solo con los pobres podemos salvarnos, pero además sabiendo que todos somos pobres, “que todos podemos estar dentro”, como dice Francisco, que solo compartiendo nuestra vida como hermanos podemos hacer realidad el mensaje de Jesús. Que solo podemos ser vicarios de Cristo, es decir algo así como “representar a Jesús” si descubrimos su rostro en los pies, en las manos, en la vida de aquellos que nos necesitan. Que solo podemos ver a Jesús si nos abrazamos todos, buenos y malos, presos y libres, negros y blancos. 

Jueves Santo, día del amor fraterno, día de caridad, colecta de cáritas, lavatorio de los pies… día de despojarnos del poder que tanto nos gusta, del “querer ser como dioses”, que dice el pasaje del Génesis, para descubrir la sonrisa tierna de un Dios que nos necesita, que se identifica con los más necesitados y que en cada abrazo de cada ser humano, nos hace presente su amor.

 “Venid benditos de mi Padre, porque estuve en la cárcel y vinisteis a verme”. (Mt 25).

Papa en el lavatorio

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