"Trabajar por una nueva presencia de la Iglesia en el mundo" Julio Ciges: "Tras un año de pandemia y hartazgo, han ganado la candidatura que ha vendido el discurso de que podemos salir de copas, divertirnos"

Fiesta por el fin del toque de queda en Madrid
Fiesta por el fin del toque de queda en Madrid

"Es increíble, pero ha pasado: la inhumanidad premiada. La ciudadanía ha premiado a quienes han usado con profusión tácticas trumpistas y de ultraderecha, incluidos bulos e insultos de grueso calibre"

Entre otras cosas, lo que ponen de manifiesto estas elecciones es que la gente está harta de coronavirus y sigue a quienes le invitan a unas cañas para olvidarse y le hacen creer que ahí radica la libertad

Por encima de leyes, ritos, doctrinas, costumbres, tradiciones, estructuras, etc., urge cuidar y potenciar la espiritualidad y la mística derivadas de la fe en Jesús

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Desde hace tiempo se nos viene advirtiendo de la urgencia de cambiar el injusto, inhumano e insostenible sistema capitalista y neoliberal, que nos está abocando a la destrucción del planeta y de nuestra humanidad. La actual pandemia ha evidenciado y puesto de relieve, con toda crudeza, las graves carencias subyacentes a nuestra sociedad y la desigualdad y la violencia social sobre las que descansa nuestra “normalidad”. La conciencia de nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad ha cuestionado nuestro engreimiento y nuestro endiosamiento. Sin embargo, no está sirviendo para planificar un futuro mejor y seguimos insistiendo en utilizar herramientas, categorías y estrategias diseñadas para un mundo ya obsoleto. Nuestra instalación en el cortoplacismo nos incapacita para interpretar el presente y para divisar, imaginar y construir conjuntamente un futuro DISTINTO al que avistamos, más esperanzador para todos los seres humanos, especialmente los que más padecen las consecuencias de este sistema, que mata.

Por otra parte, la situación que nos está haciendo vivir la pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de recuperar los grandes principios que habíamos quitado de la circulación y de valorar y sentir los gestos sencillos y cotidianos de expresión de afecto.

Con la pandemia se visibiliza unas realidades que podemos resumir en estos puntos:

1.-Las escandalosas injusticias y desigualdades del sistema en el que vivimos, que genera y mantiene tanta marginación, pobreza y sufrimiento. Sus crisis las paga y padece siempre la gente más empobrecida y marginada; y la desigualdad crece cada día con más desvergüenza, como se está viendo en esta pandemia y en las tremendas diferencias de acceso a la vacunación entre la población mundial. O cambiamos el sistema o viviremos en la barbarie de la persona más fuerte contra las más débiles. La alternativa a un necesario cambio de rumbo es seguir un viaje global a ninguna parte.

La pandemia multiplica la pobreza.
La pandemia multiplica la pobreza.

2.-Los seres humanos tenemos una interdependencia mutua absoluta, de tal manera que podemos calificar el mundo, ciertamente, de aldea global. Todos estamos en relación permanente e interconectados irremediablemente.Nos necesitamos unos a otros y tenemos que cuidarnos responsablemente. O nos salvamos juntos o nos perdemos todos.

3.-Nuestra interdependencia y nuestra comunión son también con la madre tierra: somos parte de ella y todo lo que le hacemos nos repercute y nos afecta, directa e indirectamente. O cuidamos nuestro planeta o caminamos hacia nuestro aniquilamiento.

4.-Necesitamos el encuentro, la acogida, la relación, el contacto, el abrazo, el cuidado mutuo, la comunicación directa que nos libren del aislamiento y la soledad. La pandemia ha sacado a la luz la importancia de valorar, y nuestra necesidad de saborear, los pequeños signos y detalles para llevar una vida relacional y afectiva sana y para un adecuado equilibrio psicológico.  

5.-Hemos descubierto la urgencia de buscar la interioridad y nuevas formas de profundizar y vivir unaexperiencia espiritual o creyente que nos llene de sentido y nos mantenga con paz, serenidad y confianza en los momentos duros y difíciles de la vida. La pandemia nos obliga a una profunda renovación de las celebraciones y de los encuentros comunitarios.

Pobreza y coronavirus
Pobreza y coronavirus Themba Hadebe/ AP Photo

JUZGAR

Muchas voces, entre ellas la mía, insisten en que tras la pandemia hemos de cambiar profundamente nuestros esquemas mentales y hábitos de vida, nuestras costumbres y relaciones con las demás personas y con la naturaleza y, sobre todo, nuestra organización socio-económico-política, para hacer posible otro mundo.

Sin embargo, escuchando y mirando la realidad no percibo que se quiera caminar en otra dirección distinta a la de siempre.

En todo este tiempo de pandemia la clase política y económica está utilizando un lenguaje bélico y un discurso de miedo y de restricciones de derechos que han llevado a la población a recluirse en la esfera privada. Si la globalización nos ha hecho pasar, a los seres humanos, de ciudadanos a consumidores, convirtiéndonos en gente despolitizada y desmovilizada, en individuos sin conciencia de comunidad y sin proyecto colectivo, como denuncia el papa Francisco (Laudato Si’, ns. 162, 204, 208, 229), ahora el peligro es que el confinamiento, la reclusión en nuestras casas, esté favoreciendo el individualismo (buscando cada cual su propio cuidado y su salvación), la desmovilización (en lo referente a participación y reivindicación) y la falta de compromiso social y político.

Macrobotellón en Madrid

Además, quienes lideran en la política han centrado sus esfuerzos en atender a lo urgente, relegando la búsqueda de las respuestas que multitud de situaciones vividas requerían. Han insistido machaconamente en que pronto venceremos al virus y volveremos a la “normalidad”, dando a entender que, tras la vacunación, vencida la Covid-19, todo será como antes. No se ha aprovechado la grave crisis que atravesamos (y que la pandemia ha puesto de relieve)para concienciar a la ciudadanía de la necesidad decambiar de vida, de comportamiento y, sobre todo, de modelo social si queremos, de verdad, salvarnos. Sin esa tarea de concienciación difícilmente se producirá el cambio, tan urgente y necesario hoy en día. La pandemia nos ha hecho tomar conciencia de que no hay horizonte posible sin superación del modelo actual y es realmente decepcionante y lamentable que, quienes dirigen la sociedad y la política, no hayan ayudado al pueblo a descubrir y asumir esa verdad para facilitar el cambio.

Lo que me preocupa es la actitud de la gente que, en cuanto son rebajadas las restricciones, da la sensación de querer vivir como si no hubiera pandemia: consumir y llevar la misma vida de antes (exceptuando, claro está, la inmensa muchedumbre de personas empobrecidas y precarizadas que ésta ha producido). Así pues, a pesar de que reivindicamos que tras la pandemia todo debe cambiar hacia una alternativa de vida, no veo que esta urgencia sea verdaderamente reconocida y asumida por la mayor parte de la sociedad.  

Una muestra de lo que me preocupa y de esta percepción es lo acaecido en Madrid en las elecciones del 4 de mayo de 2021. La inmensa mayoría de votantes (unos dos millones de personas) ha elegido a quien dejó a su suerte a las personas mayores en las residencias durante la primera ola de la pandemia, sin atención médica ni hospitalaria, causando, así, la muerte de más de siete mil seres humanos especialmente vulnerables por su edad. La más votada en todos los distritos de la capital, en todas las grandes ciudades madrileñas e,incluso, en los barrios obreros del sur de Madrid, es la que desprecia e insulta sin tapujos a la gente más precaria y empobrecida y a los colectivos más vulnerables y quiere gobernar prioritariamente para la gente rica. Es increíble, pero ha pasado: la inhumanidad premiada. La ciudadanía ha premiado a quienes han usado con profusión tácticas trumpistas y de ultraderecha, incluidos bulos e insultos de grueso calibre.

Ciertamente, el modelo que ha triunfado en Madrid se opone, incluso, a las propuestas del presidente estadounidense Biden y del FMI, en sintonía con el planteamiento del economista Thomas Piketty, quien afirmaba el año pasado, en su blog de “Le Monde” (10/4/2020), que la crisis provocada por la pandemia debe convertirse en una ocasión para reflexionar sobre una dotación sanitaria y educativa mínima para cualquier habitante del planeta y que una parte importante debería estar financiada por las grandes empresas y por las familias con mayor patrimonio y las rentas más altas.

En definitiva, lo preocupante es que el resultado de estas elecciones refleja la posición de tanta gente que quiere dar por finalizada la pandemia para volver a la “normalidad de siempre”. La posición de quienes piensan que la propia libertad está por encima de todo, de la enfermedad y de lasdemás personas.

Entre otras cosas, lo que ponen de manifiesto estas elecciones es que la gente está harta de coronavirus y sigue a quienes le invitan a unas cañas para olvidarse y le hacen creer que ahí radica la libertad. 

Isabel Ayuso
Isabel Ayuso

Tras un año de pandemia y hartazgo, han ganado la candidatura que ha vendido el discurso de que podemos salir de copas, divertirnos, y hacer lo que queramos, que en Madrid se puede vivir como en ningún sitio y los madrileños y las madrileñas son mejores que nadie. La ciudadanía ha dado su voto a quienes apelan al propio interés y al odio a la gente “de fuera” y son capaces de afirmar que nosotros somos “lo bueno” y el resto es “lo malo”. Este discurso, que no falló con Trump ni con Bolsonaro, no ha fallado, tampoco, con Ayuso. Todo esto es lo que me hace sostener que la gente no ha tomado conciencia de la necesidad de cambiar de modo de pensar, vivir y organizarse.

Con toda urgencia hay que combatir este modelo social que se está implantando y, que, con tanto apoyo popular, ha triunfado ahora en Madrid, a pesar de que descarta a mucha gente y produce mucho sufrimiento y marginación. Pero hay que combatirlo no solo con denuncia y protesta, sino con alternativas reales y viables que hagan vislumbrar que es posible y mejor otro modo de vida más saludable, humano y liberador, que produzca más felicidad y paz.

Frente al ruido y al griterío de quienes quieren vendernos productos caducos y excluyentes, toca trabajar para favorecer la pluralidad y el progreso sostenible, para ofrecer vías de concienciación liberadora y humanista, defensa de lo común y del cuidado mutuo, reconocimiento real de los derechos y de las libertades, feminismo y ecologismo, protagonismo popular y empoderamiento del pueblo.

ACTUAR

Basándome en mi artículo “Seis retos para ser Iglesia en salida”, paso a esbozar los caminos que considero importante potenciar tras la pandemia.

1º.- Construir una identidad común que rompa trincheras y supere las divisiones.

No hay seres humanos “de los nuestros y de los otros”.Todos pertenecemos a la misma especie y ocupamos la aldea global que es la Tierra. El compromiso por la defensa práctica de la dignidad de toda persona y de la hermandades prioritario. Por eso, la Iglesia debe ser la primera en buscar la colaboración mutua en una misma dirección para unirnos, todos y todas, en la búsqueda de soluciones a los grandes y graves problemas de la humanidad, creando conciencia de la total interdependencia que tenemos todos los seres humanos, sin excepción. Trabajar por el bien común es hoy una de las tareas fundamentales y la mejor política a desarrollar, pues implica tener en cuenta a las personas consideradas últimas y escuchar sus demandas. Mientras todo se mire desde arriba y solo se busque soluciones desde quienes están en el poder, las cosas no cambiarán realmente.

Vacuna al planeta
Vacuna al planeta

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. … nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.” (Homilía del papa Francisco en la oración por la pandemia, 27 marzo 2020).

En su hermosa y última encíclica Fratelli Tutti, el papa Francisco llama continuamente a “pensar y gestar un mundo abierto” (capítulo cuarto) que nos haga, a las personas, salir de nosotras mismas y abrirnos a las demás (nº 88, 89). Si amamos de verdad, el amor nos sitúa siempre en tensión hacia la comunión universal y nos hace ir más allá de nuestros propios límites, procurando integrar a todas sin excepción (nº 95, 96, 97). Lo cual no quiere decir homogeneizar la sociedad intentando construir una globalización igualitaria (universalismo autoritario y abstracto), como si la sociedad fuera una esfera (nº 100). El amor universal busca promover a cada ser humano (nº 106), porque sabe de qué dignidad goza (nº 107) y, por ello, proclama que “mientras nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá una fiesta de fraternidad universal” (nº 110).

2º.- Acompañar y sanar a quienes sufren y son víctimas de esta sociedad, que a tanta gente margina y mata.

El empeño de toda persona de buena voluntad y en especial de la Comunidad Cristiana debe centrarse en dos vertientes: defender e incluir a los seres humanos que la sociedad capitalista desecha y descarta Y, SIMULTÁNEAMENTE, proponer estilos de vida alternativos a esta sociedad patógena e inhumana.

Es tarea importantísima de las personas cristianas cuestionar la inevitabilidad del sistema imperante. Lo cual significa hacer comprender que no es verdad que el capitalismo sea imbatible por ser natural, ni la ideología del progreso inevitable por ser una religión.

Es necesario, pues, cuestionar el sistema, pero es urgente, también, proponer nuevos estilos de vida que planteen una forma de vivir basada en lo que Ignacio Ellacuría llamó “Civilización de la pobreza”: un orden global de convivencia humana que surge en oposición y como respuesta a la grave crisis civilizatoria que padecemos.

El discurso del odio de VOX
El discurso del odio de VOX

3º.- Elevar el sufrimiento a categoría política (y no sólo moral)

Hay que ayudar a tomar conciencia de que lo decisivo hoy es la supresión del sufrimiento humano. Y esto requiere la colaboración de todo el mundo.

Ante tanto drama humano y social que encontramos, producto de esta sociedad tan injusta y que la pandemia ha desvelado con tanta crudeza, es necesario recuperar una verdadera conciencia humanitaria y universal, compasiva y misericordiosa que potencie el tan necesario cuidado mutuo y la real preocupación por TODAS las personas que padecen las consecuencias de esta situación. Es urgente y necesario reivindicar “el cuidado como horizonte político”. Si queremos que el cuidado incida en la esfera política como principio estructurador de las instituciones sociales, hay que sacarlo de la opcionalidad de la benevolencia y hacerlo operar en el ámbito de los derechos exigibles.

Esto significa deponer el progreso y empeñarnos en cambiar nuestro modo de pensar y de actuar para construir la historia de otra manera, con todas las consecuencias.

4º.- Potenciar la caridad política alejándonos de abstracciones para centrarnos en ayudar y socorrer a las personas concretas en sus procesos sanadores y liberadores.

Ante el sistema injusto en el que vivimos, que provoca que tanta gente sea descartada, ignorada o tenida como sobrante y genera un estilo de vida individualista y de indiferencia, es importante acompañar a quienes sufren y padecen sus consecuencias. Y eso es caridad y de la buena. Ese acompañamiento nos hace descubrir la necesidad dedefender y cuidar a las personas que han quedado fuera de los sistemas de protección y de incluir a las desechadas y descartadas. En definitiva, mantenerse en referencia constante a lo concreto y real de las personas -más allá de las leyes- para socorrerlas y ayudarlas en sus procesos sanadores y liberadores planteando, insisto, estilos de vida alternativos.

La caridad tiene que abarcar dimensiones más profundas de las que a primera vista podríamos sospechar. Una de ellas es su dimensión social y política. “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. Por esa razón, el amor no solo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”. (F.T. 181). En este sentido hay que apostar por avanzar y concretar la elaboración de un nuevo “contrato social” (New Green Deal: NGD).

Necesitamos, pues, potenciar y animar el compromiso socio-político de la gente para movilizarla y que sea gestora del cambio social que hoy se nos pide.

Diálogo, compromiso de amor y amistad social
Diálogo, compromiso de amor y amistad social

5º.- Recrear el potencial espiritual del cristianismo, que genera esperanza y anima al compromiso humanizador.

Ante tanto materialismo y utilitarismo impuesto en nuestras sociedades por el sistema y ante la situación vivida en la pandemia, hoy se demanda una espiritualidad de silencio, de mirarnos más a fondo y sumergirnos en el Misterio de lo que somos. La mejor manera de responder a esta demanda es ofrecer, bien y de manera atrayente, la gran experiencia de espiritualidad que tenemos desde nuestros orígenes.

La espiritualidad cristiana nos hace tomar conciencia de nuestra condición de creaturas y, por tanto, de nuestra profunda unión con todas las demás creaturas, especialmente con todos los seres humanos. Así, esta mística impide todo tipo de engreimiento y orgullo y nos interpela siempre a mantener los ojos abiertos y el corazón acogedor para comprometernos a ajustarlo todo al Proyecto liberador del buen Padre-Madre Dios. La mística cristiana siempre alienta la esperanza y anima al compromiso de transformación personal y del mundo.

Por encima de leyes, ritos, doctrinas, costumbres, tradiciones, estructuras, etc., urge cuidar y potenciar la espiritualidad y la mística derivadas de la fe en Jesús.

6º.- Trabajar por una nueva presencia de la Iglesia en el mundo.

En cada momento histórico la Comunidad creyente se ha visto en la necesidad de una renovación para hacer comprensible y encarnar el mensaje cristiano. El momento actual, que se define como de cambio de época, nos exigecon urgencia una renovación y una transformación radical de la Iglesia para mantenerse fiel a la misión encomendada, ser significativa para los hombres y las mujeres de hoy y responder a sus necesidades y retos.

Creo sinceramente que una Iglesia con las características que a continuación señalo, podrá ser significativa y relevante en los tiempos actuales:

• Iglesia encarnada, inmersa vitalmente en los distintos ambientes sociales y culturales y con clara opción por las personas empobrecidas de la tierra, lo cual la lleva a ser voz profética e instancia crítica en medio del mundo, para mantener viva la carga contracultural del Evangelio.
• Iglesia que sabe estar a la escucha de todas las necesidades de las personas y de los pueblos en los que ha de inculturarse. Por eso permanece siempre atenta y vigilante para descubrir los signos de los tiempos y darles respuesta desde el mensaje liberador de Jesús, que la empuja a comprometerse en los procesos humanizadores, emancipadores y liberadores de la humanidad.
• Iglesia del diálogo y la empatía, que va por la vida aprendiendo y compartiendo para colaborar, con todo grupo y toda persona de buena voluntad, en la consecución del bien común. Porque sabe que su mensaje siempre es propuesta e invitación, no está obsesionada con la imposición de leyes, decretos y dogmas.
• Iglesia sinodal, que se sabe Pueblo de Dios, se organiza y actúa como tal, potenciando en todos los ámbitos de lavida eclesial la corresponsabilidad y la inclusión de todos sus miembros, y renuncia a todo tipo de planteamiento monárquico, piramidal, jerárquico, patriarcal y clerical.
• Iglesia presencia viva de Jesús de Nazaret, que potencia y vive cada día más el seguimiento de su Señor y testifica intensamente la mística y la espiritualidad cristiana.

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