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Con el cardenal Osoro, en clase turista, rumbo a Roma
Son 135 (o 133, dos ya se han dado de baja por enfermedad y el cardenal Becciu, probablemente no pueda entrar en el cónclave) los elegidos para la gloria (histórica y religiosa) de nombrar al sucesor de Francisco. Y Madrid es la única ciudad-diócesis del mundo que contará con dos miembros en el club más selecto del planeta: Carlos Osoro y José Cobo.
“Es verdad. No había caído en la cuenta, pero no creo que haya otra ciudad en el mundo con dos cardenales en el cónclave”, nos comentó el cardenal Osoro, con el que viajamos este miércoles a Roma en un avión de Ita y en clase turista.
Es raro que se dé un caso así. En Roma se solía hacer todo tipo de encaje de bolillos para evitarlo. Se consideraba una afrenta a las demás diócesis mundiales. Pero, el difunto Papa Francisco siempre antepuso el bien de las ovejas y las necesidades pastorales a las normas y las costumbres clericales.
Por eso, cuando el cardenal Osoro había superado con creces los 75 años, la edad de la renuncia de los obispos, nombró para sucederle a José Cobo. Todo un golpe de efecto de Francisco, que se involucraba directamente en los nombramientos para las grandes diócesis del mundo, Madrid entre ellas.
Sabía perfectamente que la primavera en una institución tan jerarquizada solo podía llegar con arzobispos predispuestos a las reformas, es decir prelados de su cuerda.
Quizás fuese la primera vez en la historia de la Iglesia que la jerarquía se sumaba al aggiornamento querido y urgido por las bases. Y, para eso, el Papa necesitaba reclutar para la causa a los líderes de los episcopados del mundo. Y la mejor y más rápida manera de hacerlo era colocando a sus peones en los puestos episcopales claves de cada país.
Y, en España, el arzobispado de Madrid es históricamente toda una referencia, con arzobispos llamados a ocupar la presidencia de la CEE y a liderar el episcopado del país.
José Cobo, entonces un simple obispo auxiliar, se vio catapultado de la noche a la mañana a la sede arzobispal madrileña. Nadie se lo esperaba. El Papa siempre rompía quinielas, sobre todo las de los carteristas.
Y, para que no quedase duda alguna de quién iba a ser a partir de ese momento su hombre de confianza en España, a los tres meses nombra cardenal a Cobo. ¡Nada menos y de golpe! Para provocar llanto y crujir de dientes entre el sector más conservador, que, desde entonces, despechado, le llama el “meteorito”.
Pero se dio otra coincidencia: que Cobo tenía tan solo 58 años y el pontificado de Francisco iba llegando a puerto. Al final, las cosas se precipitaron y Francisco murió el pasado lunes de Pascua con los botones de caminante de Dios puestos.
Y el cardenal Osoro, el peregrino como le llamaba Francisco, lloró por su amigo y realizó que la Providencia le ofrecía la oportunidad de entrar en el cónclave para elegir al sucesor. Exactamente, por 24 días. El Papa murió el 21 de abril y Osoro cumple 80 años el 16 de mayo. Los hay con suerte y con ánimo para asumir esa tremenda responsabilidad.
Sonriente, como siempre, lo encontramos en el avión de Ita, con su sencillez y su empatía habituales. En un vuelo repleto de gente normal, que va a Roma a rendir el último tributo al papa de los últimos. Y también algunas caras conocidas: Fran Otero, director de Ecclesia, el obispo emérito de Segovia, César Franco o el carmelita descalzo David Jiménez. Y, por supuesto, el cardenal Osoro. Que el Espíritu le asista, monseñor, en esa difícil tarea de encontrar sucesor a un Papa único e irrepetible como Francisco.
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