El vicario de pastoral de Getafe escribe una semblanza de Manuel García Barrio Así era Manolo, el cura de Móstoles fallecido por coronavirus: “Al sagrario le podrá faltar flores, pero ningún pobre se va sin comida”

Manolo García Barrio
Manolo García Barrio

"En la diócesis naciente Manolo era un sacerdote al que había que escuchar, y un hombre de comunión, construyendo diócesis, en esos años se le encomendó la formación pastoral de algunos seminaristas"

Al inicio de la diócesis, cuando solo era un proyecto de futuro la nueva diócesis  de Getafe, algunos jóvenes nos reuníamos para empezar un camino de salida de nuestras parroquias y de ir haciendo comunidad  diocesana, oí  por primera vez el nombre de Manolo unido a un proyecto de jóvenes que él inicio, años atrás en Madrid. En la diócesis naciente Manolo era un sacerdote al que había que escuchar, y un hombre de comunión, construyendo diócesis, en esos años se le encomendó la formación pastoral de algunos seminaristas.

Con el paso de los años y ya como sacerdote pude compartir alguna reunión con él, era una persona que respetaba a las personas, aunque tuviera su propio pensamiento y su forma de ver la realidad, nunca la impuso, era capaz de ver todo lo bueno que había en las personas y eso le hizo trabajar con cualquier compañero que llegaba al arciprestazgo de Móstoles, pero también a su parroquia, que siempre estuvo con las puertas abiertas a cualquier compañero que era enviado a trabajar junto con él, era tenido como compañero por encima de ser un gran párroco.

Como sacerdote trabajó mucho con jóvenes, intentando acompañarlos en su descubrimiento de lo que Dios quería para cada uno de ello, sin imponer ni marcar el camino a ninguno.

Su parroquia tenia clara la preferencia por los pobres, y educó a su comunidad que la Caridad ocupara un lugar importante todo aquello que tenía que ver con Caritas y los pobres. Solía decir que “al sagrario le podrá faltar flores pero ningún pobre se va sin comida”.

Una de las cosas que he oído de él, y que me gustaría vivir como sacerdote, de su huida de protagonismo, trabajaba como uno más, codo con codo, pero a la vez era una columna fundamental para la comunidad. Y en ese trabajar se desvivía en todo momento por su comunidad que la sentía como familia.

Como sacerdote vivió la fraternidad sacerdotal, era hermano de cada compañero, dispuesto a escuchar y aprender, cómo tender la mano a cualquier compañero, no le era necesario hablar de la fraternidad sacerdotal, sino que la vivió toda su vida.

Esto seguro que se ha unido al grupo de sacerdotes que han dado la vida en esta periferia que es el sur de Madrid, sacerdotes que llegaron jóvenes a donde nadie quería ir y trabajaron hasta dar la vida, han estado tan metido en medio de su pueblo y oliendo a oveja que han muerto junto a ellos.

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