"No voy a aceptar mini-sterios tapaagujeros y apaga incendios" Migajas y más opresión… Eso no era lo que pedíamos

Christina Moreira, oficiando
Christina Moreira, oficiando

"Sé que muchos y muchas han salido hoy a celebrar tan grande concesión. Otras estamos perplejas por el doble lenguaje"

"¿Por qué se necesita desclericalizar los ministerios, justo ahora que se incluyen a las hembras?"

"A la petición de igualdad se responde con discursos sobre los males de la clerecía, que, digámoslo abiertamente, no son imputables a las mujeres que suelen ser más bien sus víctimas"

"Las mujeres que estamos en esta Iglesia no hemos elegido ese sistema de gobierno, y me atrevo a decir que ni Dios lo aprueba"

"Yo, una mujer, por género y sexo, casada y madre, discípula de Cristo y bautizada, he celebrado ayer domingo la eucaristía, mano a mano con mi esposo también presbítero"

Acaba de caer la noticia, cual milagro, causando estruendo de gente súbitamente alegre y agradecida y, en otros foros, doy fe, indignación y frustración incluso. El papa, por iniciativa propia, él solo y porque así lo decretó (decreto de Motu proprio Spiritus Domini) decidió modificar el derecho canónico con la fórmula siguiente : "Los laicos que tengan la edad y los dones determinados por decreto de la Conferencia Episcopal podrán ser asumidos establemente, mediante el rito litúrgico establecido, en los ministerios de lectores y acólitos; sin embargo, tal atribución no les da derecho al sustento ni a la remuneración por parte de la Iglesia".

Aclara previamente que se trata de poner «a la disposición de la comunidad y su misión de forma estable» los carismas que «el Espíritu del Señor Jesús, fuente perenne de la vida y misión de la Iglesia, distribuye a los miembros del Pueblo de Dios… ». Todo ello está ordenado «contribuir a la edificación de la Iglesia y al anuncio del Evangelio ».

Observemos el texto. Después de declarar «que estos ministerios laicos, al estar basados en el sacramento del Bautismo, pueden ser confiados a todos los fieles idóneos, sean de sexo masculino o femenino» se usa la nulamente inclusiva palabra «laicos» de género masculino en nuestra lengua y otras que diferencian ortográficamente los géneros. El lenguaje contradice la intención y ofende.

Los dicasterios consultados debidamente no recomendaron cuidarlo, aunque solo fuera por una vez. Lo que no se nombra no existe, no es una mera teoría feminista, procede de la misma Biblia, todo lo que existe fue creado por Dios nombrándolo. En nuestra tradición, la palabra es Palabra y es Dios mismo. Esto no es teoría del género, es Escritura Santa. Nombremos al ser humano “varón y hembra”, imagen divina, dignidad divina de hijas e hijos, por el bautismo y Santa Voluntad de su Creador.

María

El texto enfatiza el origen divino de los carismas en las personas y su destino para bien de la Iglesia y del Evangelio, para, a continuación, constituir dos ministerios que implican funciones que ya ejercían mujeres previamente. Es sabido que en muchas diócesis todavía prohíben a las mujeres pisar el presbiterio, servir el altar o distribuir la comunión, y bueno será que a partir de ahora cesen estas prácticas. Pero nos preguntamos por qué se necesita desclericalizar los ministerios, justo ahora que se incluyen a las hembras.

La desclericalización es una temática muy recurrente en el discurso del papa y preocupación importante, así me lo confirmó su nuncio en París, con el que me entrevisté recientemente. Alabo ese propósito pero no termino de entender por qué se trae a colación precisamente cuando proponemos que se abran todos los ministerios para toda la prole de Dios. A la petición de igualdad se responde con discursos sobre los males de la clerecía, que, digámoslo abiertamente, no son imputables a las mujeres que suelen ser más bien sus víctimas.

Merece la pena observar que se mezclan dos elementos que no se relacionan, como si alguien te pide un vaso de agua y le comentas que mejor se afloje los cordones de los zapatos. Propongo que se consideren ambos temas por separado. Hablemos de igualdad, de dignidad humana, y, por otra parte, hablemos de la clericalización.

Igualdad en la Iglesia

Las mujeres que estamos en esta Iglesia no hemos elegido ese sistema de gobierno, y me atrevo a decir que ni Dios lo aprueba. Con ese mal en sus entrañas, el organismo eclesial, labrado palmo a palmo durante siglos con sangre de mártires y mucho trabajo por el Evangelio, se está autodestruyendo porque lo que ahora suena es el llanto de los infantes, los suspiros de las esposas ocultas, los lamentos de quienes queremos amar a nuestra Iglesia y nos dejamos la piel en ello porque nos avergüenzan por doquier. Aprendimos a no avergonzarnos de la cruz de Jesús pero no sabemos qué hacer con la vergüenza por tanta traición hacia quienes él más protegió: los y las más pequeñas.

Mientras tanto, este contingente virgen de culpa, capaz todavía de dar testimonio del Maestro de Nazaret y de cavar más la tierra para plantar las semillas de su Reino, ese contingente de humanas generosas y capaces de fe inquebrantable y sacrificios por ella, es despreciado. Los carismas, cuando lucen en ellas, se han de ceñir a lo que manda el código canónico. ¿No quedamos en que son don del Espíritu? ¿Será que el Código dicta al Espíritu su reparto de dones y se encarga de discernir cuales aprovechar y cuales echar a los cerdos? Las mujeres y el resto de colectivos excluidos que sufren de las mismas penalidades, como el colectivo LGBTI, reciben carismas, vocaciones, talentos y riquezas ¿era preciso recordarlo? Conforme a la voluntad del Espíritu Santo y no los vamos a enterrar. Haré uso de alguno que ha caído en mi parte de heredad.

Oráculo del Señor: las hijas del Rey del universo no quieren soportar más el oprobio de ser tratadas como indigentes a quienes tirar algunas migajas para tenerlas contentas. No somos niñas que contentar tirándonos unos pocos caramelos, léase comisiones, una tras otra para comprobar que nuestras antepasadas en la fe sirvieron a sus comunidades como diaconisas, presbíteras o epíscopas, y verificarlo sin que se verifiquen las consecuencias. Todo es nuestro, y eso es lo que queremos y algunas ya hemos tomado.

Mujeres en la Iglesia

Porque “para ser libres nos libertó Cristo” y porque su sangre corrió igualmente para ellos que para ellas, no queremos que se nos siga inculcando la cultura del permiso patriarcal. Lejos de mí la más remota intención de juzgar al papa Francisco, como ser humano, quiero creer que hace lo que su conciencia mejor le dicta. Pero nosotras también tenemos conciencia y palabra, igualmente inspirada por el Espíritu y la teología. Somos adultas que sabemos ocupar nuestros lugares en el mundo desde hace decenios. Ya solo parece que falta la Iglesia romana por darse cuenta.

Aun cuando podamos leer en este texto la voluntad de reconocer la igual dignidad de bautizados y bautizados, interroga seriamente la escasez de los efectos. ¿Qué hay de otros ministerios? Nuestros bautismos son iguales, pero la Carta apostólica se esfuerza por reforzar, de un modo un tanto alambicado y rozando la incoherencia, la diferencia aparentemente insalvable entre los ministerios que pueden ostentar la gente laica (pueblo de Dios raso, de « condición común ») y la gente ordenada que hayan « recibido en el sacramento del Orden », es decir, exclusivamente varones heterosexuales y solteros (c. 1024 y siguientes).

Sé que muchos y muchas han salido hoy a celebrar tan grande concesión. Otras estamos perplejas por el doble lenguaje. Somos mujeres de Iglesia, mujeres de fe y mujeres de Dios, están ahí mis compañeras de Toutes Apôtres, el movimiento que ya se está extendiendo, mis hermanas presbíteras de la ARCWP…. Y unas cuantas que siguen atrapadas en las trampas patriarcales por simpatía a un varón vestido de blanco ante quien abdican sus propias voluntades en lugar de apoyarlo con franqueza, sincero diálogo y controversia si se tercia, en fratersororidad lúcida. La sumisión no aporta nada, es un espejismo creer que pacifica, es un error creer que callar y obedecer construye hogar. A largo plazo es caldo de abusos e infelicidad.

Presbíteras católicas romanas

Abogo por apoyar a Francisco y a cualquier hermano o hermana en la fe con mi palabra sincera y aun amorosa, pero no con sumisión incondicional. Esa solo se la ofrecí entera a Dios y no queda ni una gota para los mortales. Abogo por que nos escuche, por que conteste a la larga carta, respetuosa y cordial, que le remití por intermediario de su nuncio en París, en octubre del pasado año. Sin diálogo no hay comunicación, y sin él es difícil la comunión y el amor. Estoy aquí para lo que necesite, pero de hermano a hermana. ¡Qué necesidad de hablar, cuánto tiempo perdido por callar, por no escucharnos, como ocurre en los matrimonios infelices, en esta Iglesia nuestra!

Por mi opción de solicitar y recibir un sacramento que la institución patriarcal católico romana, antigua y lenta cual galápago, prohíbe por ley interna a las mujeres, la mitad de su membresía por solo eso, por ser mujer, he pagado algún que otro tributo y recibido gracias incontables. Las suficientes para comprobar que merece la pena tomar conciencia de lo que lo que nos perdemos las mujeres, cada vez que se pierde una imposición de manos, una unción… es indescriptible… es de llorar. En lugar de dispensarlas con cuentagotas, por qué no multiplicarlas, también para el lectorado, el acolitado, el florecimiento, el canto y la música… el profesorado…consagremos sin descanso para crecer y multiplicarnos en lugar de restar.

Presbíteras católicas

Yo, una mujer, por género y sexo, casada y madre, discípula de Cristo y bautizada, he celebrado ayer domingo la eucaristía, mano a mano con mi esposo también presbítero, y sí, con el Señor, con su Madre María de Nazaret, ella siempre está… y con la maravillosa comunidad Home Novo (A Coruña) que me eligió para ser presbítera y también en comunión con las casi 300 presbíteras de la asociación RCWP-ARCWP y sus comunidades que ya cuenta el planeta.

No estoy sola, no soy autorreferente. Pero nada más y nada menos que una hija del Altísimo y de la humanidad, pequeña y pecadora, lo garantizo, pero estoy en pie, adulta y digna. No voy a agradecer limosnas, todos los tesoros de mi Padre son míos. No voy a aceptar mini-sterios tapaagujeros y apaga incendios, para que el clero se pueda dedicar con más holgura a perennizar el sistema clerical que, contradictoriamente, se pretende erradicar… no me engañan, y no estoy agradecida. Eso no es lo que pedí, no es lo que me pide el Señor.

Como colofón pronostico que un día nos reiremos de estos bretes, que alguien dirá “hay que reintegrar a estas mujeres en la comunión (como si alguien fuera capaz de privarnos de ella)” como están haciendo con el cantador de verdades como puños llamado Lutero, varios cientos de años después. No seamos necios… estamos a tiempo de no hacer el ridículo, de aprovechar todas las buenas voluntades para levantar la tienda del Encuentro otra vez, de reconocernos en Su Rostro como iguales y reunirnos a partir el pan como hermanas y hermanos. Y lo sé, es urgente, por la justicia, porque no sobra amor en la tierra y porque arrecian vientos nefastos. Hacemos falta todas.

Christina Moreira

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