"El horizonte no es el cielo" Miren aquí abajo…como Yo. Estoy con ustedes

MDejar de mirar hacia arriba
MDejar de mirar hacia arriba José María Rodríguez Olaizola

"Gusta mirar hacia arriba, es mucho más seguro y placentero. Gusta lo brilloso y luminoso. Gusta una religión que tenga que ver con lo celestial (que ni conocemos, pero lo inventamos e imaginamos), con lo espectacular y poderos"

"Pronto nos hemos olvidado de la presencia de Jesús entre nosotros como lo prometió… eso de ver y andar por 'la tierra' como Él lo hizo, no tiene mucha luz, más bien calvario y cruz"

"Dejar de mirar hacia arriba es centrar nuestras acciones en las personas, más que en la eficiencia laboral, organizacional, ser más hermanos que expertos y funcionarios de una estructura eclesial, o educativa. Ir a la persona, como Jesús lo hizo"

"Mirar hacia abajo es descubrir el corazón y visitar la casa –la vida- de aquel nuevo Zaqueo, sin ninguna condición previa, y dejar que Su amor, como entonces, mueva"

Hech. 1, 9-11 “Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»   Mc. 16,20 “Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba el mensaje con los milagros que lo acompañaban”.

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Miren aquí abajo…como Yo. Estoy con ustedes.

Gusta mirar hacia arriba, es mucho más seguro y placentero. Gusta lo brilloso y luminoso. Gusta una religión que tenga que ver con lo celestial (que ni conocemos, pero lo inventamos e imaginamos), con lo espectacular y poderoso. 

SEGUIR LAS HUELLAS DEL MAESTRO – SEGUIR A JESÚS (Lc 9, 51-56) - La Compañía  de María, Madre de los Sacerdotes

Y pronto nos hemos olvidado de la presencia de Jesús entre nosotros como lo prometió. Pronto nos olvidamos de que, para llegar a estar con Él, hay que vivir como Él y aquello que Él nos modeló e indicó. Lo preferimos fuera de nuestra realidad, porque de otra manera, eso de ver y andar por “la tierra” como Él lo hizo, no tiene mucha luz, más bien calvario y cruz

Mirar hacia abajo, dejar de mirar hacia arriba. Mirar desde mi propia debilidad que me cuesta aceptar. Mirar hacia abajo, dejar de mirar hacia arriba, es sentarme a la mesa con aquellas y aquellos que, de cielo y brillo, poco tienen, y más, de frente a la pulcritud religiosa, dogmática, ritual y clerical.

Dejar de mirar hacia arriba, es mirar a los ojos de un joven migrante, de una pareja gay, de una mujer casada por segunda vez, de un niño hambriento, de un gazatí, del no binario ganador de un premio, de aquella y aquel que no se acomoda al “sagrado sábado”…para compartir la vida, el alimento, con ella y con él. 

Mirar hacia abajo, es descubrir el corazón y visitar la casa–la vida- de aquel nuevo Zaqueo, sin ninguna condición previa, y dejar que Su amor, como entonces, mueva. 

Dejar de mirar hacia arriba, es centrar nuestras acciones en las personas, más que en la eficiencia laboral, organizacional, ser más hermanos que expertos y funcionarios de una estructura eclesial, o educativa. Ir a la persona, como Jesús lo hizo. Mucho más entre la gente que en esos templos estructuras que de vida y de auténtica misericordia muy poco tienen muchas veces. 

El horizonte no es el cielo, el horizonte es, entonces la cruz, y nos asusta. Aquellos profesionales de la “religión”, como al Maestro, nos expulsarán, pero Sus Palabras, serán nuestra luz: “Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20); “…el Espíritu Santo…los llenará de fortaleza, y serán mis testigos” (Hech. 1,8).

Seremos sus testigos mirando la tierra, con la confianza de Su presencia, que, a su tiempo, nos llevará al cielo.

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