"Los tiempos monjiles han cambiado. Pero no tanto como debieran y aparentan" Monjas 'cum laude'

Monjas
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"Hay monjas que no solo académicamente, sino por aclamación popular, adquirieron ya el sobre título de 'cum laude', en su comportamiento religioso y cuentan con títulos académicos sobrados"

"Los 'cum laude' los reparten los lectores, oyentes, televidentes y las empresas del sector, más bien las no confesionales y católicas se disputan sus firmas e intervenciones personales"

"Es de esperar que ineludiblemente, Iglesia y mujer se integren cuanto antes, y con todas sus consecuencias canónicas"

"Monjas sí y 'cum laude', para teólogas, escritoras y escribidoras de artículos religiosos. Monjas 'cum laude' que substituyan lo antes posible a varones, en la docencia y en la decencia de la singladura jerárquica, sin limitaciones canónicas"

"Al tiempo no hay quien lo detenga, aunque la siguiente noticia dé que pensar: El diario vaticano 'L´Osservatore romano' vuelve a denunciar la explotación de monjas 'en altas instancias o prelados', exigiendo protegerlas de 'abusos sexuales, económicos y físicos'"

En virtud de santa y de ciega obediencia, en los tiempos de mi noviciado me exigieron más de una vez que limpiara y acondicionara la escalera principal de abajo a arriba y no de arriba abajo, tal y como las leyes físicas, de la gravedad, parecen demandar y demandarán por los siglos de los siglos… Sé que a una compañera, le mandaron plantar las lechugas de la huerta, con la raíz hacia arriba…

De este y de tantos otros episodios similares, no son demasiados los años transcurridos. Las monjas –“mujer que pertenece a una orden o congregación religiosa “- protagonistas de estas historias, “colgaron los hábitos, después de larga y meditada reflexión, y, en su día, optaron por casarse, pero “por la Iglesia”.

Los tiempos monjiles han cambiado. Pero conste que no tanto como debieran y como aparentan. Las monjas siguen siendo monjas y los monjes, monjes. Y los curas, también. Por supuesto, y de modo espectacular, los señores obispos, tal y como fueron, y siguen siendo, “fabricados” por la Curia Romana. Laicos y laicas les acompañan a todos en procesión tan ilógica y, en ocasiones, hasta “contra naturam”.

Pero hay monjas que no solo académicamente, sino por aclamación popular, adquirieron ya el sobre título de “cum laude”, en su comportamiento religioso, sobre todo entre quienes, con sus nombres, apellidos y siglas, aparecen en los medios de comunicación con cierta y fervorosa frecuencia.

Matriculadas en los centros universitarios y en las especialidades de las Ciencias Sagradas -también de las otras- cuentan con títulos académicos sobrados como para decorar las paredes de sus celdas y más, rebasando, por ejemplo, las de los despachos de los señores obispos, de quienes, por supuesto, dependerá la concesión del “placet” canónico para la posible docencia por parte de ellas.

Hay teólogas que adoctrinan, enseñan, escriben artículos … exactamente igual, o mejor, que los mismos teólogos. Los “cum laude” los reparten los lectores, oyentes, televidentes y las empresas del sector, más bien las no confesionales y católicas se disputan sus firmas e intervenciones personales.

Y es que la monja, y además y por mujer, da la fácil y firme impresión de ser y estar más capacitada que el varón para la enseñanza, en general, y de modo eminente para la teológica. Y no solo con el verbo y la sensibilidad, sino con el ejemplo y el compromiso.

Los tiempos, también los religiosos, católicos y apostólicos, van cambiando, aunque no todo lo que debieran, ni en la proporción y prisas “que fuera menester”, por lo que respecta a la mujer en la Iglesia. Es de esperar que ineludiblemente, Iglesia y mujer se integren cuanto antes, y con todas sus consecuencias canónicas. La Iglesia -curas y obispos- deberán prepararse para entonar el “mea culpa”, con dolor de corazón y justas y generosas dosis de humildad y vergüenza.

Y es que la Teología, con la interpretación de la Sagrada Escritura, sigue siendo aterradoramente machista. Heterodoxa y, en ocasiones, atea o, al menos, pagana. El tratado de los Novísimos, con inclusión del infierno y del cielo, pensado y redactado por mujeres, que no por hombres, por teólogos y santos que sean y se proclamen, diferiría mucho, y en beneficio de la Iglesia, de la sensatez y hasta de la humanidad. La teología es machista, en la Biblia, desde el Pentateuco hasta el Apocalipsis. Y no solo por los malos tratos que en ella recibe la mujer por mujer, sino por la imposibilidad -al menos cultural- que tendrán que seguir padeciendo, por aquello de la “infalibilidad” y de sus defensores a ultranza…

La imagen, actividad, esencia y presencia de Dios, estudia por el hombre, tal y como prevalentemente ha acontecido y acontece, difiere en gran proporción y manera de los ofrecerían las mujeres. El Dios-Jesús de santa Teresa de Ávila dista leguas y leguas del Dios de cualquiera de la escuelas teológicas de la Salamanca de su tiempo, con excepción del de sus amigos San Juan de la Cruz y Fray Luís de León.

Monjas sí y “cum laude”, para teólogas, escritoras y escribidoras de artículos religiosos en los medios de comunicación social, con predilecta y elogiosa referencia a RD. Sí a la monja universitaria en Ciencias Sagradas. Monjas “cum laude” que substituyan lo antes posible a varones, en la docencia y en la decencia de la singladura jerárquica, sin limitaciones canónicas, mientras que precisamente por falta de varones, pueblos y pueblos, también en España, carecen ya de la celebración de la Eucaristía.

Pero al tiempo, “cum laude”, o sin tal calificación monjil, no hay quien lo detenga, aunque la siguiente noticia dé que pensar:

El diario vaticano “L´Osservatore romano“, en su suplemento mensual “Donne, Chiesa, Mondo” (Mujer, Iglesia y Mundo) vuelve a denunciar la explotación de monjas “en altas instancias o prelados”, exigiendo protegerlas de “abusos sexuales, económicos y físicos”, en el contexto del síndrome de “burnout” o de “trabajo agotador”.

Y es que siempre, en ámbitos y ambientes, precisamente los religiosos, están más necesitados de toneladas de incienso, lo que justifica el frecuente uso purificador de sus artefactos respectivos.

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