"Esta jornada debe de ayudarnos a tomar conciencia social ante este drama humano" Fernando García Cadiñanos: "Parece mentira, pero la esclavitud hoy sigue existiendo en forma de trata"

Trata
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"Y es el drama que hoy siguen sufriendo miles de personas, fundamentalmente mujeres y niñas,  que están sometidas a múltiples formas de explotación y a la esclavitud doméstica, sexual y  laboral"

"Las  religiosas Oblatas, que han estado con nosotros en Ferrol durante los últimos 115 años, nos han  ayudado a sensibilizarnos en ese sentido. Gracias por vuestra tarea silenciosa y escondida"

"Dar dignidad a cada persona que nos encontramos, y especialmente a las personas vulnerables,  nos eleva como sociedad"

Cada 8 de febrero, la Iglesia nos invita a celebrar una Jornada de Oración y Reflexión sobre  la Trata de Personas. Lo hace al celebrar la memoria de santa Josefina Bakhita, una santa  africana que padeció la esclavitud. A mediados del siglo XIX esta mujer sudanesa fue capturada y vendida varias veces sufriendo violencia por diferentes señores. Finalmente, al  servicio de sus amos italianos, descubrió el cristianismo, que sintió fundamentalmente como un  encuentro con un amor más grande y entrañable que, por primera vez, la trataba con la  dignidad que merecía. 

Parece mentira, pero la esclavitud hoy sigue existiendo en forma de trata. La trata de personas  consiste en “reclutar, trasladar, desplazar, ocultar o recibir personas por medio de amenazas,  uso de la fuerza u otras formas de coacción, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder o de  una situación de vulnerabilidad, así como el acto de dar o recibir cualquier tipo de retribución o  beneficios con el fin de conseguir el consentimiento de una persona que tenga dominio sobre  otra con el propósito de explotarla”. 

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Y es el drama que hoy siguen sufriendo miles de personas, fundamentalmente mujeres y niñas,  que están sometidas a múltiples formas de explotación y a la esclavitud doméstica, sexual y  laboral. Está claro que son objeto de esta injusticia a causa de la vulnerabilidad, la marginación  y el empobrecimiento en el que viven en muchas ocasiones. 

Esta jornada debe de ayudarnos a tomar conciencia social ante este drama humano. Hay que  dar voz y visibilizar la situación de violencia en la que estas personas se encuentran. Las  religiosas Oblatas, que han estado con nosotros en Ferrol durante los últimos 115 años, nos han  ayudado a sensibilizarnos en ese sentido. Gracias por vuestra tarea silenciosa y escondida.  Queda vuestra obra que permanece y acompaña integralmente a las mujeres que quieren salir  de esa situación en la que se encuentran. 

Este día es una invitación a caminar por la dignidad de toda persona que nunca puede ser  utilizada para el placer, el deseo, el interés, el beneficio, el egoísmo de ninguna otra persona.  Todos tenemos una dignidad, un valor incalculable que nos impide ser tratados como meros  objetos, que nos eleva de la vulgaridad de las cosas y nos vacuna de toda tentativa de  cosificación. En ese sentido hay mucho que trabajar cuando se constata que el consumo de  prostitución es de gente cada vez más joven; cuando la violencia de género está establecida y  extendida; cuando el individualismo nos impide vivir la comunión y la relación; cuando los  patrones de relación entre sexos están marcados en muchas ocasiones por el poder…

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Dar dignidad a cada persona que nos encontramos, y especialmente a las personas vulnerables,  nos eleva como sociedad. Conseguiremos dar dignidad cuando seamos capaces de tener ojos  abiertos que nos permitan reconocer junto a nosotros los procesos que llevan a las personas a  trata; de caminar con un corazón atento para descubrir caminos de cuidado e inclusión de las  personas; de poner nuestras manos al servicio de acciones que busquen promover la lucha contra  la trata de personas; de empeñarnos en construir una cultura del encuentro, una Iglesia casa de  todos, hospital que acoge a los más vulnerables. 

En la fe cristiana encontramos una fuerza grande para luchar contra la trata: la dignidad que  tenemos al descubrirnos como hijos de Dios nos lleva a tratarnos siempre como hermanos, a  contemplar en el rostro del herido la presencia sacramental del mismo Cristo, a denunciar toda  injusticia. “La violencia que sufre cada mujer y cada niño es una herida abierta en el cuerpo de  Cristo, en el cuerpo de toda la humanidad, es una herida profunda que también nos afecta a  cada uno de nosotros” (Papa Francisco).

Os animo a que nuestra Iglesia diocesana no esté al  margen de esta realidad terrible de la trata que vive mucho más cerca de nosotros de lo que  pensamos, aunque sea invisible. Ojalá nuestra Iglesia promueva una cultura de la dignidad que  nuestro mundo tanto necesita. 

Vuestro hermano y amigo. 

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