"Ningún obispo puede crear un Instituto Juan Pablo II a su imagen y semejanza" Monseñor Vincenzo Paglia: "La Iglesia nunca dirá sí a la eutanasia ni al suicidio asistido"

Vincenzo Paglia
Vincenzo Paglia

"Nos proponemos favorecer el crecimiento de una sensibilidad o, mejor, de una cultura del cuidado frente al peligro de una cultura del descarte, que es el terreno fecundo para la eutanasia y para el suicidio asistido"

"La muerte digna no es la que acorta la vida. La muerte digna es dejar vivir y acompañar al que está pasando por los últimos momentos de su existencia con la oración, cogiéndolo de la mano, mostrándole afecto"

"Los Estados promueven la eutanasia por ceguera cultural. Estoy absolutamente convencido de que lo que está pasando es que prima un falso concepto de dignidad, de libertad y de autonomía"

"La familia es la realidad que más sostiene a la sociedad. Si la sociedad se ha debilitado, es porque también se han debilitados los vínculos familiares. Restaurarlos es el gran reto del Instituto para la Familia Juan Pablo II"

Desde que se hizo cargo del Pontificio Consejo para la Familia, monseñor Vincenzo Paglia (BOv ille Ernica, 1945) está apostando por recuperar en positivo (y sin condenas) la defensa de la familia y de la vida. En ese sentido, proclama que "la muerte digna no es la que acorta la vida" y asegura que los Estados "promueven la eutanasia por ceguera cultural". Por eso, asegura, rotundo, que "la Iglesia nunca dirá sí a la eutanasia ni al suicidio asistido". Impulsor de la renovación del Instituto Juan Pablo II para la Familia, que acaba de inaugurar en Madrid, junto al cardenal Osoro, advierte al obispo de Alcalá, monseñor Reig, que amenazó con abrir un centro por su cuenta: "Ningún obispo puede crear un Instituto Juan Pablo II a su imagen y semejanza".

Monseñor, acaba de presentar un Congreso sobre cuidados paliativos, lo cual quiere decir que el Vaticano considera que se trata de una cuestión muy importante.

Sí, se trata de un congreso sobre cuidados paliativos, organizado por la Academia Pontificia para la Vida, la Cumbre Mundial de Innovación para la Salud (WISH) de Qatar y un conocido periódico científico inglés, el British Medical Journal (BMJ). El tema de los cuidados paliativos es fundamental en este momento en las tareas de la Academia pontificia para la Vida.

¿Qué se propone con esta iniciativa?

Nos proponemos favorecer el crecimiento de una sensibilidad o, mejor, de una cultura del cuidado frente al peligro de una cultura del descarte, que es el terreno fecundo para la eutanasia y para el suicidio asistido. En este sentido, la prospectiva de los cuidados paliativos, que tiene en cuenta no sólo al enfermo, sino también a su familia en los momentos finales de la vida, es una de las prospectivas más urgentes en la sociedad contemporánea.

¿Por qué?

Porque aumenta el número de ancianos, aumentan las enfermedades crónicas, aumenta, por lo tanto, la esperanza de vida. Si todo eso se queda sumido en un horizonte de soledad, se torna algo terrible, un auténtico infierno.

Papa y un enfermo

De ahí la importancia de los cuidados paliativos

Efectivamente. De ahí la importancia de promover los cuidados paliativos, para cuidar a los enfermos 360 grados, incluido el aspecto espiritual, humano, social y familiar. Por eso creemos que esta prospectiva es una opción de humanidad, para hacer que los últimos tiempos de nuestra vida terrena no sean tiempos de dolor ni de abandono, sino tiempos en los que el dolor pueda ser incluso derrotado y, sobre todo, el acompañamiento pueda ser real y efectivo.

Cuando la Iglesia se pronuncia de esta forma, algunos la acusan de oponerse a la muerte digna.

La muerte digna no es la que acorta la vida. La muerte digna es dejar vivir y acompañar al que está pasando por los últimos momentos de su existencia con la oración, cogiéndolo de la mano, mostrándole afecto, acariciándolo y sin dejarlo solo. Porque ésta es la dignidad. La dignidad no es gozar de buena salud, porque nadie goza de una salud perfecta. Cuando no nos duele el estómago, nos quejamos de las muelas...Por eso, cuando estamos enfermos, no por eso tenemos menos dignidad. La dignidad es tenderse la mano siempre. Es decir, que no existe una dignidad sólo individual. La dignidad es estar unos al lado de los otros, queriéndonos bien, perdonándonos, cuando hay problemas. La dignidad es la fraternidad humana.

¿Qué le dice a los que proponen que, llegado un momento determinado de la vida, alguien, en su plena conciencia pueda decidir poner fin a su vida?

Pues que lamento que haya personas que se suiciden. Para mí, el suicidio es una derrota de la sociedad, porque el suicidio es siempre una petición de amor inatendida o puede ser también una respuesta inapropiada a la demanda de amor de otra persona. Tenemos que estar atentos, porque al que decide quitarse la vida, podemos convencerlo de que es importante para nosotros y para otras personas. Y no es válido ni honrado decir aquello de 'yo ya no aguanto más'.

No a la eutanasia

¿Por qué los Estados no ven esto?

Los Estados no pueden hacerlo todo.

Pero, ¿por qué promueven la eutanasia?

A mi juicio, por ceguera cultural. Estoy absolutamente convencido de que lo que está pasando es que prima un falso concepto de dignidad, de libertad y de autonomía. Tenemos que trabajar, pues, para que todos podamos vivir las auténticas relaciones, que son indispensables parea una vida en plenitud.

¿La Iglesia nunca va a decir sí a la eutanasia?

La Iglesia nunca dirá sí a la eutanasia ni al suicidio asistido. Porque nosotros decimos sí al amor. La Iglesia no puede hacerle el juego sucio a la muerte. ¡Que lo haga la muerte! Nosotros tenemos otro trabajo que hacer. Es verdad que no podemos impedir que la muerte haga su recorrido, pero acelerarlo, no. No podemos, porque estaríamos atentando contra lo humano y también contra Dios. En este sentido, tenemos que descubrir la belleza del estar juntos, la belleza de mantenernos unidos. De esta forma, se derrota al miedo a la soledad, a sufrir y, por lo tanto, a ese falso deseo de querer quitarse la vida.

Y, sin embargo, cada vez hay más gente sola, sobre todo en las grandes ciudades.

Por eso digo que se trata de una derrota de la sociedad. Y, por eso, digo también que deberíamos estar muy preocupados por la soledad que reina en nuestras ciudades. Y no se trata sólo de un problema de los gobernantes o de los legisladores. Es un problema de todos, incluida la Iglesia.

Anciano

¿En qué sentido es un problema también de la Iglesia?

Porque, puede pasar a menudo que en la Iglesia haya una vivencia individualista del cristianismo, en la que cada cual sólo piensa en salvar su alma. Esto no es Evangelio. Nos tenemos que salvar juntos, como pueblo. El que piensa sólo en sí mismo no es cristiano. Este virus individualista, que está infectando incluso al cristianismo, es algo terrible. Y, por eso, se preguntaba el Papa Benedicto: '¿Cómo es posible que los cristianos piensen que se pueden salvar solos?' Ése es un examen de conciencia que tenemos que hacer. Porque podemos estar pensando que, con esta actitud, estamos viviendo una supuesta espiritualidad, que, en realidad, no es tal.

¿La familia goza de buena salud? En España, por ejemplo, la familia ha servido de amortiguador a la crisis económica.

En todas las encuestas de los últimos años se constata esto: que la familia (padre, madre, hijos) es la realidad que más sostiene a la sociedad. Si la sociedad se ha debilitado, es porque también se han debilitados los vínculos familiares. A mi juicio, hace falta una reflexión teológico-espiritual sobre la familia, entendida en todas sus articulaciones y vínculos. A menudo nos hemos dedicado a reflexionar sólo sobre el hombre y la mujer, el marido y la esposa. Y sobre este tema hemos escrito ríos de tinta. En cambio, se ha escrito poco sobre la fraternidad, sobre la sororidad, sobre la relación con los ancianos o con los familiares. O sobre la tarea social de la familia, para crear una sociedad más familiar. Éste es uno de los mayores retos que tiene ante sí el nuevo Instituto para la Familia Juan Pablo II.

Inauguración del Instituto Juan Pablo II en Madrid

¿Se han terminado los problemas en el Instituto para la Familia Juan Pablo II?

Se han terminado algunos problemas que, a mi juicio, eran pretenciosos. Ahora, comienza para el Instituto el gran reto de cómo promover una cultura amplia de la familia en relación con la Iglesia y con la sociedad. En este contexto, son importantes algunas nuevas indicaciones, que se corresponden con algunas nuevas materias curriculares.

¿Cuál es el objetivo final de los cambios en el Instituto para la Familia?

Nos hemos dado cuenta de que es muy importante dar fundamento teológico a los afectos. De ahí, la teología fundamental de los afectos. Y no sólo los afectos morales. Hemos comprendido la necesidad de un vínculo más estrecho entre Iglesia y familia, que no pueden estar separadas, la importancia de la transmisión de la fe y de las tradiciones a través de la familia, la importancia de conocer las diversas tradiciones jurídicas. Estamos, pues, ante una nueva componente jurídica de las diversas tradiciones sobre la familia. Hemos descubierto, por ejemplo, la importancia de tratar el tema de la política y de la economía en relación con la familia . Hemos descubierto la importancia de la dimensión histórica de los afectos y no sólo encerrar el amor en la restringida perspectiva romántica , que, a menudo, es sólo sentimental y emotiva, y no histórica y constructora de relaciones.

En España, todo este programa del Instituto para la Familia Juan Pablo II se va a implementar solamente en Madrid y en Valencia. Pero el obispo de Alcalá, monseñor Reig, amenaza con crear su propio Instituto.

Las nuevas disposiciones que el Instituto Juan Pablo II ha recibido de la Santa Sede, de acuerdo con el documento programático del Papa para todos los Institutos y Universidades católicas, exigen que los Institutos que se funden tengan todas las características que pide el texto papal. Y ningún obispo puede crear un Instituto a su imagen y semejanza. Hay que implementar, como pide el texto, disposiciones para la validez de los títulos y adecuarse al proceso de Bolonia, para que los títulos de los estudiantes sean válidos. De lo contrario, engañamos a los alumnos y se les darán títulos que no sirven para nada. Por eso, el Instituto Juan Pablo II y todas sus sedes se están adecuando durante este año para responder a los criterios científicos y didácticos que la Santa Sede exige a todos los centros, y no solo a nosotros. En este sentido, estoy especialmente contento por el nacimiento del Instituto de Madrid y por el fortalecimiento del Instituto de Valencia.

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