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Antonio Aradillas recuerda a "mi amigo", don Antonio Montero
Antonio Montero, hombre bueno, pastor, maestro y ejemplo de periodistas, en unos tiempos en los que tan difícil y hasta martirial había que dar la talla postconciliar, será recordado por multitud de razones, entre las que destaco, con ocasión de su muerte, la de haber sido el primer arzobispo de la renovada por él, archidiócesis de Mérida-Badajoz y de la primera Provincia Eclesiástica de Extremadura.
Destaco asimismo su condición de ser y ejercer su ministerio pastoral con el convencimiento de hacerlo como un hermano más de los de “nacencia extremeña” , en las tierras en las que lo hicieron tantos y tan preclaros descubridores y evangelizadores del Nuevo Mundo que Cristóbal Colón entregara a la Iglesia de Roma.
Hace tan solo unos días, la víspera de nuestra onomástica- san Antonio de Padua- sus dos hermanas me llamaron señalándome darles la impresión de que mi amigo vivía ya sus últimos días…. Un recuerdo muy cariñoso para estas dos “santas hermanas del señor arzobispo”, entregadas ministerialmente a él durante toda su vida.
“Más que como granadino, nuestro hermano vivió como si fuera extremeño. Todavía sigue avecindado en Badajoz, en donde tendría que votar. Solo por motivos de tener que ser atendido por la Seguridad Social, permitió su inscripción en Sevilla. Quiere ser enterrado en Mérida. No quisiera morirse sin haberse logrado que la Virgen de Guadalupe, con su basílica, monasterio y su santuario –“Patrimonio de la Humanidad”- terminara, por fin, su exilio canónico en la archidiócesis Primada de Toledo, no habiendo pasado administrativamente a cualquiera de las tres diócesis extremeñas, siendo Patrona y “santo y seña” a la vez, de la Comunidad Autónoma de Extremadura, caso único que se registra en España y fuera de España…”
Antonio Montero, devoto de la Virgen de Guadalupe, como buen “extremeño”, ha muerto sin que sus deseos hayan sido cumplidos. Seguirá gestionando el problema en el cielo, cosa que conseguirá con presteza y justicia.
También en el cielo compartirá el testimonio de fe cristiana y martirial que dieron y dan quienes poblaron las páginas de su tesis doctoral con el dramático epígrafe de lo acontecido en determinados años de la historia eclesiástica de España.
Antonio y yo habíamos nacido en el mismo año. Sus hermanas y él alardeaban cariñosamente de ser más joven por haber nacido él en el mes de agosto, haciéndolo yo en enero…
Que en paz descanse este ”extremeño “ por adopción pastoral, docto y entrañable amigo, formador de periodistas, y los dos siempre agradecidos, y a la sombra del recordado José María Javierre.
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