"El auténtico sacramento de penitencia es el bautismo" Nicolás Pons, s.j.: "¿Hay que renovar los confesionarios? ¿Hay que sacarlos de los templos?"

Confesionario
Confesionario

"Hay confesionarios elegantes, presumidos, como fachadas de basílicas góticas en pequeño. Otros rezuman vejez, como si de escuchar tanta miseria, se estuvieran muriendo"

"Entretanto llegó inesperadamente al mundo la pandemia del coronavirus y puso en tela de juicio la conveniencia y la buena labor del perdón que había tenido el clero hasta ahora a través de los habitáculos"

"Lo que falta, de momento, es revisar y poner al día el sacramento de la penitencia en su institución, en su praxis, en su teología. Jesucristo, nuestro Señor, perdonaba al pecador sin pedirle explicaciones..."  

Los confesionarios son para todos los creyentes la muestra viviente e histórica de que Dios perdona todas nuestras sandeces, embustes y travesuras, a saber, nuestros pecados. Los confesionarios siguen enhiestos y silenciosos en todos los templos, desde 1565 en que los ideó y estructuró San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán. 

Hay confesionarios elegantes, presumidos, como fachadas de basílicas góticas en pequeño. Otros rezuman vejez, como si de escuchar tanta miseria, se estuvieran muriendo miserablemente. Nosotros los hemos conocido vigorosos, de brazos abiertos como el padre del hijo pródigo, siempre en patriarcal espera. En efecto, en torno al confesionario esperaban en fila india hombres y mujeres, ricos y pobres, niños y viejos. Todos compungidos de sus pecados, pidiendo al confesor la absolución de todos ellos. Luego venía la Comunión General, recibida también en fila india, en medio de cánticos a la Eucaristía y a la Madre de este Señor, que se hizo pan bajado del cielo, como alimento para nuestra alma.     

En el confesionario se repiten las andanzas del Señor abrazando al hijo que se había ido: “Jesús dice al paralítico: tus pecados te son perdonados” (Mc. 2-5); “comía con los pecadores” Mc.18-2; “no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores (Lc.32-2); “Señor, no les tengas en cuenta este pecado (Hchos, 7-80).

San Carlos Borromeo
San Carlos Borromeo

Como también en el confesionario se escucha el grito, el latido, el plan de nueva vida que escuchó el mismo Señor de labios del pecador: “¿Qué he de hacer yo para ganar la vida eterna?” (Mt.19-16); ¿Cuál es el mandamiento mayor de la ley?” (Mt.36); “Maestro, te seguiré adónde quiera que vayas” (Mt.8-19). Y, desaparecido Jesús (el perdonador, por excelencia), quedó esculpida en todas las iglesias de la cristiandad una frase de su  testamento: “A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados” ( Jn. 20-23)

De aquí que con el tiempo los discípulos del Señor idearon ese mobiliario o atuendo que por ser mueble es de madera, donde se sienta el representante del Maestro delante del cual se arrodilla el pecador arrepentido si es hombre y, por el contrario, si es mujer, se arrodilla a la derecha o a la izquierda del que está sentado con quien habla a través de una rejilla.   

Sin embargo, “cabe destacar la praxis de las absoluciones generales o colectivas que se extendieron durante la edad Media y siguieron realizándose sobre todo en la Iglesia galicana durante el siglo XVI  (principalmente en Cuaresma y jueves absolutorio). Sólo en el Concilio de Trento (1545-1563) desaparecieron estas formas, reduciéndose e imponiéndose como única forma de penitencia sacramental la confesión privada” (L. Vereecke, o.c. 475).

Monja en confesionario
Monja en confesionario

Ya anteriormente, el concilio de Colonia (1536) había dado importancia a la absolución  general al principio de la misa. También cabe anotar que las prescripciones de Trento  mostraron efectos negativos que podrían devenir de ellas, como “la exageración de la multitud de pecados, el legalismo y casuismo, la ansiedad y angustia en los penitentes, el temor al juicio y la condenación eterna, el abuso de la misa privada y las indulgencias, que provocaron la reacción y critica de algunos autores católicos y sobre todo de Lutero y demás reformadores” (Marciano Vidal, “Qué queda del Concilio de Trento”, pág. 167).

Lutero, como sabemos, fue el acérrimo enemigo de los dictados de Trento. Entre otros argumentos decía que la confesión, como se practica en la Iglesia, no es de institución divina, sino de norma por parte de la Iglesia. La confessio secreta, de práctica en la Iglesia por prescripción del Lateranense IV (1215), no fue conocida por la Iglesia antigua. El auténtico “sacramentum paenitentiae” es el bautismo. 

Se impuso, por tanto, la confesión auricular, es decir, la confesión individual e integral,  llegando así al Concilio Vaticano II, el cual no varió nada de lo establecido, aunque posteriormente se fueron normalizando por diversos países las absoluciones colectivas y las confesiones individuales, fuera de los confesionarios: en salas de visitas, sacristías, habitaciones o en cualquier sitio que fuera recogido, tanto abierto como cerrado.

El Padre del hijo pródigo
El Padre del hijo pródigo

Entretanto llegó inesperadamente al mundo la pandemia del coronavirus y puso en tela de juicio la conveniencia y la buena labor del perdón que había tenido el clero hasta ahora a través de los habitáculos, ideados por el arzobispo de Milán y extendidos por toda la cristiandad. No obstante esa duda, el Arzobispado de Valencia se adelantó ahora en manifestar que en su archidiócesis seguirá vigente la costumbre secular de confesarse a través del confesionario, colocando en él medios modernos y seguros, para que la proximidad del penitente no sea causa ni excusa de contagio.

Pero, aún de este modo, parece que el problema para muchos ha quedado vivo y sin resolver, aunque para otros el virus de la pandemia no puede obstaculizar esa tradición tan practicada y extendida como es confesar los pecados a través del confesionario tradicional.

Pese a todo, para unos se cree que ha llegado la hora de sacar de las iglesias esos muebles seculares y tradicionales de las iglesias cuyo funcionamiento y continua movida de quienes van a confesar o ya han confesado sus pecados distraen y desmoronan el recogimiento de quienes escuchan, muy cerca de ellos, la santa Misa, que por otra parte ésta con sus cantos y sus músicas y contestaciones públicas, molesta también a quienes se confiesan como también al mismo confesor que atiende al penitente.

"Lo que falta, de momento, es revisar y poner al día el sacramento de la penitencia en su institución, en su praxis, en su teología"

Roma avisó últimamente a las diócesis que no se atendiera a ningún penitente durante la celebración del santo sacrificio de la Misa, pero ha habido diócesis que no han hecho caso al dictamen de la Santa Sede.

Pregunta final: ¿Hay que renovar los confesionarios? ¿Hay que sacarlos de los templos? ¿Se han de quedar en nuestras iglesias, cumpliendo el servicio a los fieles que han prestado desde el siglo XVI? Lo que falta, de momento, es revisar y poner al día el sacramento de la penitencia en su institución, en su praxis, en su teología. Jesucristo, nuestro Señor, perdonaba al pecador sin pedirle explicaciones...    

El Papa, en el confesionario
El Papa, en el confesionario

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