"Que la jerarquía de toda una comunidad autónoma reclame este 'derecho' es pasarse" Antonio Aradillas: "Sí a la Comunión en la mano"

Comunión en la boca
Comunión en la boca

Que sea, y se reclame, como un "derecho" la comunión en la boca, creo sacramentalmente que es "pasarse" dentro y fuera de la Iglesia

No exageran los comentaristas al asegurar que, por mucho que esculcaron en libros y documentos que les sirvieron de bases en sus tesis doctorales, no vislumbraron por parte alguna la consistencia de reclamar como "derecho" el de la comunión en la mano

Con la que dentro y fuera de la Iglesia está cayendo en la actualidad, a muchos les parece "demasiao" que la voz jerárquica de toda una provincia eclesiástica – Comunidad Autónoma por más señas- reclamen el derecho a comulgar en la boca

La idea y principio de que “la religión es igual a ceremonia y a rito” ha sido desplazada una vez más por el papa Francisco dejándose de mitras, capas magnas, cánones y símbolos ininteligibles, ociosamente misteriosos y estrafalariamente paganos

De entre las leyendas, historias e historietas recogidas en los alrededores de las celebraciones eucarísticas medievales por lo que respecta al modo y manera de impartir –y recibir- la Comunión, le presto atención, y considero fiable, la siguiente:

Llegó a ser tan desbordante la devoción eucarística, que el pueblo fiel y los participantes en las celebraciones de las misas, estaban convencidos de que la presencia de Cristo en las Sagradas Formas no solamente curaba –sanaba- los males del alma, sino también los del cuerpo, y no únicamente de los seres humanos, sino hasta de los animales domésticos. Convencimiento tal les instó a portear a sus casas, por su cuenta y riesgo, el pan eucarístico que habían recibido en sus manos, por lo que la jerarquía eclesiástica optó por entregárselo directamente en sus bocas para que de esta manera les fuera más dificultoso el traslado a sus domicilios y administrarlo a los animales enfermos…

En el mismo contexto de tiempo y lugar resultaba frecuente el hecho de que los devotos y devotas eucarísticos peregrinaran, día a día., y de acá para allá, recorriendo templos, capillas, conventos y ermitas, para asistir a cuantas más misas, mejor, con la seguridad de que, quienes más veces hubieran contemplado la Sagrada Forma, menos posibilidades tendrían él y los suyos de morir aquél día en pecado. El desbordamiento, poco o nada “religioso”, alcanzó y justificó sobradamente las pingües inversiones artísticas en custodias, cálices, píxides, sagrarios y demás “vasos y ornamentos sagrados” que forman parte de este derroche, con tan pocos, o nulos, fundamentos extraídos de los santos evangelios.

Que sea, y se reclame, como un “derecho”, en cualquiera de sus plurales opciones semánticas y administrativas, y en tal desacuerdo y conculcación la de la “facultad de hacer o exigir todo lo que la ley o la autoridad establecen a favor de alguien”, creo sacramentalmente que es “pasarse” dentro y fuera de la Iglesia. Leída y releída, por ejemplo, la encíclica “Fratelli tutti”, síntesis y epítome de lo que es –debiera ser- la Iglesia, el hipotético “derecho” aludido no aparece ni directa ni indirectamente por ninguna parte, y menos en estos tiempos de pandemias y en consonancia con las normas-leyes cívicas y profesionales.

En los textos “franciscanos” se hace, no obstante presente, y en calidad de esencial, cuanto es y exige la “Comunión”, signo y sacramento de unión entre todas las personas y cosas, que configuran la obra creada por Dios y re- creada por Jesús..

La “ritualización” de la religión cristiana –con mención en nuestro caso para la católica-, alcanzó tales cotas de desconsideración y de anti dogma, que la convirtió en devocionario, manual de liturgia, rezos, gestos y ceremonias, hurtándoles cuadernos de páginas del evangelio. Sería de lamentar que se planteara el tema de la Comunión en la mano con tanto o mayor fervor que el de si ella, y en qué grado, incluyera ya el sentido y contenido de la “unión “común” no solo fuera, sino dentro de la misma Iglesia. Hay comuniones que se dicen sacramentales y “comunidades” llamadas religiosas, que de “común” y de “unión”, nada o muy poco, por definición dogmática… Ejemplos de ellos se sirven a espuertas.

No exageran los comentaristas al asegurar que, por mucho que esculcaron en libros y documentos que les sirvieron de bases en sus tesis doctorales, no vislumbraron por parte alguna la consistencia de reclamarcomo “derecho” el de la comunión en la mano. El de la comunión (común –unión y hasta comunicación) salta a la vista en versos, cánones y versículos. En el artículo primero de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” se proclama literalmente que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Con la que dentro y fuera de la Iglesia está cayendo en la actualidad, a muchos les parece “demasiao” que la voz jerárquica de toda una provincia eclesiástica – Comunidad Autónoma por más señas- , haciéndose eco oficial de las reclamaciones del pueblo de Dios y de los poseedores de los DNI. en general, reclamen el derecho a comulgar en la boca.

Todo el cuerpo humano- el de los cristianos también- es “obra de Dios”. Es su obra. “La obra de sus manos”, expresándolo bíblicamente. Más que de su boca. El pan –también el eucarístico-, se parte y reparte en todas las culturas, con las manos. y no a mordiscos.

La idea y principio de que “la religión es igual a ceremonia y a rito”, una vez más y con carácter de encíclica universalmente aceptada por unos y otros –y “otras”-, “Fratelli tutti”, han sido desplazados una vez más por el papa Francisco con el evangelio en sus manos y ejemplos de vida, dejándose de mitras, capas magnas, cánones y símbolos ininteligibles, ociosamente misteriosos y estrafalariamente paganos.

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