"Los Nuncios no tienen hoy sentido en la Iglesia post conciliar 'en salida' y en situación sinodal" El Nuncio, objeto de lujo

El Nuncio,  en Jaén
El Nuncio, en Jaén

"La presencia del Nuncio de SS.  es demandada por nuestros obispos en calidad de objetos-sujetos de lujo, para destacar actos y acontecimientos registrados en sus demarcaciones diocesanas"

" ¿Pero es que no tienen que hacer otra cosa más importante en la Iglesia los señores Nuncios, que servir de retablo a los obispos del lugar para enseñorearse de los medios de comunicación social, con reverencial mención para LA TRECE y LA COPE?"

"Su quehacer en la Iglesia es otro y, y previo el adoctrinamiento impartido en el Vaticano II en el que se predica y predice la desaparición de los mismos, dedicando a menesteres diplomáticos, en la relación Iglesia-Estado, a nuncios seglares y 'seglaras'"

Acaricio la idea de que, previa consulta al diccionario, la claridad-caridad despejará los senderos para el conocimiento adecuado de gran parte del contenido de esta reflexión periodística.

 “Sujeto”-individuo- define “la persona considerada en sí misma como independiente de los demás”.  “Objeto” es “lo que tiene entidad material o inanimada”.  “Lujo” es “abundancia de cosas que adornan o enriquecen, pero que no son necesarias”.  Tanto diplomática como eclesiásticamente, “Nuncio es el representante del Papa, que además ejerce determinadas funciones pontificias”.  

Así equipados gramaticalmente, desde el balcón informativo de los medios de comunicación social, “intra” o “extra” eclesiásticos, que diariamente nos hacen vivir las “realidades temporales”, antesalas de las de las “otras”, redacto estas sugerencias.

La presencia del Nuncio de SS.  es demandada por nuestros obispos en calidad de objetos-sujetos de lujo, para destacar actos y acontecimientos registrados en sus demarcaciones diocesanas, como fastuosas expresiones de devoción y de culto y, en raras ocasiones, como actos a favor del servicio a los demás, comenzando por los más necesitados, vulnerables y pobres.

 ¿Pero es que no tienen que hacer otra cosa más importante en la Iglesia los señores Nuncios, que servir de retablo a los obispos del lugar para enseñorearse de los medios de comunicación social, con reverencial mención para LA TRECE y LA COPE?.  ¿Acaso sería válida y sincera la apreciación de que, viajando, conoce “en vivo y en directo”, la realidad española, hipócritamente revestida esta de ornamentos que se dicen “sagrados”, exhibidos precisamente en tan “felices” eventos? ¿Es de verdad Iglesia la Iglesia, concentrada en las fiestas patronales, en las ceremonias de las consagraciones de nuevos obispos, traslados a sedes de mayor cuantía-, canónica o administrativa-, o indeclinables jubilaciones?

Los Nuncios, ni son, ni están, ni sirven para ser objetos-sujetos de lujo.  Su quehacer en la Iglesia es otro y, y previo el adoctrinamiento impartido en el Vaticano II en el que se predica y predice la desaparición de los mismos, dedicando a menesteres diplomáticos, en la relación Iglesia-Estado, a nuncios seglares y “seglaras”, quienes son seguridad y toda clase de garantías efectuarían su labor con limpieza sanamente evangélica y evangelizadora.

¿A cuántos cristianos /as contribuyeron los Nuncios a educar, a reeducar y a hacer progresar en la fe en tan solemnes actos de culto por ellos presididos? ¿A cuántos y a cuántas escandalizaron, sabedores todos de que los gastos que llevan consigo estos viajes – desplazamientos, estancias y obsequios- con IVA o sin IVA- son ya contabilizables, con cabal conocimiento de sus fuentes eclesiásticas o civiles, por aquello de que “así también se promociona el turismo”?

La labor del Nuncio actual en España, después de la travesía de tantos desiertos, entre otros los de tipo y talante “rouconianos”, demanda revisión urgente. El halo –“fama o prestigio que rodea a una persona”-, de quien fuera -y sigue siendo en cierto sentido y con las limitaciones canónicas precisas, presidente de la CEE. Y casi todo en la Iglesia post y anti conciliar, se percibe todavía, con claridad deslumbrante y provocadora en no pocos de los últimos seleccionados para engrosar el episcopologio, tal vez “porque no hay otra cosa” y “porque esto es lo que hay y debiera seguir habiendo en la Iglesia sempiternamente”.

Y que conste que, a los obispos, más que los Nuncios, los nombran y seleccionan los asesores de la Nunciatura, con los posteriores “placet” también de los señores de la Curia Romana, antes de que el papa Francisco termine con su radical reforma, sin olvidar que, entre unas cosas y otras, tiene para largo. De los primeros, es decir, de los asesores hispanos, el mismísimo Nuncio manifestó públicamente en tiempos recientes estar ya “harto” de sufrir malignas influencias “tridentinas”.

El NUncio en Jaén
El NUncio en Jaén

Los Nuncios no tienen hoy sentido en la Iglesia post conciliar, “en salida” y en estado y situación sinodales. “Sínodo” y “Nuncio” son incompatibles ¿Acaso en este principio puede residir la explicación última de la dedicación de su figura arzobispal a tantos menesteres litúrgicos, que no dejarían de serlo -y a veces, más y mejor- presididos por los curas del pueblo y alrededores, y hasta por laicos y “laicas”?

En el desolador paisaje de falta de vocaciones sacerdotales y de Eucaristías, la presencia asidua del Nuncio de SS. por invitación de obispos “agradecidos” o “agradecibles”, “procesionado” por curas, acólitos y todavía por las autoridades y las “fuerzas vivas de la localidad”, resulta ser poco, o nada, constructiva de la Iglesia de Jesús.  El Nuncio, además de un objeto de lujo, es un “mandao”, a quien le “fabrican” hasta las homilías y los discursos, que ha de leer, con sus puntos, comas y silencios, cuando corresponda.

El Nuncio, en Jaén
El Nuncio, en Jaén

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